Cinco Esquinas: Día de decepciones

El que lo vio con los amigos: ¿Penas compartidas?
Tengo que admitir que previo al partido jamás tuve tanta confianza en que Perú podía conseguir un triunfo como visitante como en esta fecha. En la casa, junto a algunos amigos que fueron llegando de a pocos, tenía esa confianza de ver ganar a la selección, sin embargo, conforme fueron pasando los minutos esa confianza inicial fue transformándose en una inquietante preocupación, más si miraba como Paolo Guerrero, quizá uno de los jugadores a los que más he admirado por su entrega con la blanquirroja, mostraba un desánimo pocas veces visto, algo contrario a lo que extrañamente pasaba con Pizarro y, pese a que Paraguay no había llegado con claridad al arco de Fernández, una gran preocupación -quizá un mal presagio- rondaba por mi mente al término del primer tiempo. Quizá por eso un par de amigos prefirieron ir a cortarle el pelo a su mascota que continuar viendo el partido de Perú; quizá por eso como nunca mi pequeña hermana prefirió hacer sus tareas del colegio que asomarse por lo menos a ver cómo iba el partido.
Todo ese mal presentimiento terminó confirmándose con el cabezazo de Aguilar que ingresó en el arco de Fernández. Ese gol que finalmente sería el del triunfo paraguayo sepultó todo deseo interior de poder ver triunfar a la bicolor y más allá de generarme un amargo sentimiento, que ni una dulce galleta pudo cambiar, fue una profunda decepción la que tuve, una que quizá esperaba, pero no de la forma como jugó Perú. De más está decir que la selección hizo un partido para el olvido, uno como el olvido de poder ver esos gloriosos colores en un Mundial. Es cierto, puede que mi ánimo y entusiasmo cambie si se gana el siguiente compromiso, pero la percepción que tengo en este momento es que el deseo de querer aprender portugués para asistir a Brasil -Dios lo quiera así- será para ver jugar a España, Italia o a los anfitriones, más no a Perú. (Juan Jesús Llerena)
El que no lo vio: Señales de infortunio
Debido a un trabajo práctico en clase, originado por una confusión del profesor con respecto al horario del partido de Perú en Asunción, no pude tener ningún tipo de noticia de lo que acontecía en tierras paraguayas. La preocupación de la nota hizo que me aislara de lo que pasaba a mi alrededor, no obstante, por momentos la preocupación por el resultado de la blanquirroja me llevaba a preguntarme cómo seguiría el partido. Sin gritos de gol en los demás salones de la universidad, pensé durante más de una hora que el partido se mantenía empatado 0-0, lo cual no me molestaba teniendo en cuenta el rendimiento del equipo como visitante. Cuando el profesor señaló el término de la prueba, rápidamente saqué mi celular y lo primero que vi fue un mensaje que me avisaba que Paraguay estaba ganando 1-0. El desconcierto se apoderó de mí y salí con dirección a los restaurantes para constatar si efectivamente Perú estaba perdiendo. La mirada de tristeza de todos los jóvenes que veían el partido me confirmó lo que temía y quería negar. Fueron diez minutos los que observé parado el compromiso y la pena todavía permanece al momento de escribir estas líneas. (Alonso Cantuarias)
El que lo vio en el trabajo: Labores forzadas
Con cero ganas de escribir, con los pensamientos cruzados y con la actitud ponderante de hacer nada empiezo esta pequeña crónica. Hoy me siento de luto, con el mayor sufrimiento e impotencia de casi ni poder ver bien el partido. Otra vez el horario se complicaba, ya estaba más difícil aguantar la hora de almuerzo hasta las cinco, por lo que cerca a la hora de inicio y cuando la gente cercana a mi oficina cantaba el himno empecé a buscar algún link sin mayor éxito pues la mayoría de páginas andan bloqueadas, entonces me acordé que alguna vez había escuchado la radio a través de mi celular así que tras pasar un par de emisoras cumbiamberas encontré una nítida narración. Entre gritos del exterior y ocasiones para ambos arcos pasaba el primer tiempo: el planteamiento y la actitud habían sido decepcionantes.
