Canchas militarizadas: La pelota se desmancha

El fútbol es el reflejo de la vida y al serlo tiene la semejanza de tener momentos espléndidos comparables con la obtención de un campeonato: el placer de una vuelta olímpica, por ejemplo. Sin embargo, el fútbol, como la vida misma, también posee momentos oscuros que muy probablemente deberían ser olvidados.
La mudanza de Inti Gas para recibir a CNI en el estadio Manuel Eloy Molina Robles de Huanta, de reciente reinauguración, hace propicio recuperar aquellos episodios en que los campos de fútbol han servido para las torturas y muertes de personas. A continuación algunos de los casos más oscuros, y no necesariamente conocidos.
El gol más deshonroso
Chile fue testigo de uno de los episodios más terribles que ha albergado un campo de fútbol. En medio de la dictatura militar encabezada por Augusto Pinochet, entre el 12 y el 13 de setiembre de 1974 las fuerzas militares chilenas decidieron habilitar el Estadio Nacional de Santiago como un centro de detención. Dicho escenario se convirtió, con el transcurrir de los días en el campo de detención más grande del país al tener unos 7,000 detenidos al día 22 de setiembre, según datos de la Cruz Roja Internacional.
Los testimonios de diversas personas que estuvieron en aquel lugar dan cuenta de la deplorable situación que vivieron las personas recluidas, muchas de ellas sin razón alguna. Los detenidos pasaban las noches en los camarines y en el salón de la torre de prensa, lugares que carecían de las condiciones mínimas para alojarse. De igual forma, todos los detenidos permanecían en un régimen de incomunicación, lo cual impedía las visitas de familiares o abogados, y en general de personas provenientes del exterior. Además, dentro del estadio se llevaron a cabo diversas prácticas que atentaban contra la integridad de las personas.
No obstante, a pesar de la situación que vivía en el principal estadio mapochino, el régimen militar de Pinochet se dio el lujo de llevar a cabo un partido de fútbol oficial teniendo a cientos de detenidos en el reciento deportivo. Dicho encuentro era nada más y nada menos que el partido que podía definir la clasificación de Chile al Mundial de Alemania 1974. Para lograr la clasificación, luego de haber superado a Perú en las Eliminatorias Sudamericanas, el seleleccionado mapochino debía superar a la Unión Soviética en un repechaje de ida y vuelta.
El partido de ida se había disputado en Moscú, solo diez días después de un levantamiento que produjo una ola de muertes y detenciones en Santiago. Sin embargo, las noticias que llegaban a la URSS desde Chile acerca de lo ocurrido eran confusas, por lo que el partido se desarrolló con normalidad, acabando el choque con un resultado de 0-0.
Para el encuentro de vuelta, que debía disputarse en la capital chilena, el 21 de noviembre, las informaciones periodísticas acerca de las torturas sistemáticas de militantes socialistas así como la muerte de Salvador Allende ya habían trascendido en todo el mundo. A raíz de esta situación, la Unión Soviética emitió un comunicado por el que anunciaba que se negaba a jugar en un estadio que había servido de campo de concentración, torturas y ejecuciones, y apelaba a la FIFA para que no consintiera que un estado que permitiera tales actos pudiera organizar partidos.
Pese a ello, la FIFA, en una de las decisiones más polémicas y quizá deplorables de su historia, dio luz verde al encuentro. Ante ello, Unión Soviética se negó a participar del encuentro. Así, aquel 21 de noviembre de 1973 se dio uno de los espectáculos más lamentables que se recuerden, que se bautizó como “la tarde más triste del fútbol”. Los jugadores mapochinos saltaron al campo sin ningún rival enfrente, y marcaron, en los pies de Francisco 'Chamaco' Valdés un gol simbólico para celebrar su clasificación para el Mundial por walk over de los soviéticos.
