URSS 0 - Uruguay 1
El partido fue...
IRRITANTE. Y por doble motivo. Primero debido a que soviéticos y uruguayos llegaron muy poco o nada durante 120 minutos que, con el calor encima, supieron volverse a ratos soporíferos. En segundo término, porque el árbitro holandés Laurens van Ravens dejó pegar a las anchas, sobre todo a los uruguayos, lo que causó que la marca predominara sobre el dominio de balón y las escasas cuotas de talento que había en el campo, como la que podía aportar Anatoly Byshovets, estuvieran opacadas y condenadas a la exasperación por las patadas rivales, como más de una vez le ocurrió al enfadado delantero soviético. La cereza del agrio pastel la colocó el cuestionabilísimo gol de Víctor Espárrago, anotado luego de que Luis Cubilla sacara un centro cuando el balón ya había traspuesto la raya de fondo.
La Ficha
El Capo: Ubicación certera
Lo cerrado del partido tuvo que ver con imprecisiones pero también con labores impecables. Y la defensa uruguaya las cumple con creces hace rato. Porque si bien algunos de sus hombres -como Roberto Matosas- abusan del juego fuerte para llevar a cabo su cometido, otros, como el capitán Luis Ubiña, destacan por la anticipación y el certero despeje. El hombre de Nacional lideró a los suyos y fue principal responsable de que Byshovets -salvo en el gol que le fuera anulado- nunca pudiera disparar con limpieza al arco de Ladislao Mazurkiewicz.
Kazuki Ito: ¿Quién podrá defenderlos?
La verdad que si pegarles mediáticamente a los árbitros ha sido un deporte en los últimos días de este Mundial, el holandés Van Ravens se llevó los cartones llenos. Si bien apeló a las nuevas tarjetas amarillas desde temprano, eso en la práctica acabó significando una licencia para pegar, porque resultó notorio que no quería atreverse a ser el primero en mostrar una roja, por lo que los amonestados fueron quienes mayor violencia acabaron ejerciendo. Es incomprensible, por ejemplo, que Matosas no haya sido expulsado si las patadas posteriores que dio a su amonestación fueron peores. Al final, con la complicidad del guardalínea de la RDA Rudi Glöckner -dificultado para ver pues estaba al sector opuesto- validó un gol que debió anular pues Luis Cubilla le ganó la posición a Valentin Afonin cuando el balón ya había traspuesto la demarcatoria de fondo. Los soviéticos, a quienes -en la única decisión relevante correcta del juez- se les había anulado un gol poco antes, estallaron de la ira con la situación.
Composición Fotográfica: Alexander Macazana / DeChalaca.com