Maximiliano Cincunegui: Goleador de segunda
En 1990 el Perú era un país castigado por la hiperinflación, el terrorismo y todos los males que el diablo pudo inventar. En medio de la crisis, llegaron un día al Jorge Chávez cuatro argentinos. La gente bien pudo haberlos confundirlo con algún cuarteto de bailanta que llegaba a brindar algo de alegría ante tanto infortunio. Pero no. Eran los nuevos jales de Sporting Cristal. Uno de esos se llamaba Maximiliano Cincunegui, era delantero y esta es su historia.
Composición fotográfica: Carlos Vela / DeChalaca.com
Si la generosidad no viene de un compatriota, entonces de quién. Los tocayos Oscar López y Oscar Cavallero habían escapado de la crisis argentina para hundirse en una aventura aún más temeraria: perderse juntos en una tierra extraña y hostil. Vamos, eran mediados de 1989 y Lima no era precisamente un espacio para el nirvana: bombas, hiperinflación, maquinita, Ocoña y apagón eran vocablos habituales al quehacer cotidiano. Motivos suficientes para que el dueto técnico se sintiera muy solo en sus primeros seis meses al mando de Sporting Cristal.
Sumergidos en esa soledad, para 1990 las cosas debían cambiar. Así que los entrenadores decidieron convocar a cuatro connacionales que, si no futbolistas, fueran al menos buenos contertulios entre mates y algún Merlot. La directiva celeste les trajo cuatro: Carlos Argüeso (defensa), Juan Carlos Kopriva (volante) y los delanteros Pedro Julio Galván y Maximiliano Roberto Cincunegui. Aunque por méritos bien ganados, cualquiera de ellos -quizá con excepción de Kopriva- podría integrar esta sección de ilegalidad, se ha optado por incluir en esta al último de la lista. Cuestiones de espacio que el lector sabrá comprender.
MAXI MÁXIMO
Maxi, nacido en 1964, fue un jugador de segunda. Con "s" minúscula o mayúscula, según la afinidad que hacia él se tenga. Memoriosos hinchas argentinos lo recuerdan como infatigable goleador de los torneos de ascenso de su país -algunos de forma patológica-, sobre todo con las sedas del Deportivo Armenio, del que fuera goleador e ídolo máximo al anotar el gol que le permitió a este equipo el título de la B en 1986. En el Nacional 'B', jugó además por All Boys, Tigre, Colón de Santa Fe y Arsenal de Sarandí. Su instinto asesino frente a las redes, sin embargo, solía diluirse cada vez que llegaba a un equipo de la 'A. Su paso por Vélez y Platense dejó un saldo de 17 goles en 116 partidos (14% de efectividad). Por razones que ni el fútbol ni su currículo permiten explicar, también llegó a recalar en el América de Cali y en el Nacional de Montevideo. Pero fue en el Deportes Quindío de Colombia donde vivió sus mejores horas alejado de su hábitat natural, la 'B'.
No se crea que la rompió, no. Pero al menos formó parte de uno de los equipos 'Milagro' (así se conoce al Quindío) más recordados de su historia. Como señala un memorioso hincha colombiano, hasta 1997 no se volvió a ver a un Quindío tan vistoso, quien resalta además que las figuras de este equipo fueron Prono, Campagna, Erramuspe, Peluffo. ¿Y dónde entra a tallar Cincunegui? Pues en la siguiente frase: Hasta Cincunegui hizo sus golcitos; definición tan condescendiente como lapidaria. El vaso medio lleno o medio vacío.
DE REGRESO A LA PAMPA
En Lima solo registró la friolera de un gol en el partido en que los celestes sucumbieron en casa frente al Colo Colo de Chile (1-2) por la Copa Libertadores. Después nada. Llegó el mes de mayo y, tras la prematura eliminación copera, la dupla López-Cavallero tuvo que regresarse a un país que empezaba a ser gobernado por las patillas de Menem. Naturalmente, el 75% de la argentinidad flamantemente importada por Cristal (Argüeso, Galván y el propio Cincunegui) también corrió ese camino.
Tras unos años resistiendo el retiro, Cincunegui se convirtió en entrenador. Su debut se produjo en el que posiblemente sea el único equipo que le guarde grata recordación; o recordación a secas, que ya es suficiente: el Deportivo Armenio. Cincunegui asumió su conducción aproximadamente a mediados de 1998, y se sostuvo en el cargo hasta abril del año siguiente. Allí ocurrió una cosa curiosa. Cincunegui fue destituido y, a falta de un reemplazante, el presidente del Armenio, Noray Nakis, se autodesignó como técnico del equipo por unas cuantas semanas.
Después fue poco lo que se supo de él. Hasta que en enero de 2006 se lo logró ubicar como asistente técnico nada más y nada menos que del Pepe Basualdo en El Porvenir, otro equipo del ascenso. Cincunegui incluso llegó a tomar la conducción del primer equipo por una fecha, cuando Basualdo no pudo dirigir un encuentro al encontrarse asumiendo responsabilidades más urgentes: a saber, un partido de Fútbol 8 en Copacabana. La modestia, sin embargo, no le fue ajena al ex delantero rimense luego de que su equipo ganara en esa feliz jornada: El equipo lo armó Basualdo y yo solo di la charla. Aquel plantel también lo integraban Roberto Larrubia, ex preparador físico de la U, y Héctor Almandoz, ex defensor del Melgar cuya ilegalidad posiblemente permita algunas líneas futuras. Paciencia, estimado lector.
Fotos: deportivoarmenio.com.ar, revista El Gráfico Perú, fotolog.com, copamustang.com

Cosa que ocurre con muchos jugadores.
Otro detalle de CINCUNEGUI, era cinturon negro de Karate, sin mal no recuerdo.
Suerte y saludos