Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comJesús Reyes, otrora goleador en el ascenso peruano, partió repentinamente el pasado fin de semana. Nuestro director Roberto Castro rememora una vivencia en la cual el exdelantero, entonces en las divisiones menores de Cristal, fue protagonista excluyente.

    Roberto Castro | @rcastrolizarbe
    Director General

Quienes siguen DeChalaca.com hace años saben que me cuesta usar la primera persona, pero en este caso tomaré la licencia pues mi recuerdo de Jesús Reyes, fallecido ayer de manera inesperada a los 35 años de edad, una vivencia individual. Sucede que mi apego a la estadística es causante de que no me agrade ni interese mucho seguir el fútbol de menores: entiendo su valor promotor, pero confieso que me ha resultado siempre un distorsionante pues la participación de juveniles amplía el universo de recopilación de data y obliga a investigar trayectorias a veces poco relevantes. Es una excentricidad, pero es auténtica.

En esa línea, en mis inicios en el periodismo en Don Balón Perú, si algo me molestaba era tener que cubrir menores: lo veía como una pérdida de tiempo. En el verano de 2000, Luis Carlos Arias Schreiber me encomendó un reportaje sobre la Sub-20 que encima iba a dirigir mi entrenador "favorito" Julio César Uribe. Después de interceptar al esquivo 'Diamante' en la puerta de la Videna y hablar sobre fútbol y política por dos horas dándole vueltas a la ciudad en su auto -esa es otra historia-, el siguiente paso para el artículo fue ir a la definición del torneo nacional de la categoría: la final era un clásico Alianza - Universitario, que ganaron los íntimos 2-1 gracias a la exquisita definición de un prometedor joven llamado Wilmer Aguirre a 6 minutos del final. Eso no me sorprendía: él ya era conocido como el mejor delantero de su categoría, la 83, y como enorme promesa de un club que regalaba un año haciéndolo jugar contra los nacidos en el 82.

Lo que sí me sorprendió en esa mañana en San Luis fue lo que vi en el partido por el tercer puesto. Cristal le ganó 3-2 a Cantolao y en su ataque, en su medio y en todo el terreno, resaltaba una figura. Vestía el '18' y era un jugador imponente: por contextura y calidad. Algo lo distinguía del futbolista peruano promedio: le pegaba al arco desde cualquier lugar. Igual en el área chica como afuera del cajón grande; igual con marca encima o sin ella. Esa mañana, con remate desde fuera, disparo al ras y de cabeza, Jesús Reyes marcó los tres goles cerveceros. Y quedó ante mis ojos como una inmensa promesa de su generación.

En DeChalaca pudimos ver a Jesús Reyes y su capacidad como goleador. Fue un habitual en las redes cuando vistió las sedas de Alianza Universidad de Huánuco. (Foto: archivo DeChalaca.com) 

Con el tiempo, siempre discutí que un jugador así no estuviera en convocatorias de la Sub-20. Que se desperdiciara un potencial tan grande. La gente que cubría más menores me decía que era un buen futbolista pero que no era regular. Yo respondía que a un talento así había que trabajarlo y llevarlo lejos. Me retrucaban que él tenía que querer. Lo vi aparecer en Primera a los pocos meses con camiseta de Juan Aurich y, aunque no lo hizo mal, la pobre campaña del 'Ciclón' lo arrastró al anonimato. Se perdió entre la estadística y no volvió a aparecer en mis cuadernos hasta 2008, en aquella temporada emergente de Sport Huancayo consagrada con el título de la Copa Perú. Ya con DeChalaca, lo pudimos seguir en su mejor momento: como adalid goleador de Alianza Universidad y sus dos años seguidos de máximo anotador de la Segunda División.

Fue en ese éxito en el ascenso que me quedó claro que mi visión de aquella mañana de marzo de 2000 no fue un espejismo. Que las condiciones habían estado siempre allí, pero que en el fútbol no todo es hardware: el software y sobre todo el uso que le des influyen tanto o más. A Jesús Reyes, se portara bien o no, quedaba claro que todos en el medio lo querían: vestuario por donde pasó, gente que habló bien de él. Acaso eso es más importante que llegar lejísimos en una carrera. Sin haberlo conocido más allá de alguna conversación ocasional, me queda claro que fue alguien que disfrutó tanto de jugar que se fue haciéndolo y, aun a través de un medio ingrato como la Segunda División peruana, dejó su nombre inscrito en la historia. Porque a veces, eso no solo basta sino que incluso sobra para triunfar.

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Foto: archivo DeChalaca.com


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