La venganza es dulce y turca
La frágil esperanza suiza de clasificar tentando una hazaña en la última fecha se quebró súbitamente con un remate de Arda Turan que, tras desviarse en Müller, encontró el fondo de la red en el tercer minuto de adición. Un emotivo episodio más de una guerra eterna entre dos rivales que deja a Turquía, con el triunfo 1-2, aún con vida y al primer anfitrión fuera.
¿Por qué puede decirse que Turquía es un huésped incómodo?
Fotos: EMPICS
”La venganza es el manjar más sabroso condimentado en el infierno”, Walter Scott, escritor británico. El infierno musulmán de Estambul, ese que vio a su selección eliminada del Mundial 2006 a manos de Suiza con bronca incluida, se había mudado desde Oriente a Basilea, cuna del cristianismo occidental. Ni siquiera la copiosa lluvia pudo hacerle mella. Un contragolpe en las postrimerías, como anuncio de la muerte suiza, culminó en un disparo imparable de Arda, con la fuerza suficiente como para triturar, como a una copa de cristal, la última chance del local.
EL RELOJ SUIZO CONTROLA
Suiza salió indecisa en el inicio. Tenía la obligación de ganar para evitar ser eliminada pero no poseía la claridad necesaria, solo eran balonazos buscando la corrida de Derdiyok. En tanto, Nihat aprovechaba el ímpetu para la recuperación de sus compañeros e insinuaba alguna que otra ocasión. Pero bastó que creciera la intensidad de la lluvia a mediados de la primera mitad para que los de Jacob Kuhn refresquen sus ideas en ataque con Tranquillo Barnetta y Hakan Yakin. Salvo un remate de Arda Turan minutos después, Turquía no gozaría de otra situación.
Para entonces el campo se había convertido en una laguna. Un caprichoso charco era capaz de detener una veloz escapada o de contener un potente pase. En esa situación llegaría el primero del partido. A los 33’, un mal achique de la zaga turca dejó solo a Derdiyok para que ceda a la izquierda a Yakin, quien solamente tuvo que añadirla. Un sentimiento de tranquilidad invadía a los helvéticos.
Dos minutos después, el mismo Hakan se la perdería inexplicablemente frente al arco desguarnecido. No se sabía por entonces que las permisiones al delantero con raíces turcas caerían en saco roto al final del encuentro. Saint Jacob-Park, con una piscina en lugar de campo de césped, rugía con el pitazo que indicada el descanso. Y es que además la visita parecía haber perdido la brújula y probablemente no advertiría mayor peligro para el complemento.
EL INFIERNO DE LOS JÓVENES TURCOS
De una Turquía muerta, el técnico Fatih Terim hizo un cuadro feroz. Fue clave el ingreso del delantero del Fenerbahce, Semih Senturk, el verdadero '9' -tal como dice su camiseta- que los otomanos necesitan. Por ello, generaron la primera jugada de peligro en el segundo tiempo. Hakan Balta se sumó al ataque para conectar de cabeza un tiro libre, pero se lo impidieron con un empujón. Penal no cobrado en apenas 3' del reinicio.
Así, los locales, tal vez conscientes de la peligrosa actitud turca, se lanzaron a buscar el segundo. Tuvieron algunas opciones pero la energía ya era poca. Los pozos formados en el primer tiempo les habían comido las piernas en su despliegue físico. Momento preciso para el gol de empate: la tiene por izquierda Nihat Kahveci, se acomoda para su derecha y mete el centro que derivará en cabezazo imponente de Senturk.
Desde ese instante, el trámite del partido se convirtió en un calco del gol de la paridad, Suiza atacando y la visita defendiendo a ultranza, incluso con grandes atajadas de Volkan Demirel, que a pesar del gol local tuvo una muy destacada actuación. Ya cuando se juagaban los descuentos y las matemáticas eran requeridas para calcular la definición en la última fecha, un contrataque de Turquía quedó en los pies de Arda Turan, quien enganchó hacia adentro y sacó el latigazo que desvió Muller. Gol para gritarlo con el alma. El final menos esperado y que hizo pedazos las ilusiones coperas de la altiva Suiza fue, a su vez, el triunfo más añorado por Turquía entera, con esa enorme sed de venganza.
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