Cinco esquinas: Un viernes de locura

El que lo vio en el estadio: Tocando el cielo
Dentro y fuera del Hernando Siles uno tiene la posibilidad de sentirse como en casa. Puedo caer en el error si lo afirmo de manera tan tajante, pero en uno de los campos más difíciles en el contexto eliminatorio, éramos locales y se hizo notar por el aliento de nuestros compatriotas en las tribunas. Sincerándome un poquito -solo un poquito, por favor- los nervios estuvieron allí, desde el momento en que subí al taxi rumbo al Siles y no es hasta el momento del tanto de Mariño que uno (unidos a todos los colegas) liberó toda la tensión con el grito de gol apretando los dientes (porque si lo gritamos a viva voz, nos sacan de allí). Más allá del empate final, la emoción por ver a los jugadores peruanos dando todo por la selección pagó todo el costo y las dificultades que representó este viaje. (Aldo Ramírez)
El que lo vio en la cafetería del trabajo: El plato fuerte del día
Una pantalla gigante era el marco acorde para ver a la selección en la cafetería de la agencia con los compañeros de trabajo. Pese a la tarde fría, el calor se instaló en el lugar con el aliento incondicional de la gente (a la que le gusta el fútbol, porque habían de los otros que optaron por seguir con sus labores) que gritó con cada jugada dividida, con cada clara de gol desperdiciada –conté hasta cinco ocasiones- y que entró en delirio con ese tremendo gol de Mariño, ese que hizo estallar la oficina a pesar de que se encontraba un cliente importante hablando de negocios, pero, vamos, cuando juega Perú, jugamos todos.
Así, nos fuimos al descanso aplaudiendo y con fe de que se podía sacar un resultado mítico por donde se le mire. Ya en la segunda parte, mientras la gente se mordía las uñas de angustia por el asedio boliviano, yo contemplaba cual técnico las incidencias con un perfil serio, sin caer en el fanatismo, pero no puedo negar que no me contuve cuando vi sobre los 21’ al ‘Burrito’ sacarse sutilmente a un rival, avanzar unos metros y mandar un misil de guerra que silenció La Paz; lo único que hice fue pararme y aplaudir ese pedazo de gol. Luego, ya con el empate se evidenció la tensión, y si bien nuestro segundo tiempo no fue tan bueno, pudimos recuperar ese segundo aire para soportar los 3600 y más de altura.
Al final, pese a que me quedé disconforme con los cambios (pero respeto la decisión de Don Sergio) tengo la sensación de que terminamos de pie y con la certeza de que el próximo martes sí la hacemos. (Gabriel Valenzuela)
El que lo vio con la familia: Volviendo a las raíces
Viví el Bolivia – Perú en la casa de un tío cercano, así volví a reencontrarme con mi familia para contemplar un partido de la selección. El pálpito es diferente a estar en la tribuna, donde me había tocado vivir todos los partidos eliminatorios, menos en Santiago; no obstante, se sufre igual. Extrañaba la previa con música de Arturo ‘El zambo’ Cavero de fondo y la compañía de la familia. Es un ambiente diferente.
El partido empezó y los nervios estaban en cada jugada. Cada balón dividido que se ganaba era celebrado. La primera emoción fuerte llegó con el derechazo de Juan Cominges. Tardamos en creernos cómo el arquero boliviano había atajado tan fortísimo disparo. Le siguieron un par de oportunidades que pudieron tener mejor destino, hasta que llegó el derechazo de Mariño que agarró por sorpresa a todos. En un primer instante, no se podía creer cómo había entrado; por ello, tardó el grito de gol desgarrador.
