Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comPerú va al repechaje contra Nueva Zelanda tras una definición luchada pero con final feliz. Cuando se esperaba sentir la alegría de la afición por este objetivo conseguido, los comentarios se centraron en la falta de apoyo por parte de los que pudieron estar en el estadio Nacional.

Daniel Orrego | @dorrego1411
Redactor

Vivimos en una sociedad en la que la queja es una de sus actividades favoritas y en la que hacer escarnio sobre lo malo es la principal fuente de satisfacción para muchos. El último partido ante Colombia se llenó de actitudes dentro de lo que se denomina la “queja pasiva”: renegar de una situación sin llegar a proponer alguna solución o hacer algo al respecto. Muchos mensajes giraron alrededor de la “ineficacia” del sistema utilizado para vender las entradas, los precios “inconscientes” a los que llegó la reventa de tickets, la cantidad de “turistas” que asistieron al partido y la “vergüenza” que deberían sentir los que fueron al estadio por no hacer sentir la localía. Todos mensajes negativos y escritos desde fuera, desde la comodidad de sus casas, frente a sus celulares y sin aportar una sola idea para cambiar estas situaciones tan “indignantes”, según ellos.

La sensación dentro del estadio Nacional fue totalmente distinta. Al momento de hacer la larga fila para entrar, que tomaba en algunos casos casi dos horas, se notaba la ilusión por ver a la selección peruana jugarse la posibilidad de clasificar a un Mundial después de tantos años. Todos querían ser parte de este momento y, a pesar de que era claro que algunos pisarían por primera vez esas gradas, solo quedaba incitarlos a que se sumen al aliento que lideraba cada una de las barras oficiales o algún espontáneo hincha que coreaba algún cántico para animar a la bicolor.

El aliento fue constante durante los noventa minutos. Los que no se perdieron un solo partido de la blanquirroja en estas Eliminatorias pueden dar fe que se cantó más que otras veces; las voces sonaban más fuertes, tal vez motivadas por la oportunidad que tenían delante; las barras no cesaban cuando Perú no podía generar una ocasión de gol, y vaya si le costó llegar al arco de David Ospina, quizá porque se tenía consciencia de que el partido lo jugaban todos. Esto último fue importante ya que tras el gol de James Rodríguez la tribuna no se calló ni se cayó, funciona de las dos maneras en este caso, y fue un mensaje claro hacia los jugadores: “estamos aquí, somos parte de esto y confiamos en ustedes”.

El público en el estadio Nacional cumplió. (Foto: Andina) 

El respeto a la hinchada colombiana, tanto en la previa como en el canto del himno; el grito de gol, contenido por algunos debido a la confusión que se generó por el cobro del tiro libre indirecto previo al remate de Guerrero; la celebración final, aunque con cierta mesura por ser conscientes de que todavía queda un paso más por dar; dan muestra de un crecimiento del hincha peruano promedio que ya no se dedica solo a hacer olas o a gritar “ole” cuando su selección golea, sino que es consciente de su lugar y de lo que le toca hacer.

Puedes escribir un post sobre lo injusta que es la situación por darle la posibilidad de conseguir una entrada para un partido así a cualquiera y no a los “verdaderos hinchas” o puedes trasnochar frente a un cajero BBVA, amanecerte frente a tu computadora con la página web de Teleticket abierta o buscar otra forma de conseguir una de esas ansiadas entradas. Puedes vivir la emoción de corear el himno nacional a todo pulmón, saltar en cada momento que lo indique el bombo, abrazarte con desconocidos para celebrar una alegría o renegar desde tu casa o algún bar en vez de alentar desde donde sea que te toque verlo. La decisión es tuya.

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Fotos: Andina


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