Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comLa Universidad César Vallejo logró el primer título de su historia sobre la base de una receta poco aplicada en el fútbol peruano: dar estabilidad a proyectos de entrenadores. Franco Navarro, nadie menos que el DT con el que el equipo descendió en 2005, es ejemplo icónico de lo atípico del caso.

Aun cuando el del Torneo del Inca sea un título menor a nivel de palmarés, el logro de la Universidad César Vallejo es significativo y relevante. Principalmente porque es, acaso, lo que en un proceso de evolución creciente de logros le correspondía. Es un club que ganó primero Copa Perú, luego Segunda División, luego clasificó a Copa Sudamericana y después llegó a Copa Libertadores; que hace mucho quiere ser campeón de Primera División, y que acaso lo logrará después de haber dado este paso previo que significa un título de segunda escala dentro de la categoría.

Orden en el progreso

La Vallejo ha sido extrañamente metódica en este tránsito. Intentó ganar la Copa Perú desde inicios de siglo: llegó a la final en 2001, a cuartos de final en 2002 y posteriormente campeonó en 2003 tras derrotar en final extra al DEA de Abancay. Después, en Primera, hizo dos campañas regulares, pero los crueles promedios, inventados en Argentina para dar estabilidad en la categoría a los clubes tradicionales en detrimento de los emergentes -pues incorporan un sesgo matemático adverso a los clubes que recién suben-, la mandaron a la baja en 2005.


Lejos de tirar la toalla por eso, la Vallejo acometió el reto de pelear la Segunda División. No hizo una buena campaña en 2006, cuando quedó novena de doce clubes. Pero en 2007 arrasó y campeonó para pegar la vuelta. Y ya de regreso en Primera, fue avanzando: en 2008 quedó sétima, y en 2009 y en 2010 ocupó el quinto puesto, lo que en ambos casos le dio acceso a la Copa Sudamericana. En 2011 afrontó un bache importante: en el certamen con menos fechas del siglo, no pudo recuperarse de un mal inicio y peleó la baja, para acabar en decimotercer lugar. En 2012, con el mismo comando técnico, fue tercero y llegó por primera vez a Copa Libertadores. En 2013 fue quinta y volvió a la Sudamericana, y en 2014 fue octava, pero mucho tuvo que ver que estuviera concentrada en el torneo continental, en el que avanzó hasta cuartos de final.

¿Cuántos clubes en el Perú siguen el derrotero ordenado de ir sumando logros poco a poco? La historia habla, por un lado, de equipos que surgieron siendo exitosos: Universitario ganó su primer título en su segundo año en Primera, Cristal campeonó en su primera temporada y San Martín pasó de pelear la baja en su primer año a comenzar a cosechar trofeos desde el cuarto. También hay otros equipos que tuvieron que esperar bastante para celebrar: Melgar o Cienciano, por ejemplo. Y hubo los que surgieron con éxito y luego demoraron en recobrarlo o no pudieron hacerlo, como Huaral o San Agustín.

Por eso, el caso de la Vallejo es distinto en el Perú: porque ha ido creciendo en años de la mano de éxitos alineados con esa evolución.

Orden en la estabilidad

Víctor Rivera fue uno de los pocos técnicos que pasó por César Vallejo desde su ascenso a Primera (Foto: Fuerza Vallejo)

Factor distintivo para la Vallejo en ese tránsito evolutivo ha sido contar con pocos entrenadores: sostener la muy atípica filosofía para el Perú de mantener proyectos en el tiempo más allá de los resultados.

Desde su regreso a Primera, los poetas solamente contaron con cuatro entrenadores: Roberto Arrelucea (2008), Mario Viera (2008 a 2010), Víctor Rivera (2011 a 2013) y Franco Navarro (2014 a la actualidad), al margen de un breve interinato de Benjamín Navarro a finales de 2010. Aun considerándolo, es el club que menos técnicos ha tenido en ese lapso: cada DT, en promedio, le dura a la Vallejo dos temporadas, cuando la media de un proyecto futbolístico en el Perú justamente antes del regreso de los poetas a Primera, en 2007, fue estimada aritméticamente por DeChalaca en seis meses.

Pero lo más llamativo no es solo que a la Vallejo los técnicos le duren bastante, sino las circunstancias en las que eso ha ocurrido. Se comentó antes el caso de Víctor Rivera, quien en 2011 salvó la categoría en la última jornada con un triunfo sobre Juan Aurich tras haber dirigido la campaña completa y, pese a eso, recibió la confianza de la directiva poeta para mantenerse dos campañas más. Y ahora resulta especialmente icónico el caso de Franco Navarro, quien fue el DT a finales de 2005 en la campaña en que la Vallejo perdió la categoría. A pesar de esa "mancha" en su CV, la directiva poeta volvió a confiar en él y soportó su proyecto más allá de que en 2014, por la distracción de la Sudamericana, el equipo se quedara fuera de alguna clasificación a torneos internacionales.