El gol de Chumacero llegó como un baldazo de agua, pero la emoción no se apagó. En la sala, todos creíamos en una victoria, todos éramos técnicos. Al final, nos fuimos con un sabor agridulce. Estaba para ganarlo, aunque recordando el palo tras remate de Marcelo Martins, también hubo alivio. Esta selección, juegue quien juegue, asegura entrega y disciplina. (Jair Villanueva)
El que lo vio en la oficina: Paro laboral
Desde que supe el horario del partido lo maldije, ya pensaba lo peor, la emoción no era la misma, y no solo porque no jugaba Perú de local, sino porque a esa hora fijo iba a estar en el trabajo. Ya no se podía quedar con los amigos y verlo en algún local o en alguna casa con sus respectivas cervezas.
Por ahí pensé en hacerme el enfermo y de tanto pensarlo me resfrié el jueves, sin embargo, no me iban a creer nunca. Sin más, el viernes fui a trabajar, con más frío de lo normal, con una lluvia deprimente pero viendo por Twitter que en La Paz el sol se había hecho presente. Las horas pasaron y con algunos del trabajo habíamos decidido en retrasar la hora del almuerzo de la 1 a las 3, y para ello debía aguantar con un buen desayuno, un triple en el camino y caramelos para la ansiedad.
Quince minutos antes de las 3 ya estábamos colocados en la cafetería del trabajo, el ambiente era respetable, empezó el partido justo cuando comenzaba a comer y los gritos llegaron al instante, los vitoreos a Chiroque, la chacota entre la gente del trabajo y las primeras quejas al árbitro. Yo ya estaba en el postre y no me importó comer una mazamorra con tenedor, por no perder segundos del encuentro en ir a buscar una cucharita. Justo en esos momentos, Mariño se mandó con su golazo, el grito se multiplicó y las reacciones de gente que solo habías visto trabajar sorprendían. Un golazo que muchos tardaron en creer. A mí me recordó al de Uruguay, y el grito en las redes sociales era el mismo: GO-LA-ZO.
Poco después acabó el primer tiempo con la sensación que eramos mucho más y que la ventaja podía haber sido mayor. Yo tuve que volver al trabajo pero igual los celulares funcionaban como radio y los links para verlo por Internet eran los más buscados. Mi computadora está bloqueada así que tuve que conformarme con el twitteo de la página y los gritos de la cafetería. El gol boliviano cayó al toque, sinceramente sorprendió, por el juego del primer tiempo la victoria para mí era muy viable.
El resto de los 35' minutos más rápidos de mi vida pasaron entre el F5 al Twitter y algún reojo a alguna pantalla. Al final, un 1-1 muy amargo que según comentarios debimos agradecer. Es una angustia no ver jugar a Perú. Espero que para el 16, ante Paraguay, den feriado. (Diego Rodríguez)
El que lo vio en la casa… la cafetería de la universidad y en el salón de clases: Locura blanquirroja
La verdad, para mí fue una cosa de locos ver este partido. El primer tiempo, todo normal, a la vez que almorzábamos con la familia, Mariño marcó un golazo y la felicidad invadió toda la casa. Como siempre, mucho entusiasmo y emociones sobre todo con las llegadas al área boliviana. Al terminar había que apurar el paso, pues tenía que ir a la universidad. Felizmente, llegué a mi centro de estudios a pocos minutos de iniciado el complemento y pude encontrar un lugar para seguir viendo el partido: la cafetería: A medida que me acercaba se oía el griterío de los estudiantes, muchos de ellos viendo el partido desde afuera. Para mala suerte, al poco rato llegó el gol de empate, pero el aliento no cesó. Cada que Perú se iba al ataque las emociones crecían, también los chicos se daban tiempo para reclamar las faltas y gritarle al árbitro. A falta de 20 minutos tuve que retirarme ya que empezaban las clases. En pleno salón, no hubo mejor manera para estar al tanto del partido que seguir los tweets de DeChalaca.com , aunque se oían tímidamente los relatos en una radio al otro lado. Al final, el inefable Carlos Vera pitó y me quedó la sensación que Perú, pese a los malos cobros y las fallas en definición, había sacado un buen resultado. (David Sánchez)
Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.com
Fotos: Aldo Ramírez / DeChalaca.com, enviado especial a La Paz
