La naranja automática
Velocidad, técnica, efectividad, estética, oficio, suerte: Holanda ha logrado conjugar estos seis factores en la presente Euro. Ya pasó a cuartos. Ya clasificó primero. Ya demolió a los finalistas del último Mundial con dos goleadas. A menos que las expectativas se vuelvan una carga, el 4-1 sobre Francia permitió vislumbrar al gran favorito para llevarse el torneo.
¿Cada cuánto tiempo le mete Holanda un 4-1 a Francia?
Fotos: EMPICS
Con la salvedad de no haber visto el 'Fútbol Total' de Cruyff, Rensenbrink, Rep y Neeskens en 1974 y de tener apenas imágenes dispersas del equipazo de 1988 (con Van Basten, Gullit, Rijkaard), el autor de estas líneas confiesa haberse dado por bien servido: podrá contarle a sus nietos que ha visto jugar a una selección holandesa magnífica. En medio de estrategias y moldes irrompibles, de sangre fría y trajinados mecanicismos, Holanda le ha dado un poco de magia a estos tiempos. Se agradece.
SEIS PASOS PARA ALCANZAR EL ÉXITO
A riesgo de parecer un manual de autoayuda, es necesario esbozar los agentes del éxito holandés: porque golear a dos finalistas de un mundial ya representa un éxito anticipado.
La velocidad es el primero: ataca y contragolpea a toda marcha. Pese a emplear jugadores con perfil cambiado (Van del Vaart, Sneijder, al igual que Van Persie cada vez que ingresa), Holanda no pierde verticalidad, tiene salidas rápidas y calibradas, y no deja huecos.
Cuenta con técnica: su gran éxito radica en no perder calidad con el balón aún en circunstancias vertiginosas; su precisión a alta velocidad es envidiable.
Es efectivo: cuando llega, anota o crea peligro eminente; no desperdicia energías en ataques infructuosos y es versátil: puede anotar de balón parado como en el tanto de Kuyt (el primero) o en maniobras colectivas como en el gol de Van Persie (el segundo).
La estética es fundamental: no tiene a un '10', pero la funcionalidad que adquiere el equipo, y el permanente toque que ofrece, dan las suficientes cuotas de romanticismo. A eso se suman golazos, como los de Robben (el tercero) y el de Sneijder (el cuarto).
El oficio es clave: puede variar el esquema, puede sustituir a jugadores que cumplían un gran partido (como hoy lo hizo Kuyt) y puede incluir a otros que, no siendo las circunstancias tan adversas, acaban redondeando un partido: como hoy lo hizo Robben, que en solo 45 minutos se convirtió en la figura.
Por último, lo acompaña la suerte: el martes fue un gol en offside, hoy fue un penal no cobrado a favor del rival cuando la cosa iba apenas 1-0. Circunstancialmente, se ha visto favorecido por fallos arbitrales, lo cual no es argumento para minimizar su faena. Pero de que se ha sacado la lotería con los árbitros, no queda duda.
Además, juega y deja jugar. Sus rivales pueden tener momentos de muy buen fútbol -como los tuvo Francia 15 minutos antes del descanso-, pero no se deja vapulear. Y sabe reaccionar a su momento: no cualquier equipo se manda un 3-1 apenas un minuto después de que le acaban de descontar.
LE FALTA UN ASTRO
En medio de todas las constelaciones que existen en la cabeza de Domenech, falta una estrella. Esa es, naturalmente, Zinedine Zidane. Aunque tiene un funcionamiento colectivo bien trabajado, a Francia le falta el “jugador diferente”. Cuando el retiro le quitó a Michel Platini, el resultado fue traumático: los galos quedaron postergados de dos mundiales. Hay razones poderosas -empezando por el respeto a los procesos futbolísticos- que permiten pensar que la transición esta vez será más armoniosa. Pero de todas formas costará el sacrificio de un protagonismo excluyente.
Ni para Italia ni para Francia las goleadas en contra han sido para dramatizar. No fueron pasados por encima, pero sí fueron inferiores al rival en común que les tocó enfrentar. Ahora, tienen enfrente la revancha esperada, de la que solo uno saldrá con vida. Claro, si es que no se matan mutuamente.
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