Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comUn oportuno gol de Emil Forsberg le dio a un histórico del fútbol mundial la chance de colarse luego de 24 años entre los ocho mejores del planeta. Suecia le ganó así 1-0 a Suiza un cerrado duelo, de corte muy europeo, en un indiferente estadio Krestovski.

    Roberto Castro | @rcastrolizarbe
    Director General

Enviado especial a San Petersburgo

Ha transcurrido media hora del pitazo final y en el estadio Krestovski hay dos cosas que no se mueven. Una de ellas es la estatua que lo domina: no es una a Pedro El Grande, la legendaria figura a la que esta ciudad rinde homenaje a cada paso. Aquí, en la boca misma del golfo de Finlandia, el busto predominante es el de Serguéi Kirov, líder de la revolución bolchevique que fuera asesinado por aparentes fuerzas leales a León Trotsky.

Incólume, la estatua de Kirov observa lo otro que no se mueve de la cancha: una marea amarilla que ha copado dos cajones y medio de la tribuna que vendría a ser Norte para estándares peruanos. Son unas 3 mil personas que alzan los puños, mueven las trenzas y cantan lemas en su bullicioso idioma. No han sido la mayoría en la tarde de San Petersburgo -más bien predominaban los incautos alemanes, que compraron muchas entradas de antemano para este encuentro pensando que en él estaría su selección-, pero sí son los que se van ganadores.

Un histórico del fútbol mundial está de regreso a los primeros planos y eso amerita un saludo de tal tipo. Suecia, el subcampeón del torneo que organizó en 1958 y que otras tres veces más supo subirse al podio, ha logrado reverdecer o en su caso reamarillar sus laureles con las mieles del éxito. El equipo de Jane Andersson está entre los ocho mejores del planeta y para explicarlo hace falta más que solo un magnífico y oportuno gol de Emil Forsberg, el principal talento de su oncena, convertido en el momento justo para inclinarle la cancha a Suiza sin vuelta atrás.

 

Vuelve fuerte a este equipo, primero, su propuesta clásica. Con dos zagueros centrales fuertes y altos, Victor Nilsson Lindelöf y Andreas Granqvist, cuya principal misión es marcar; con dos laterales sobrios y de salida ni muy corta ni muy larga como Mikael Lustig y Ludwig Agustinsson; con dos volantes centrales de ida y vuelta como Albin Ekdal y esta vez Gustav Svensson -el titular Sebastian Larsson estuvo suspendido-, cuya principal función es marcar; con dos extremos técnicos pero con gotas de talento como Viktor Claesson y el mencionado Forsberg, cuya principal función es crear; y con dos delanteros centros tradicionales, Marcus Berg y Ola Toivonen, cuya principal función es recibir el balón y buscar el gol. Y todos ellos, claro está, respaldados por ese gran arquero de maneras formales, de andar debajo de sus tres palos, llamado Robin Olsen.

Sin aspavientos, sin inventos: esta es la Suecia cuartofinalista de Jane Andersson, un equipo que hasta en la numeración parece elegir el tradicionalismo -solo Claesson y Toivonen, entre los habituales titulares, rompen el paradigma clásico del uno al once- como escuela. ¿Es predecible? Quizá. ¿Es sólida? Sin duda, porque no es posible romperle los cercos, sobre todo defensivos, aun con toneladas de inspiración. El test lo hicieron los suizos, con el talento que desperdigan Xherdan Shaqiri y Granit Xhaka, principalmente: los centros que pudieron lanzar fueron pocos, los pases en profundidad menos y las chances reales, por eso, reducidas.

Claro que tampoco fue fácil ganarle al equipo de Vladimir Petković, un DT también de estándares claros pero que para este encuentro optó por dos variantes tácticas que a la luz del resultado no le sonrieron mucho. Una fue jugarse por ubicar a Xhaka delante de Valon Behrami, de manera de que el hombre del Arsenal pudiera explotar mejor su talento; la otra, que Blerim Dzemailli no empezara acciones como volante, sino como delantero neto, casi en línea con el '9' de turno -esta vez Josip Drmić-.

 

La factura del hueco en la marca se la pasó a Suiza el gol. Justamente por ese claro que le quedaba grande como espacio para cubrir él solo a Behrami, llegó el cachetazo suave con borde externo de Toivonen para permitir a Forsberg enfilar al arco y rematar con violencia. Era la convicción que tenía que permitirle vencer a Yann Sommer, el estupendo portero helvético que hereda la tradición de buenos goleros de su país y que en el primer tiempo había ensayado una de las mejores atajadas de la Copa del Mundo al sacarle de manera monumental un zurdazo cruzado mortífero a Berg. Esta vez el portero también miró el balón con ganas de atenazarlo, pero el botín derecho de su compañero Manuel Akanji se interpuso, lo complicó y ayudó a Forsberg a gritar mål, como se cantan los goles en sueco castizo.

En tanto, el problema del ataque no se pudo resolver con la apuesta de Dzemaili, hace rato, dígase exactamente desde el retiro de Alexander Frei, Suiza carece de un auténtico hombre de área temible. Esta vez le tocó a Drmić, pero antes Haris Seferović, otras Mario Gavranović y hasta el entusiasta ingresante Breel Embolo se han perdido en carreras al bulto, en intentonas más animosas que contundentes. La más clara la tuvo a 10' del final Seferović, con una peineta que se colaba junto al palo derecho de Olsen. El arquero, lejos de esforzarse por llegar, apeló al recurso menos clásico de esta Suecia: empujar a un compañero para que él sacara el balón. El protagonista impensado fue nada menos que el propio Forsberg, el mismo autor del tanto, que así engrandeció su figura para el delirio de los hombrecitos de amarillo de las tribunas del Krestovski.

Ya sobre el final, una corrida del ingresante Martin Olsson -a quien Forsberg dejó su lugar tras ganarse todos los aplausos del estadio- estuvo cerca de generar un penal por falta de último recurso de Michael Lang, pero el réferi esloveno Damir Skomina advirtió, gracias al VAR, que la infracción había sido cometida fuera del área. Se quedaron con tantas ganas los suecos de gritar un segundo gol que acabaron quedándose en las tribunas casi hasta una hora después de terminado el partido, cuando una marea equivalente de hombrecitos pero de verde fosforecente -la seguridad rusa- acabó rodeándolos hasta obligarlos a evacuar. Una forma polite de desalojar a esos vikingos que llegaron hasta la orilla misma del Golfo de Finlandia, allí donde se erige San Petersburgo, a invadir con su fútbol los cuartos de final.

El Resumen

 

El Gol

Fotos: FIFA


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La ficha del Suecia 1 - Suiza 0

 

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