Cinco Esquinas: Cual viernes 13

El que lo vio en el estadio: Carrusel de las américas
La hora del inicio del partido estaba programa para las 21:10. Empecé a vivir el partido desde las cuatro de la tarde, cuando me dispuse a enrumbarme al estadio junto con un grupo de amigos. Sin entradas, pero con mucha ilusión, nos dispusimos a ir al Nacional en busca de los boletos que nos llevara a una cita con nuestro más grande amor: la blanquirroja. Poco importaron los más de 60 minutos en el tráfico de las calles de San Miguel, los 450 soles por una entrada a Oriente, la larga cola que recién nos permitió entrar al estadio pasadas las 20:30. Se había llegado a la mitad de la meta. La otra parte fue la más complicada, ya que se debía hacer sentir la localía ante un duro rival.
Si bien el estadio respondió en la previa, con un aliento incesante durante el calentamiento y al momento de los himnos, donde escuché la pifiadera más ensordecedora en mis años de hincha, todas las voces se apagaron durante la primera mitad. Con un Chile superior, la afición se cayó en un bache del cual no pudo salir hasta el inicio de la etapa complementaria. Desde mi zona, noté los rostros de preocupación de la mayoría de asistentes, en una situación que no debería repetirse para los partidos que quedan. Cuando más lo necesitaba el equipo, los hinchas no aparecieron. Y no fue hasta la segunda mitad, luego de un par de ataques peruanos, que las voces de aliento volvieron a escucharse.
Ya sobre el final, con todas las personas de pie, el gol de Farfán fue una crónica de un tanto cantado. A diferencia de otros cotejos, donde las personas se retiran minutos antes, en esta ocasión no hubo sujeto alguno que abandonara el Nacional. En la atmósfera se sentía que el partido no terminaría empatado: Chile nos ganaba en una contra o Perú lograba sacar el partido adelante gracias a Reyna y Farfán. Felizmente se cumplió lo segundo y los festejos no se hicieron esperar. Durante más de 15 minutos la emoción de las personas no se movió de las tribunas y el Nacional solo era un paisaje de sonrisas y buen humor. Una vez fuera del estadio y satisfecho por el resultado, se tenía que refrescar la garganta hasta las últimas consecuencias para despertar con otros aires por la mañana. (Mario Azabache).
El que lo vio en la casa: Sufriendo como nunca, gozando como pocas veces
Tiempo atrás (cerca de un mes) había planeado poder ver este partido desde las tribunas del estadio Nacional; sin embargo, algunos imprevistos impidieron que ello ocurriera, por eso otra vez tuve que ver un partido de la selección desde la casa. Aprovechando el pequeño negocio familiar, observé el partido con algunos concurrentes, amigos y por supuesto con la familia. Como hace mucho no me ocurría, el nerviosismo y la ansiedad se apoderaron de mi previo, durante y que decir sobre el final del partido. Durante el entretiempo, que aproveché para escribir algunos tweets, escuchaba a mi padre refutarle en más de una vez a unos amigos, que el partido lo ganábamos sí o sí y que estaba bien haber mantenido el cero, porque, haciendo sus clásicos vaticinios, decía que el gol llegaba en los últimos diez.
Cuando noté que se jugaban los 80' y el tan ansiado gol no llegaba, por un momento recordé aquel partido en que le ganamos a Venezuela sufriendo sobre la hora (Corea-Japón 2002), por lo que la historia debía repetirse y así se dio. Cuando Yotún forzó y recuperó el balón, las palpitaciones crecieron y ni que hablar cuando Farfán la mandó al fondo: la expresión de júbilo fue total y los abrazos y los gritos de gol no se hicieron esperar. Ese gol superó aquellos que había gritado con tanta emoción en el pasado, más si en ese instante recordé el gol anulado de Reyna, que había gritado tanto en vano, en el reciente sudamericano Sub-20 ante el mismo rival. Tras ello quedaban los minutos más difíciles y angustiosos, y había que sufrir hasta el pitazo final, aunque tras el mismo la sensación de alivio fue total. Se ganó, con muchísimo sufrimiento, y eso lo que más importa. La ilusión con esta selección renació, estamos con vida y podemos lucharla; eso sí, hay que corregir muchos errores, porque ahora más que nunca el margen de error es mínimo (Juan Jesús Llerena).
