Composición fotográfica: Gian Saldarriaga / DeChalaca.comDiez años han pasado desde la última final con clásico. Esta circunstancia histórica permite analizar cómo han evolucionado las variantes tácticas entre las propuestas de los compadres de aquella época con las que ofrecen en sus versiones 2009.

 

La rapidez de venta de las entradas augura una vibrante final, la cual se puede observar de diferentes modos. Lo más común -cuando no se vende con el escándalo- es compararlo con la última acontecida por ambos equipos: la final de 1999, hace ya 10 años.

En esta final habrá infinidad de duelos. Desde el clásico directo, el de Costas ante Reynoso, el de Solano versus Montaño, el de Garrita contra Quintín. En el choque de técnicos, en particular, aparecen diferentes factores que reencarnarán el de hace una década: el Jorge Luis Pinto contra la dupla Roberto Chale - Luis Reyna.

Importando variantes

Aquel 15 de diciembre de 1999 en el Estadio Nacional, los destinos jugaban balanzas diferentes. Alianza Lima venía embalado, aunque inmerso en una incógnita futbolística que había trastocado la conducción técnica de Édgard Ospina, quien había sido reemplazado por el también colombiano Jorge Luis Pinto, héroe del campeonato íntimo de 1997, aquel logrado tras 19 años de sequía.

Pinto, quien logró el pase a la final rubricando el título del Clausura, optó para la final por lo más seguro y mandó a la cancha un equipo cumplidor de acuerdo con lo que sus hombres estaban rindiendo en las últimas fechas. Bajó a Sandro Baylón a la zaga central pese a que se había estado empezando a acomodar de volante de marca. Apostó por las ganas del ‘Churrito’ John Hinostroza, quien había sido titular solo ese año con la blanquiazul. Waldir Sáenz, que había jugado buena parte de la campaña como volante ofensivo por izquierda y daba más vértigo a los íntimos con sus descolgadas, volvió a su hábitat natural: la delantera. Fue reemplazado en su sector por Carlos ‘Kukín’ Flores. Arriba, a Tressor Moreno le cambiaron el libreto: en vez de compartir sociedad con un David Chévez más tirado al centro del ataque -como había hecho buena parte del año con Claudio Pizarro, antes de su partida a Bremen-, tuvo que jugar con 'Wally', quien como el iba más bien abierto por un lado.

La final, además, fue una amenaza de amarga despedida para Christhian del Mar, pues al golero se le echó gran parte de la culpa de la derrota. Alianza no presumía de su defensa, y Javier Mosquera no era ídolo del Comando Sur; más bien, era considerado como el peor lateral derecho de los últimos tiempos victorianos.

Hoy, la historia para Gustavo Costas, quien como Pinto tiene mucho crédito en el banquillo blanquiazul, es distinta: no tiene mucho margen para elegir, pues ha afrontado serias lesiones en la previa. Las ausencias de Forsyth, Jayo y Velásquez desbaratan en cierto modo su sistema. 

Además, este Alianza Lima 2009, a diferencia del de hace una década, quizá dependa mucho de un solo hombre: Johnnier Montaño, y en su sorpresa sigilosa quizá aparezca el arma que pueda desequilibrar la final. De Aguirre es arriesgado emitir un juicio coherente, pues es capaz de lo mejor y lo peor; quizá el ‘Karioka’ Velázquez habría tendido a ser más efectivo, aunque las lágrimas muestren que no podrá estar presente.

La ausencia de Forsyth no está del todo mal cubierta, pues Libman alterna con regularidad y seriedad y en promedio es equivalente al titular. Quizá ahora la fuerza de Alianza Lima, a diferencia de 1999, sí resalte en la defensa: Solís y Contreras forman una zaga agresiva y con presencia. El lateral derecho luce, a diferencia del temible Mosquera, un Corzo que ya no acapara tantos titulares pero con perfil bajo asegura su lugar; que debe dejar de lado su futuro  y olvidarse de los reclamos de la hinchada. Sus proyecciones, pues, son un diferencial respecto del Alianza de hace 10 años: ahora los defensas son más carrileros y Corzo así lo entiende.

La ausencia de Jayo al medio puede ser la más significativa: alguien que guapee, que ponga el orden, que meta pierna fuerte en un partido que van a sobrar las polémicas, que se queje y maneje al arbitro. Ese Jayo que camina lento por la medular y cuya voz de mando hace una década, quizá, habría sido determinante en vez del mutismo del 'Motorcito' Reyes para evitar que a Alianza se le fuera de las manos un partido como el de la ida luego del grotesco error conjunto de Del Mar y Baylón, solo podrá gritar desde fuera de la cancha. Su reemplazo, pero sin conocimiento de causa, es el paraguayo González, un novato para este tipo de partidos y seguramente acompañado del polifuncional ‘Lalo’ Uribe. Quizá la máxima referencia al medio, ahora, sea el ‘Pato’ Quinteros -ausente en 1999-, pero su juego más se basará en avanzar metros e intentar los tiros desde lejos. La pelota parada también es un factor clave en el que Alianza tiene más potencial que hace diez años: esa vez solo pudo llegar al gol con una combinación rápida entre Chiquinho y Mafla en el partido de vuelta, y queda claro que hoy tiene más recursos e imaginación a su servicio.

