Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comEn 1933, cuando aún el fútbol en el Perú era netamente amateur, llegó una selección argentina formada íntegramente por profesionales, fruto de la escisión de entes en el fútbol rioplatense. Aquel equipo cayó ante Alianza Lima y derrotó a la Federación Universitaria, en el último partido de esta con su antigua denominación antes de convertirse en Universitario de Deportes.
Daniel Reátegui | @danielreateguiw
Redactor

Durante la década de los veinte del siglo pasado surgió en Argentina un debate entre quienes propugnaban por profesionalizar el fútbol, cada vez con mayor convocatoria en todas las clases sociales, y quienes preferían que mantuviera su condición de actividad recreativa para beneficio de la salud física y mental de quienes lo practicaban. Este debate -importado de una pugna entre ingleses y franceses, respectivamente- era portada de los principales diarios y revistas como El Gráfico, que apoyaba, aunque cueste creerlo, a los amateuristas: es decir, a quienes creían que pagar un salario a un deportista conllevaba a corromper la frase del poeta romano Décimo Junio Juvenal “mens sana in corpore sano”. En tanto, quienes enarbolaban la campaña por profesionalizar el fútbol consideraban que era justo pagar a quien brindaba un espectáculo los domingos, pues así se lo dignificaba y daba la posibilidad de no estar supeditado al ejercicio de algún otro oficio para sostenerse.

Sin embargo, a medida de que el fútbol alcanzaba masas, desplazando al boxeo y a la hípica, la postura de la revista deportiva más importante del continente varió, pues el fútbol pasó a ser su tema central. Empezó así a germinar la idea de que el espectáculo de los fines de semana mejoraría sólo en la medida que los protagonistas se alimentaran, entrenaran y se concentraran únicamente en la jornada dominical, para lo cual resultaba necesario otorgarles un dinero que disipara las preocupaciones de llevar el alimento a casa.

Potrero versus guita

Tras el subtítulo en la Copa del Mundo de 1930, el fútbol pasó a ser de modo definitivo el deporte más popular en Argentina, lo cual redundó en una mayor capacidad de negociación por parte de los futbolistas, conscientes de que sin ellos los domingos serían aburridos, por lo que se fueron a la huelga. Su plataforma de lucha se centraba básicamente en que les dieran el pase libre: esto es, que les permitieran trasladarse de un equipo a otro cuando así lo decidieran.

La selección argentina profesional que alineó en su primera presentación en Lima, ante Alianza. (Foto: diario El Comercio) 

El conflicto, que ya había escalado a nivel político se resolvió con la mediación del intendente de la ciudad de Buenos Aires. Y si bien los futbolistas no obtuvieron el dichoso pase libre, sí consiguieron que desde esa fecha su vínculo con los clubes quedara plasmado en un contrato, lo que consagró para siempre el derecho a recibir un pago por patear la pelota. Esto es, el fútbol dejó de ser una simple actividad recreativa: había nacido el profesionalismo en Argentina.

El problema con los jugadores se había resuelto, pero el quiebre institucional fue grande: los dieciocho principales clubes se escindieron y fundaron la Liga Argentina de Football (profesional), mientras que los clubes que querían seguir siendo amateurs permanecieron en la Asociación Argentina de Football. Así, en medio de la grieta que dividía el fútbol albiceleste, se formaron dos selecciones: una conformada por jugadores amateurs -que mantenía la representación FIFA del país- y otra por profesionales. Esta última comenzó a hacer giras por el exterior para legitimarse, y eligió el Perú como uno de sus destinos.

Oro de bienvenida

En Lima, que para aquella época ya era el Perú -y no solo porque así lo hubiera definido Abraham Valdelomar-, el fútbol también se había convertido en un espectáculo masivo; pero, a diferencia de lo que ya ocurría en el Río de la Plata, la discusión sobre amateurismo y profesionalismo no había surgido todavía. Pese a que antes de ser depuesto en 1919 el gobierno de José Pardo, había reconocido en todo el país derechos laborales claves, como la jornada de ocho horas de trabajo, al inicio de la década de los treinta los futbolistas peruanos aún eran netamente amateurs, lejos de ser reconocidos como protagonistas de un auténtico espectáculo, por lo que dependían de un oficio o actividad principal para subsistir.

El play de honor del duelo entre blanquiazules y albicelestes a cargo de Molly Villegas, hija del embajador argentino en Lima. (Foto: diario El Comercio) 

Por eso, la llegada del combinado profesional argentino, así definido, despertó tanta curiosidad como expectativa inicial en el público limeño. De hecho era apenas la segunda vez que una representación albiceleste llegaba a la capital, tras su visita en 1927 cuando ganó el Campeonato Sudamericano. No obstante, hubo un primer problema para que el espectáculo deportivo alcanzara ribetes masivos, a partir de una disputa de poder entre el Comité Nacional de Deportes y la Federación Peruana de Fútbol. Por ello, y pese a la invitación formal cursada por el primer ente citado tanto a la delegación visitante como a Alianza Lima para que el partido se llevara a cabo en el Stadium Nacional, finalmente se impuso la decisión de la FPF, a la cual estaba afiliado el equipo blanquiazul, por lo que el cotejo se llevó a cabo en el estadio Víctor Manuel III del Circolo Sportivo Italiano.

