Foto: BBCFrancia caminaba cabizbajo en Alemania 2006 y en Octavos era superada por España. Hasta que a los 41 minutos, alguien se salió del cuadro y cambió la historia. Fue Franck Ribéry, con cuyo gol los galos pasaron de oscuro a claro en la justa germana.

 

Francia llegaba al Mundial 2006 flanqueada por un último antecedente mundialista que no le proporcionaba la distinción de favorito. Y tras una primera fase repleta de dudas y una clasificación por la ventana ante el modesto Togo, cada vez se veía más lejano aquel equipo poderoso que a todos animaba y hacia delirar con el elegante y técnico juego que supo alzar una Copa del Mundo en 1998.

En octavos de final, en Hannover y ante 43.000 espectadores, el equipo de Raymond Domenech enfrentaba a España en un juego de igual a igual, que comenzó a desequilibrarse cuando los ibéricos dieron la primera campanada. Una falta sobre Pablo Ibáñez dentro del área francesa fue indicada como penal por el árbitro italiano Roberto Rosetti; David Villa definió bien y España estaba adelante en el encuentro, sugiriendo que el fin de Francia estaba cerca. No contaban con un pirata loco.

Minuto 41

Francia estaba anonadada y no encontraba, como en el resto de sus partidos, reacción alguna. Alguien tenía que ponerse el overol y a la vez, una pizca de genialidad. Una gran carrera por la banda derecha de Franck Ribéry recibió como recompensa un genial pase de Vieira desde la luna de la media cancha. El esférico cayó al centro, preciso para la llegada de 'Scarface', quien se corrió de varios defensas, entró al área, se sacó a Iker Casillas y marcó el empate, de manera magistral.

De esa manera se cerró la primera etapa, con Francia acicateado para aquel envión sicológico que devolvió de vestuarios a un equipo con una careta completamente opuesta de la que había mostrado en sus primeros tres partidos y medio. Uno que recuperó la moral y el buen juego, y así Vieira y Zidane sellaron el 3-1 que dejó a Francia en cuartos de final. El resto, es archiconocido, corrió por cuenta de Zinedine Zidane y su cabeza -en todo sentido-.

Francia, pues, recuperó el respeto de todos y el buen juego gracias a un gol de Ribéry, actualmente de malas pues se perderá la final de Champions League por una dura suspensión tras su expulsión ante Olympique Lyon en semifinales, además de andar enfrentando problemas con la justicia por unas incómodas confesiones de una ocasional compañera de alcoba. Quién sabe si en Sudáfrica volverá, en una de esas, a picar por la banda y sacudir todos esos fantasmas de un porrazo para revertir el curso de la historia.

Foto: BBC

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