Fallecimiento de Héctor Mathey: Mathey en la memoria
Roberto Castro | @rcastrolizarbe Director General |
El nombre de Héctor Eduardo Mathey Madrona (Lima, 15 de agosto de 1971 - Lima, 9 de mayo de 1991) evoca pocos recuerdos a los hinchas del fútbol en general. Los más acuciosos evocarán su participación en aquella Sub-20 que disputó, bajo las órdenes de César 'Chalaca' Gonzales, el Sudamericano disputado en Puerto Ordaz en 1991, en la que fue lateral derecho titular en todos los partidos. Los más fanáticos de Deportivo Municipal, sin duda, verán correr una lágrima por su mejilla cuando el apellido Mathey remita a una de las mayores tragedias humanas que enlutó a la franja y le significó la pérdida de una importante promesa de sus canteras.
Estadísticamente, Mathey es el único futbolista peruano que murió víctirma de la ola terrorista que flageló al país entre los ochenta y los noventa. Pero más allá de la causa de su muerte y del frío hecho objetivo, los absurdos que rodearon a la tragedia de mayo de 1991 remiten a problemas que hoy parecen superados para la logística de los entrenamientos de los clubes, y que los futbolistas jóvenes deberían conocer para estar preparados ante cualquier circunstancia.
Un objeto fatal
Al mediodía del jueves 9 de mayo de 1991, el plantel de Deportivo Municipal culminó sus entrenamientos rutinarios en el estadio Municipal de San Isidro, con miras al partido que debía sostener el sábado 11 contra Alianza Lima en Matute por la fecha 9 del I Regional Metropolitano. El grupo, dirigido por Ramón Quiroga, había retornado a ese escenario, ubicado en la avenida Del Ejército -allí donde en la actualidad se disputa la Liga Distrital de San Isidro-, después de dos días de entrenar por precaución en las instalaciones de El Olivar de Jesús María, ya que el lunes 6 se había registrado una amenaza de coche bomba en el Cuartel San Martín, ubicado al frente del coso sanisidrino.
Todo discurría con normalidad, con el plantel en vestuarios cambiándose y duchándose para retornar a sus domicilios. La fatalidad comenzó a rondar cuando el capitán Juan Vidales encontró en la cornisa de una de las ventanas del vestuario un envase de desodorante. Curioso, comenzó a tomarlo con la mano y a juguetear con él, pasándolo a sus compañeros como si se tratara de una pelota. Lo tomó primero Alfonso 'Cococho' Reyna, y luego el zaguero Juan Mármol, quien incluso llegó a llevárselo a la boca. Los dos últimos lo volvieron a dejar tirado y comenzaron a subir la escalinata del vestuario. Segundos luego, el vicepresidente del club, Franklin Allemant -hijo de José Marcelo, entonces presidente de la institución-, volvió a tomar el artefacto y repitió el juego con el joven lateral Héctor Mathey; y súbitamente, el objeto de marras explosionó ante la estupefacción general.
Franja de luto
Producto de la detonación, Allemant hijo sufrió el desprendimiento del brazo derecho, el cual le debió ser amputado. Mathey cayó al suelo y fue trasladado al Hospital de Policía por una ambulancia del Cuerpo de Bomberos recién unos 20 minutos luego del suceso; llegó con un serio daño cerebral, que a las 15:10 le produjo un paro cardiorrespiratorio que le quitó la vida. Ramón Quiroga también debió ser intervenido por unas esquirlas que estuvieron a punto de alcanzar su columna vertebral, mientras que los jugadores Enrique Vega Centeno y Carlos Guillén sufrieron lesiones menores.
En el sepelio de Mathey, ocurrido al día siguiente en el Cementerio El Ángel, uno de los más afectados era el zaguero edil César Espino. El 'Gato' había sido uno de los sobrevivientes de la tragedia de Ventanilla, cuatro años antes, por una circunstancia particular: en el cotejo previo al viaje a Pucallpa, Alianza Lima enfrentó a San Agustín en el estadio Nacional. A 5 minutos para la culminación del encuentro, un encontrón con el jugador santo Carlos Castro derivó que el árbitro Carlos Montalbán decidiera expulsar a ambos. En ese momento Espino maldijo al réferi, sin saber que esa tarjeta le estaba salvando la vida. En esta ocasión, el 'Gato' había dejado el vestuario del estadio de San Isidro un minuto antes de la explosión por salir a tomar una gasesosa en las inmediaciones del campo de juego. En línea con su apodo, había demostrado tener más de una vida.
Investigaciones policiales posteriores descubrieron hasta dos artefactos similares más colocados en las instalaciones del estadio de San Isidro. Ellos podrían haber detonado en cualquier momento del entrenamiento edil, aunque no era Municipal el objeto del ataque terrorista. Sucedía que al parecer, la detonación del coche bomba en el cuartel San Martín se había frustrado por un aviso dado a la Policía por los guardianes del estadio de San Isidro, y aparentemente los terroristas -no se identificó bien a cuál grupo correspondió la acción- quisieron tomar venganza contra ellos dejando esas bombas caseras.
Las conjeturas seguirán con el correr de los años. Pero la desgracia fatal, como la de tantos miles de peruanos asolados por la irracionalidad que supo teñir de barbarie el país, ya había tocado al fútbol y a la familia edil. Que el recuerdo de Héctor Mathey, un joven de 19 años que lo único que quería era jugar al fútbol, sea un ejemplo de por qué el Perú nunca debe volver a desangrarse.
Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.com
Recortes: diarios La Crónica y El Comercio
escrito por Aguilag , May 09, 2016
escrito por Jerónimo , May 09, 2016
escrito por Juan Carlos Carrero Chigne , May 09, 2016
No al concepto de la violencia, sea de pensamiento o de acto. Viva el fútbol, viva la Vida y el recuerdo de aquel buen lateral. Aquel Muni dirigido por Ramón Quiroga Arancibia, que supo regalar tan buen fútbol, está en nuestros corazones.
Un abrazo.
escrito por Milagros , July 15, 2017