Bien falta
Vibrante y emotivo como pocos fue el final del partido que Alianza Lima y Cobresol jugaron en Matute. El gol de Felipe Sipirán, novel delantero que se despachó con una definición de aquellas con un cachetazo al balón que se coló allí en la parte donde las arañas tejen su nido en el arco de George Forsyth, fue inmediatamente sucedido por una reacción íntima que desató polémica y tole-tole.
El centro fue de Gino Guerrero por derecha y a la carrera llegó Donny Neyra. El 'Bidón' saltó con el pie derecho alzado y estirado para pegarle al balón, pero antes que él llegaron, en direcciones opuestas, Michael Sotillo y Évert Lengua. Los dos hombres de Cobresol chocaron entre sí, y a la vez el pie derecho de Neyra impactó en la cadera de Lengua. La pelota fue tocada por Sotillo, quien en un blooper acabó introduciéndola a su propio arco sin que alguien más tocara el esférico. Gol en contra.
Dos conclusiones. La primera es estadística: nunca en la historia de los campeonatos nacionales, desde 1966, Alianza Lima había sido favorecido con un autogol marcado por un portero. La segunda, que al fin y al cabo cuenta más, es de apreciación: tal autogol no debió ser convalidado, porque hubo clara falta de por medio. Se argumenta que Sotillo no perdió el equilibrio por efecto de la acción de Neyra; que el golero ya había chocado con Lengua y que por eso, indistintamente del golpe recibido por el zaguero, iba a cometer el autogol. La respuesta a eso es que el desenlace de la acción tiene absolutamente nada que ver con la naturaleza de la falta: Neyra fue con la pierna en alto, y aun cuando no hubiera llegado a tocar a Lengua, bien podría habérsele cobrado jugada peligrosa. Fue indiscutiblemente foul y el gol, por tanto, debió ser anulado por el árbitro Ramón Blanco.
En defensa del juez, habría que decir que claramente la jugada es una de esas que requiere más de una repetición para dilucidar su naturaleza. El árbitro asistente César Castillo tenía la visión obstaculizada por el cuerpo de Sotillo, quien voló en dirección perpendicular a él, por lo cual no tenía cómo apreciar realmente lo que ocurrió. En fin, es uno de esos casos raros en los que puede más bien perdonarse el escándalo antes que el pecado.
Fotos: José Salcedo / DeChalaca.com
