Colombia supo calmarse en un momento de dudas. Pese a los goles errados por Carlos Bacca -quien falló un penal-, reencontró el rumbo con un tanto de James Rodríguez -erró otro penal- y otro de Macnelly Torres y venció 2-0 a Venezuela con la comodidad esperada.

Al margen de las habilidades que diferencian a un equipo de otro cuando se los compara jugador por jugador, lo cual da pie a que pueda formarse un pronóstico sobre cuál es superior en el papel, un factor igualmente determinante es la jerarquía que se posee. En esa línea, Colombia demostró en Barranquilla cómo, cuando las musas no están, cuando tu referente goleador está bloqueado, cuando el rival te corta el juego con fricción durante un considerable lapso, cuando te dejan los goles servidos y no los concretas… “¿Goles que no haces, goles que te hacen?”; “¿jugamos como nunca, perdimos como siempre?”. No. Demostró que la jerarquía, la lucidez y el asumir con plena conciencia la mayor capacidad que se tiene sobre el oponente dan lugar a la paciencia requerida para plasmar en el trámite de un encuentro la superioridad calculada gracias al conocimiento de las fortalezas propias y de las limitaciones del rival.

La primera mitad comenzó con una Colombia que tuvo diez primeros minutos avasalladores ante una Venezuela confundida. El cuadro tricolor sumó hasta tres ocasiones clarísimas en esos primeros instantes, incluyendo una que le fue regalada a Carlos Bacca pero que éste no pudo convertir en gol. Así, pareciendo que el partido sería de trámite para la tricolor, poco a poco y más con voluntad que con habilidad, la ‘Vinotinto’ fue equilibrando la mitad del mediocampo con la eficaz pero no limpia labor de sus contenciones Tomás Rincón y Arquímedes Figuera, que empezarían a pegar y a cortar los circuitos de la elaboración cafetera haciendo olvidar esos primeros minutos de fluidez.

Pero cuando ya David Ospina había exhibido una gran estirada y un mano a mano que apagaron los incendios,  y el primer tiempo parecía terminar con una amarga y preocupante sensación en el estadio Metropolitano, hizo su aparición la sobriedad que derivaría en la calma colombiana absoluta: A los 47’+, James Rodríguez recibió un balón desde la izquierda de Carlos Bacca (quizá su única buena intervención en el encuentro); cuando iban a presionarlo, simplemente dejó correr el balón para girar, crearse el espacio y definir suavemente al palo izquierdo de Daniel Hernández con su pierna menos hábil. Las dudas colombianas a lo largo de 30 minutos se rompieron en ese solo instante de frialdad del capitán para poner el punto de quiebre del partido a favor de su equipo.

Tras la acción que cambió el porvenir de la disputa, el segundo tiempo tomó a una Colombia mucho más tranquila de cara al arco; Macnelly Torres, James Rodríguez y Luis Orlando Muriel de ofrecer una exhibición a las más de 40 mil almas en el coloso de Barranquilla. El 1-0 fue suficiente para adquirir la comodidad necesaria para no perder la brújula pese a una Venezuela que buscaba el empate y un inmenso Hernández que, además de sacar innumerables pelotas de gol, se daría el lujo de atajar dos penales (uno a Bacca y otro a Rodríguez).

De esta manera, el dominio volvió a pintarse solo de tres colores. Si bien no se hicieron todos los goles que la cantidad de ocasiones locales hubieran ameritado, todo terminó como se suponía que debía ser. Colombia supo reordenar sus ideas en los momentos de tensión, ser consciente de sus virtudes y saber que tarde o temprano, con la paciencia y la seguridad como premisas, todas tendrían que ir según su cauce normal.

Los goles

Foto: AFP


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La ficha del Colombia 2 - Venezuela 0

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