En una Lima en la que las distancias eran aún amplias, el hecho que el encuentro se haya programado en el campo ubicado en la avenida Brasil complotó contra el marco de bandera que merecía el match. Asimismo, el hecho que hubieran llegado noticias a la capital de que el combinado albiceleste no reunía necesariamente a todas las grandes figuras argentinas del momento y sobre todo que venía de una gira por Costa Rica en la que perdió sus choques ante Herediano y Orión generó cierta desconfianza sobre la calidad del espectáculo. En efecto, llegado el día, hubo poco público, dentro del cual se encontraba el embajador argentino en el Perú, Jacinto Villegas, cuya hija Molly dio el play de honor.

Los íntimos formaron con su ‘Equipo de Oro’ estelar: Juan Valdivieso al arco; Julio García y Alberto Soria en defensa; Julio Quintana con Filomeno y Domingo García al medio; Alberto Montellanos, Alejandro Villanueva, ‘Manolo’ Puente (refuerzo de Atlético Chalaco), Demetrio Neira y Jose ‘Cholo’ Morales. Los albicelestes saltaron al campo con Bouchet en el arco; Luis Carmona y Agustín Flores en defensa; Patricio Brady, Constantino Urbieta Sosa y Roque Calócero al medio; Ernesto Albarracín, Julio Benavídez, Porfirio Sosa Largo, Francisco Sponda y Salvador D’Alessandro en ataque. Lo curioso radicaba en que Constantino Urbieta Sosa, el as del cuadro rioplatense, era de nacionalidad paraguaya y había sido convocado por el DT Juan Doce por sus buenas actuaciones en Tigre. También era de origen guaraní el ariete Sosa Largo, de las filas de Chacarita Juniors.

Modos de intimar

Carmona despeja ante la mirada de Villanueva. 'Manguera' fue el guía de Alianza. (Foto: diario El Comercio) 

Luego de que el árbitro Alberto Benites tocara el silbato, el cuadro argentino fue el que tomó la iniciativa, desplegado rápidamente en campo íntimo y con pruebas de larga distancia, guiado siempre por Urbieta Sosa. Al ver el público que el elenco argentino imponía su juego y que los íntimos no reaccionaban, los silbidos no demoraron en llegar. Tal vez heridos en su orgullo, los locales, guiados por el ‘Maestro’ Villanueva, se llenaron de confianza y se acercaron al arco de Bouchet, a través de dos córners.

En una época en la que las disposiciones tácticas no eran rigurosas, inclinaba la balanza el equipo que tuviera mejores jugadores. En el caso de los íntimos, tuvieron tanto en Juan Valdivieso como en Villanueva las claves, primero, para soportar los embates albicelestes, y luego para asumir el control del juego. Lo de ‘Manguera’ fue importante porque era él quien iniciaba el juego de los blanquiazules, distribuyendo para los aleros y pisando el área para sacar el remate final. Así llegó el primero: pared entre el astro íntimo y Alberto Montellanos, para que la ‘Culebra’ reventara el arco de Bouchet.

En el complemento, el cuadro albiceleste salió decidido a buscar el empate y tuvo mucho que ver la labor de Urbieta Sosa, quien se impuso a la volante aliancista formada por Quintana y los dos García. Cabe señalar que el mejor estado físico de los rioplatenses se hizo notar en el arranque del segundo tiempo y, precisamente al acecho del arco de Valdivieso, una falta de Soria sobre Sosa Largo obligó al árbitro Benites a sancionar penal, ejecutado por Benavídez para decretar el empate.

El 'Doctor' Soria se anticipa a D'Alessandro, movedizo puntero argentino. (Foto: diario La Crónica) 

Los íntimos supieron sostener la arremetida de los argentinos, y tal como ocurrió sobre el final de la etapa inicial, en los 10’ finales volvió a aparecer el juego asociado y certero que ya había encandilado al público limeño, y que había llevado a los de La Victoria a ganar los títulos de Primera División de la Liga de Lima y Callao de 1931 y de la Liga de Lima en 1932. Así, a los 81’ una combinación entre Domingo García, ‘Cholo’ Morales y Demetrio Neyra terminó en un pase a ‘Manguera’, quien frente al arquero Bouchet, amagó irse hacia un lado para luego rematar al lado contrario. La ventaja acicateó a los íntimos: la volante cerró su zona, mientras que la línea ofensiva se encendió de tal manera que tuvo a raya al cuadro albiceleste. Eso provocó un tiro de esquina cobrado por Morales, quien de certero remate con chanfle consiguió un sensacional gol olímpico cuando corrían los 85’.