Hoy, el estadio de Ñuñoa ha dejado atrás ese tiempo de horror. Rebautizado como Nacional Julio Martínez Prádanos, en homenaje a quien fuera un adalid del periodismo deportivo chileno, está en plena remodelación. Con una inversión de 20 mil millones de pesos chilenos, adoptará una modernísima forma, similar a la del estadio Olímpico de Berlín. Dejará, además, de lado las rejas, en una señal de modernidad y civilidad y al estar rodeado por una fosa de 3.20 metros de profundidad.
Infiernos contemporáneos
Más cerca en el tiempo, recientes dictaduras o conflictos han utilizado estadios en la misma línea que el régimen pinochetista. Por ejemplo, en medio del golpe de Estado que vivió Honduras a mitad del año pasado, los líderes de la revolución tomaron posesión del estadio de béisbol Chochi Sosa de Tegucigalpa para convertirlo en un campo de concentración de prisioneros. Pero el fútbol también ha pasado por problemas parecidos.
Así, a finales de 1999 representantes de la Liga Democrática de Kósovo (LDK) y el Ejército de Liberación de Kósovo (ELK), así como el entonces ministro de Defensa alemán, Rudolf Scharping, denunciaron públicamente la existencia de campos de de concentración en Kósovo que estaban llevándose a cabo con supervisión del gobierno serbio. Dichos campos estaban ubicados nada menos que en los diferentes estadios de la convulsionada región. Uno de los escenarios principalmente empleados para estas deplorables prácticas fue el estadio Shahin Haxhiislami de la localidad de Pec, lugar donde hacían las veces de local los cuadros KF Besa y el KF Shqiponja. La mayoría de las personas confinadas en aquellos escenarios era gente acusada de conspirar con los grupos revolucionarios para la separación de Kósovo del territorio serbio. De igual forma, se denunció que dentro de los recintos deportivos se llevaban a cabo las ejecuciones de los prisioneros.
Así, la Raiffeisen Superliga, máxima categoría del fútbol de Kósovo, tuvo que ser paralizada en el año 1996 por causa de los problemas internos que afectaban la región, razón por la cual los estadios dejaron de albergar partidos de fútbol. Hoy, felizmente, la situación se ha revertido con creces: el KF Besa fue tricampeón del fútbol de Kósovo entre 2004 y 2007.
Huanta renace
El Perú no ha sido ajeno a los episodios de torturas y ejecuciones clandestinas en los estadios de fútbol. Durante los primeros años de la lucha terrorista, precisamente en 1984, numerosos pobladores de la localidad de Huanta, en Ayacucho, fueron torturados e incluso ejecutados por una Base Contrasubversiva de la Marina de Guerra del Perú, jefaturada por el capitán de corbeta Álvaro Artaza, el tristemente célebre 'Comandante Camión'.
Dicha base tuvo como centro de operaciones el estadio Municipal de Huanta, más conocido como el 'Coloso de Matará'. La mayor parte de las personas conducidas al estadio era apresada en las calles de la ciudad. Estimaciones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación calculan en 302 las detenciones y desapariciones que se produjeron en Huanta entre 1983 y 1985, lo que la convierte en la localidad con mayor número de violaciones de derechos humanos en la época del terrorismo.
Hoy, el panorama ha cambiado de modo feliz. El último 23 de abril, se reinauguró el estadio de Huanta con una inversión de 1.18 millones de soles por parte de la Municipalidad Provincial, y se lo ha rebautizado como estadio Manuel Eloy Molina Robles, en homenaje al fallecido ex alcalde de la localidad en cuya gestión se construyó el estadio. Para la ceremonia, se invitó al plantel de Inti Gas a enfrentar al seleccionado de Huanta, y se convenció al presidente Rofilio Neyra y al técnico José 'Chepe' Torres de jugar allí algunos partidos del Descentralizado. Así, la primera cita es este sábado 15 de mayo frente al Colegio Nacional de Iquitos: gane quien gane, el fútbol le habrá anotado un nuevo gol a la violencia y la muerte.
Composición fotográfica: Gian Saldarriaga / DeChalaca.com
Fotos: armoniahuanta.blogspot.com, imageshack.us, cervigon.eu
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