El duelo entre dirigentes de 1950: Bate que te bate

En el Perú, las afrentas de hecho o de palabra siempre han ocupado espacio en el quehacer nacional, incluso en el fútbol mismo. Actitudes en la tribuna como las de Alfredo González -ex presidente de Universitario- en la década de los noventa; o las afirmaciones de Julio Vásquez Cárdenas -vicepresidente de Real Garcilaso- en contra de Sporting Cristal y los jugadores de su propio equipo, terminaron en una mera anécdota, sin mayor consecuencia para sus protagonistas.
Pues bien, hace 65 años el ambiente deportivo peruano se comportaba de otra manera, sancionando sin mayor miramiento a quien fuera responsable de una acción impropia que fuera comprobada. Y en ello no había cargo que se salvara, incluídos los dirigentes de los clubes.
Revuelta viajera
Desde Europa hasta América, los duelos para salvar el honor fueron práctica común durante varios siglos. Algunos fueron célebres, como por ejemplo el que en 1952 protagonizó en Chile el ex presidente Salvador Allende, quien por entonces ocupaba un escaño en la cámara del Senado chileno, pero muchos otros quedaron sepultados por el olvido. En Lima, uno de estos casos se presentó cuando una simple gira al exterior acabó en una sanción de por vida al presidente de Alianza Lima.
Desde que en 1945 asumió el cargo, el puesto más alto en la directiva íntima recaía sobre Augusto Mulanovich Nugent. Y fue durante su mandato que en julio de 1950 llegó a la capital un dirigente del Bolívar de La Paz con la intención de pactar un encuentro amistoso en la ciudad boliviana. Para ello, el presidente aliancista, antes que realizar un trato directo de club a club, decidió otorgar poderes de representación a un empresario que respondía al nombre de Pedro Becerra, quien se comprometía a asumir los gastos del viaje y estadía del primer equipo blanquiazul, además de pagar un monto específico por cada partido disputado.
En el papel, el empresario se presentó ante la Federación Peruana de Fútbol como un simple apoderado que iba a realizar las gestiones del caso, lo que le permitió obtener la autorización del ente rector para finiquitar la gira -un requisito obligado por entonces-; pero la realidad era otra, pues a cambio de sus servicios, Becerra recibía pagos de Alianza. En la actualidad, tal acción no tendría nada de irregular, pero por esos años la intervención de personas ajenas al club a cambio de un beneficio económico, era algo que estaba expresamente prohibido por el reglamento de la FIFA y por acuerdos en la FPF.
Ya con los hechos consumados, y ante una denuncia formal presentada el 2 de septiembre por Filiberto Nagaro -socio, dirigente y ex delegado aliancista ante la Asociación Nacional de Fútbol-, se organizó una comisión especial para investigar el caso. Con documentos recabados durante esos días, viajando incluso a La Paz para confirmar la información con el propio presidente del Bolívar, la FPF encontró culpable a Mulanovich y al secretario del club, Enrique Landa, de atentar contra los intereses de su club, inhabilitándolos de por vida para ejercer cualquier cargo en el ámbito deportivo.
Frágil equilibrio
La noticia, que se mantuvo en reserva al inicio, se conoció recién el 14 de septiembre cuando se hizo público el Boletín Nº1396 de la FPF. Sin embargo, en segunda instancia tras la apelación de Alianza Lima, el Comité Nacional del Deporte (actual IPD) redujo la pena a diez años para Mulanovich y dos para Landa. Lejos de reconocer la benevolencia de tal medida que lo favorecía, Mulanovich la emprendió en contra de su autor, Leopoldo Molinari Balbuena, quien como presidente del CND empleó términos que no fueron de su agrado en el informe final.
Aludir a la moral en el texto publicado le costó a Molinari ser emplazado por el presidente aliancista, quien le envió sus “padrinos” para acordar los términos de un duelo con el que pretendía resarcir su honra. Aunque su primera reacción fue renunciar al cargo para poder así aceptar el duelo sin perder la autoridad que ejercía, el CND ratificó a Molinari, lo que llevó a que se formara un Tribunal de Honor para dirimir las diferencias y ver si el reto se llevaba a cabo o no.
A todo esto, en Alianza se plantearon la situación de tener que elegir a un nuevo presidente, para lo cual un grupo de jugadores, encabezados por el arquero Teódulo Legario, fueron a la residencia del general José Vásquez Benavides -ex presidente blanquiazul entre los años 1942 y 1944-, para pedirle que reasumiera el puesto. Así, el 20 de septiembre aceptó el encargo, ratificado días después por toda la plana aliancista.
El siguiente capítulo se dio el 26 de septiembre en el Club de La Unión, donde se reunió el tribunal elegido de común acuerdo con los padrinos de ambas partes, el mismo que apeló al Código del marqués de Cabriñana, una guía con artículos en los que se dictaban las ocasiones en las que resultaba válido efectuar un duelo. Ese mismo día se terminó por desvirtuar el enfrentamiento, porque se llegó a la conclusión de que el CND no había hecho más que cumplir con su función como autoridad nacional.
Los representantes de los contendores aceptaron sin miramientos la decisión, firmando un acta en la que ratificaban la resolución del caso. Luego, la información sobre lo que pasó en los días siguientes se pierde entre las noticias sobre el acontecer deportivo peruano. Aún así, se tiene la certeza de que el asunto no tuvo mayor consecuencia entre los involucrados: por un lado, Molinari Balbuena se mantuvo en su cargo hasta 1952, cuando lo reemplazó Juan Sedó; mientras que Mulanovich Nugent cumplió con la sanción, al cabo de la cual volvió a ser presidente de Alianza Lima entre 1961 y 1972, el periodo más largo en su historia.
Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.com
Recortes: Libro de Oro de Alianza Lima / El Comercio, diario La Crónica