El que lo vio en el trabajo: Entre la euforia y la compostura
Y bueno, en esta oportunidad me tocó ver el Perú - Chile en un ambiente tan singular como el partido mismo: acompañado por la gente de DeChalaca TV en las instalaciones de Willax TV. Como el rigor y la situación lo ameritaba, una serie de análisis tácticos, técnicos y estadísticos fueron parte de la intensa conversa en la interna, llegando al minuto 80 con el "Cristo en la boca" ante cada oportunidad desperdiciada por Pizarro o alguna intervención -buena o mala- de Raúl Fernández, esperando así el desenlace que tenía toda la pinta de 0-0. En plan de "echador", voy a decir que los señores Manuel Núñez, Kenny Romero, Ramiro Gálvez, Jaime Bussalleu y Fabrizzio Zúñiga gritaron el gol de Farfán a los 86' desaforadamente, mientras yo guardaba la ecuanimidad. Mentira, también me volví loco con el gol de ‘JF10’. En fin, lo cierto es que fue un partido inolvidable. Ojalá este sea el punto de partida para cumplir el sueño que tienen millones en esta parte del mundo: ver a la selección en Brasil 2014 (Aldo Ramírez).
El que lo vio con la familia: El extranjero
Como pocas veces, decidí ver un partido de Perú por Eliminatorias, y qué manera de hacerlo que acompañado de mi familia. Sin embargo, mientras la expectativa de mi madre y mis abuelos era grande, al punto de gritar y aplaudir antes del cotejo, mi comportamiento fue frío. No quería ilusionarme con un buen juego de la blanquirroja, mucho menos deseaba embarcarme en el frenesí de un hincha apasionado que se lamenta ante cada jugada desperdiciada o cada decisión arbitral mal piteada. Durante los noventa minutos contemplé el partido sentado en el sofá, en silencio. Sí, aunque cueste creerlo, no me dio un paro cardiaco cuando Fernández cometió un penal que no fue sancionado en el inicio del cotejo, no me inmuté cuando Pizarro falló un gol cantado ante el arco de Bravo, tampoco entré en desesperación con el correr de los minutos ni invoque a Dios para que iluminara a Sergio Markarián y éste decidiera poner a Yordy Reyna… y finalmente no exploté de júbilo cuando Farfán metió el gol en el minuto 86, ya que era sabía que todavía faltaban 4 minutos y el tiempo adicional para el final.
Ya con el pitazo final, solo atiné a despedirme intempestivamente de mi familia. Salí y empecé a caminar por las vacías calles de Jesús María. Y cómo es, un triunfo de Perú, sirvió para alegrar a una ciudad gris, la cual soporta diariamente el disgusto de sus habitantes por el tráfico, la inseguridad y mil problemas más. Como señalé en anteriores oportunidades, yo no soy un hincha ferviente de la selección ni tengo fe en la clasificación al mundial, pero ayer anhelé que la blanquirroja pudiera dar más triunfos, que más allá del tema deportivo y estadístico, sirven para reanimar a una ciudad que pareciera desfallecer con el paso de los días. Gracias Perú, gracias muchachos (Alonso Cantuarias).
El que lo vio con los amigos: Sentimientos compartidos
Con una pantalla plasma, una amplia gama de bebidas para todos los gustos y la buena compañía de los amigos, viví un Perú - Chile diferente. Con las espinas clavadas de los últimos dos cotejos por las Eliminatorias y el último partido del Sub-20, este cotejo se vivió con sed de revancha. No había opción: se tenía que ganar sí o sí. Pese a no encontrarme en el estadio, el himno nacional fue cantado de pie por todos en la sala. Los gritos tampoco se hicieron esperar. Y cómo no hacerlo: jugaba Perú y era menester dar rienda suelta a las emociones, más aún cuando la presión era inmensa. Con un primer tiempo para el olvido, las discusiones tácticas sobre lo que debería hacer Markarián para revertir el partido no se hicieron esperar entre mis amigos. Así, los nombres de Reyna, Ávila, Mariño y Retamoso desfilaron por los argumentos de cada uno de los presentes, con un mayor énfasis en algunos casos. Igual, el deseo era el mismo: sobreponerse al mal PT y ganar.
Durante los segundos 45 minutos, todos nos adentramos en una montaña rusa, donde el ida y vuelta de ambos equipos nos mantuvo al borde de un paro. Felizmente Fernández logró mantener el arco invicto y Farfán apareció más providencial que nunca para darle una esperada victoria a la blanquirroja. El punto negro de mi noche fue que no pude dar rienda suelta a mis festejos debido a una extensa jornada sabatina de clases. Sin embargo, la sonrisa en mi rostro no me la quitará nadie y pude decir más fuerte que nunca ¡ARRIBA PERÚ! (Diego Rodríguez).
Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.com
Fotos: Photosport, ANFP, Luis Chacón / DeChalaca.com

SALIMOS Y MI NOVIA ME DIJO... "POR LO MENOS LES GANAMOS A ESOS ATORRANTES"... LO QUE ME CAUSO MUCHA GRACIA.
LUEGO A MEJORAR LA GARGANTA DESTRUIDA POR EL GOL.