¿Dos cabezas piensan mejor que un 'Cabezón'?

Diez años atrás, la dupla Chale-Reyna comandaba un equipo que tenía el campeonato del '98 en las espaldas y buscaba el bicampeonato. Un Universitario que con el Apertura ganado jugó relajado el Clausura, y al que no le importó que poco antes Alianza le hubiera ganado 3-2 y que le sacara cinco puntos de ventaja en el segundo torneo del año, ni que además lo superara en la tabla general -por lo cual, justamente, el cotejo de vuelta de la final se jugó en Matute, a diferencia de lo que ocurre ahora-.

Hubo varias claves en el encuentro, generadas también por el once crema. Desde la experiencia y presencia en el partido de Ibáñez, quien incluso obró el primer gol al sacar rápido un balón que Baylón cabeceó contra su arco, hasta la omnipresencia de ‘Chemo’ Del Solar, por entonces ídolo crema y ejemplo vivo de garra. Pasando por el caudillismo del ‘Puma’ Carranza, quien -en una de sus mejores temporadas- ponía orden y respeto en la cancha, la creatividad y velocidad de Grondona, y arriba dos cazadores del error rival como Eduardo Esidio y la ‘Foca’ Farfán, autores de los dos primeros goles. 

Actualmente, el Universitario de Juan Reynoso dista mucho de dicho equipo. Se puede equilibrar, salvando varias distancias, la importancia de Fernández en seguridad y experiencia en clásicos con la de Ibáñez. Pero ya desde la defensa las cosas cambian, Universitario ha venido jugando un claro 3-línea-3 con Galliquio y Galván como agentes de seguridad, y un Revoredo engrandecido. Quizá ahora en el clásico pueda optar a jugar con la clásica zaga de cuatro. Pero a diferencia de Alianza Lima, cuenta con menos proyección, salvo en las pelotas paradas y en las inspiradas revelaciones de Galliquio que avanza hasta que el raciocinio lo detenga. Distinta situación de cuando el ingreso del ‘Coyote’ Rivera en 1999 malgastó el físico de los aliancistas, pues él si hacía el subibaja constantemente, a diferencia de ‘Cuto’ Guadalupe.

En la medular, la 'U' también tenía una gran presencia: junto al ‘Puma’ marcaba Ciurlizza, que puede asemejarse al estilo de Rainer Torres. Pupilo de Carranza es ‘Toñito’ Gonzales, de quien se esperaba jugara si Reynoso se decidía por una marca ultrapersonal a Montaño, aunque a último momento habría quedado al margen por lesión. Como ‘Chemo’ no hay un jugador tan emblemático por tiempo en el club, pero su experiencia podría ser ejemplificada con la figura de Solano, tanto en pelota parada como en respeto. Grondona iría más por el estilo de ‘Fito’ Espinoza, pero con una catarata de diferencia en cuanto a trato al balón se refiere.

Adelante sí que la cosa varía. El Universitario versión 2009, si acaso ha tenido un déficit, ese ha sido el de no tener un goleador con creces, Labarthe estuvo en racha, pero ha bajado su nivel y recién con la llegada de Cerda el equipo ha recuperado nivel ofensivo pese a que este juega más bien de extremo. Alva puede ser irregular, pero se crece en partidos importantes, y Calheira podría quizá tener la gran revancha, aunque ni los más hinchas más garotos confíen en él. No existe en la 'U', pues, garantía segura de gol como la que proveía la dupla Farfán - Esidio, pues ahora el cuadro crema arma el ataque desde atrás.

Claves cambiadas

Como fuere, la gran diferencia entre ambas finales trasciende lo táctico: está relacionada con el tipo de definición, y evitando la inocencia es muy posible la conveniencia de un tercer partido para ambos equipos. Como se sabe, no importa si un equipo gana 1-0 en Matute y el otro lo hace 9-0 en el Monumental: igual el tercer partido existiría, pues la definición es por puntos.

Este pequeño detalle cambia mucho los planteamientos, pues a cualquiera de los equipos en Matute no les importaría, a priori, salir a buscar el resultado. Si logran marcar puede asegurar el partido, y en caso contrario sería igual si lo perdieran por uno que por equis goles más. Circunstancia muy distinta de la de 1999, cuando la 'U', con un 3-0 a favor en la ida, prácticamente liquidó la final y, en la vuelta en Matute, apostó a cerrar el partido con un defensivo 4-3-2-1 (con Grondona y Cantoro detrás de Esidio) para hacer correr los minutos y jugar con la desesperación aliancista.

Las distancias, pues, son tan abismales como los 120 meses que separan ambas definiciones. Entrenadores, presidentes, polémicas, ídolos han pasado por ambos clubes. Ahora ‘Chemo’ es repudiado hasta por el hincha más ferviente de Norte, y a Baylón, como obliga el post mortem, se lo recuerda como un gran e infalible defensor. Las tácticas se han modernizado, pero contraintuitivamente hay más dependencia en algunos jugadores; los partidos son más cerrados y la pelota parada cobra más importancia. Y al final, en un clásico nada está dicho ex ante, salvo que tanto Matute como el Monumental lucirán un marco espectacular.

Composición fotográfica: Gian Saldarriaga / DeChalaca.com

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