Los minutos finales encontraron a un elenco argentino desesperado por acortar distancias, mientras que los íntimos ya se habían enseñoreado, tras el fantástico gol del ‘Cholo’. Benites declaró el final del juego para que los íntimos levantaran la Copa Manuel Mujica Gallo, entregada por el propio personaje, a la sazón presidente de la FPF. El público limeño, muchas veces tan apático, fue generoso aquella vez para reconocer el pundonor de ambos equipos, sobre todo porque fue testigo no sólo de un gol olímpico, sino porque el triunfo local fue ante un cuadro laureado.

Más que cambios nominales

Una semana más tarde, la selección profesional Argentina volvió a presentarse ante el público limeño, que de modo acorde con sus hábitos se volcó en menor cantidad al Víctor Manuel III en el entendido de que no era un rival poderoso ni invencible. El rival era el equipo de la Federación Universitaria, que sin saberlo se aprestaba a un partido histórico: el último que disputaría con dicha denominación antes de adoptar el nombre Universitario de Deportes.

Criado embolsa el balón ante la arremetida del peligroso Sosa Largo. Arturo Fernández observa la intervención del meta crema. (Foto: diario La Crónica) 

Los albicelestes presentaron apenas dos modificaciones respecto de la derrota ante Alianza: Volmer reemplazó a Bouchet en el arco y en el ataque ingresó Atilio García -quien años más tarde se convertiría en leyenda de Nacional de Montevideo- en vez de Albarracín. Del lado crema, alinearon Juan Criado en el arco; Ricardo del Río y Arturo Fernández en defensa; Domingo García (como refuerzo aliancista), Plácido Galindo y Rafael Quirós en el medio; Mario Pacheco, Alfredo Alegre, Teodoro ‘Lolo’ Fernández, Carlos Cillóniz y Luis de Souza Ferreira en el ataque.

El encuentro fue bastante más dinámico que el del domingo previo, con los locales volcados al ataque desde el saque, fruto de lo cual Cillóniz aprovechó un centro de Pacheco para abrir la cuenta apenas a los 10’. Pero solo 4 minutos luego, una escapada de D’Alessandro le permitió superar a la carrera a Quirós y Arturo Fernández para decretar la igualada; y en medio de más licencias en la marca, Sosa Largo se infiltró por el medio de la zaga para darle vuelta al marcador.

En el complemento, nuevamente la ‘U’ saltó con bríos ofensivos y a los 56’, un desborde del ‘Ingeniero’ Souza Ferreira le permitió sacar un centro para que Alegre, de violento cabezazo, volviera a equilibrar las cosas. Pero los argentinos sacaron chapa de mejor solidez y decisión y a los 68’, un nuevo descuido de Quirós permitió a D’Alessandro escaparse nuevamente por izquierda para colar el balón en el pórtico crema con tiro violento. El 2-3 no se movería, entre algunos fútiles intentos de ‘Lolo’ Fernández -marcado personalmente por Urbieta Sosa- y una inusualmente floja actuación de Galindo en la línea medular.

La forzosa unidad

Argentina ante Suecia en Bologna por la Copa del Mundo 1934. Los albicelestes cayeron 3-2 tras ir dos goles arriba. (Foto: Wikipedia) 

Esa selección argentina profesional, pese a ser en teoría más potente, no pudo representar a su país al año siguiente en la Copa del Mundo Italia 1934, pues como está dicho era la Asociación Argentina de Football la que conservaba la representación FIFA. De los viajeros a Lima, solamente Albarracín y Urbieta Sosa -este último luego de su pase a filas de Godoy Cruz- fueron considerados en el plantel que se despidió tempranamente de la justa mundialista tras una derrota ante Suecia, después de ir dos goles arriba.

Ese duro fracaso en canchas italianas fue uno de los gérmenes que condujo a que el 3 de noviembre de 1934, la Liga Argentina de Football y la Asociación Argentina de Football se fusionaran para conformar la actual Asociación del Fútbol Argentino (AFA). Esta última reconoció en el tiempo a los campeones de las cuatro temporadas de disidencia profesional como poseedores de títulos oficiales, pero nunca tuvo necesidad de homologar del mismo modo las estadísticas de la selección profesional, ya que la gira de esta por Costa Rica, Perú y Chile no registró choques contra otros combinados nacionales sino solo contra clubes. Como fuere, está claro que Lima, en 1933, se dio el gusto de ver a la selección que representaba formalmente al torneo argentino más fuerte de aquel momento.

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Fotos y recortes: diarios El Comercio y La Crónica; Wikipedia


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