Franco Navarro se mantuvo en el equipo desde 2014. Hoy puede gritar campeón (Foto: Ovación digital)

El caso de Navarro, campeonando con un club luego de haber descendido con él, es sui generis en la historia de los torneos nacionales. Solo Juan José Tan con Municipal y Moisés Barack con Huaral experimentaron la curiosa dualidad de ser campeones y descender con el mismo club; pero en ambos casos, primero lograron los títulos (Tan en el Regional 1981 y Barack en el Descentralizado 1974) y luego bajaron (Tan en 2007 y Barack en 2006). Por eso, también, el caso de la Vallejo es distinto en el Perú.

Orden en la superación

Sin duda el modelo de Vallejo dista de ser perfecto. Jugadores con sueldos muy elevados han caracterizado sus presupuestos en las últimas temporadas, lo cual -dejando de lado absurdas observaciones que desconocen que el fútbol peruano se desenvuelve en un contexto de libre mercado- cobra un cariz riesgoso si no está acompañado de promoción de futbolistas. De los 14 jugadores que estuvieron en el campo en el día histórico que ha terminado dándole el título del Torneo del Inca ante Alianza, solo dos han surgido de sus canteras: Juan Morales y Víctor Cedrón. Pero ya es un avance respecto de años pasados, y resulta sintomático y hasta estimulante que un trujillano como 'Vican' haya sido el hombre que protagonizó el momento clave en la consecución del objetivo.

Víctor Cedrón, además de la revancha personal, pudo ser parte del título con la identidad de un canterano (Foto: Ovación digital)

En lo dirigencial, a pesar de que la Vallejo mantuvo el principio de sostener a sus técnicos desde que el manejo del club correspondía enteramente a la familia Acuña, solía proyectar una imagen esencialmente caudillista en su gestión. Luego, en una buena práctica de gobierno corporativo, optó por especializar la administración del equipo en la figura de un gerente: se eligió a Jean Ferrari, quien si bien es alguien con una personalidad a veces excesivamente apasionada, es ante todo una persona de fútbol y que vive para él antes que vivir de él. Y por encima de todo, es uno de los contados clubes que cuenta con un exjugador a cargo de la gerencia deportiva, como se estila en la mayoría de sistemas futbolísticos del primer mundo.

Pero si hay un aspecto en que Vallejo se ha superado a sí misma especialmente es en materia de coraje. Virtud que siempre se le espetó ajena para resolver situaciones en las que había que poner una cuota extra de esfuerzo para hacer respetar la camiseta y calentar el pecho. Pues bien, esta Universidad poeta del Torneo del Inca aprobó, al fin, ese examen final en el que solía irse a la bica. Contra Real Garcilaso guerreó hasta que la barrida de Riojas puso el balón dentro del arco para forzar los penales, tal como había agónicamente conseguido en aquellos 10 minutos vibrantes de noviembre pasado contra Bahía. Y ante Alianza, superada en orden y hasta con un gol en contra en el tramo inicial, suplió su desorden con carácter para pelear hasta conseguir el empate y luego, con el correr del segundo tiempo, transformar su ímpetu de modo progresivo en argumentos futbolísticos que le permitieron acabar ganando el partido con un golazo a ritmo de marinera como fue la palomita de Chávez.

Por eso, por superarse a sí misma en aspectos en los que siempre estuvo en deuda, esta Vallejo también es distinta en el Perú.

Por un análisis ordenado

Se puede discutir el modelo de la César Vallejo, pero ha demostrado que los proyectos funcionan (Foto: prensa Universidad César Vallejo)

Es dificil que el fútbol peruano, o el Perú más allá del fútbol incluso, puedan leer el éxito de la Vallejo y hacer el deslinde en el análisis respectivo del background político y empresarial de los Acuña Peralta, queridos por unos y más bien por otros no tanto. Pero si se hace un análisis estrictamente futbolístico, que es lo que a DeChalaca ocupa y corresponde, el modelo que ellos han no solo propuesto, sino fundamentalmente puesto en práctica, es diferente de lo que usualmente se hace en el Perú. Y se asemeja más al ideal de éxito basado en el crecimiento sostenible que a la aventura golondrina que, por ejemplo, regaló al fútbol peruano una alegría como la de Cienciano en 2003, basada esencialmente en el accidente y la casualidad felices.

Por eso, esta Vallejo ofrece al fútbol peruano, antes que una raza -concepto sensible y manoseable-, una traza distinta. Una forma de cosechar éxito de manera lenta pero ordenada y progresiva que parece lleva, a la larga, a finales felices con versos convertidos en marinera de fondo.

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Fotos: Fuerza Vallejo, Ovación digital, prensa Universidad César Vallejo


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