Corriendo bajé a la cafetería con la gente del trabajo con la desdicha que estaba totalmente repleta y terminé sentado en una mesa chueca con el riesgo de caerme ante algún posible gol, seguía con la radio y con segundos adelantados a la transmisión televisiva, la cual andaba un poco lejos. El gol paraguayo fue un balde de agua fría pero tampoco tan mortal, las ganas de voltear el partido estaban intactas, aunque sea un empate podrían haber salvado la tarde. Se calentaba el partido así como el conocido temperamento de Guerrero y Vargas. El del Corinthians renegaba cual Kiko y ponía más difíciles las cosas. Toda la gente no reconocía a Perú, renegaba de cada pelotazo, ¿dónde quedó es estilo de jugar por abajo, la técnica del primer toque?. Las señales de impotencia fueron demasiadas. Al final, Lunati pitó y quedo un vacío, caras largas, y mi clase ya había empezado, no ganaba nada sin ir, así que caminé mientras veía que Ecuador y Venezuela habían empatado.
Al principio de este texto me había quedado sin ganas de escribir pero me ha ayudado a desahogarme un poco, he vuelto a prender mi celular, y si bien no es correcto afirmar totalidades, creo que el compromiso y la actitud también deben partir del hincha, así que en Marzo toca seguir alentando a Perú. (Diego Rodríguez)
El que lo vio en casa: Generación perdida
A diferencia del partido anterior, esta vez no hubo necesidad de ir de un lado para otro. Luego de regresar de la universidad tuve todo el tiempo del mundo para almorzar, descansar un rato y acomodarme en la sala del segundo piso y al costado de mi abuelo para ver las incidencias. Al inicio me llamaba la atención los claros en las tribunas del Defensores del Chaco, reflejo de una afición que perdía la fe en su equipo, pero con el pasar de los minutos fue llegando a las tribunas. El primer tiempo se jugaba a la par que nos gastábamos una que otra broma con mi tío, poco fanático de ver a la selección y con aires de "maletero". Luego de terminado el primer tiempo entré un rato a mi cuarto, puse Internet para "hacer hora" y después volví a la sala justo al inicio del complemento. Como ante Bolivia, encajamos el gol a poco de volver del descanso y luego empezó el monólogo peruano: la pelota, lanzada desde nuestro campo, volaba por el cielo asunceño para morir en la cabeza o los pies de los jugadores guaraníes. El tiempo pasaba y con el abuelo reclamábamos por la apatía de nuestros jugadores, hasta que se terminó todo. Con mucha molestia e impotencia volví a mi cuarto después de haber visto a una selección que no puso lo que debía en busca de tentar la clasificación a un torneo que hoy lo vemos más lejos. (David Sánchez)
El que lo vio de reojo: La blanquirroja llama
Pese a cubrir el partido entre Venezuela y Ecuador, el cual se disputó en simultáneo al partido de Perú, mis sentidos siguieron de cerca el desenvolvimiento de la blanquirroja. Mientras que en la pantalla de mi computadora apreciaba el partido desarrollado en tierras llaneras, en el televisor estaban las incidencias del cotejo disputado en Asunción. Durante los siguientes 90 minutos, mi cabeza tuvo que realizar un gran trajín para no perder lo noción del desarrollo del juego en ambos partidos. Subidas y bajadas, giros de 22, 37 y 45 grados… pese al dolor de cabeza que implicaba esta práctica, el amor por la selección hizo que toda molestia fuera secundaria. Sin embargo, el dolor se instaló en mí cuando fue testigo del 1-0 paraguayo. Con el resultado en contra, fue difícil trabajar sabiendo que la selección perdía. Pero mi deber como periodista tenía que cumplirse y tuve que terminar de transmitir mi partido. La molestia y los lamentos tuvieron que esperar hasta el momento en que escribí estas líneas, en donde pude desahogarme. (Edú Latoche)
Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.com
Fotos: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
