Minuto 85: La pena polémica

Nos habían robado el partido, el partido estaba digitado, ya. Y no solo era eso: yo también había hablado de mis sospechas por el sorteo, me había peleado con Havelange, había reclamado que repartieran el dinero de las federaciones entre los jugadores. Demasiadas, demasiadas cosas para los poderosos.
La frase anterior es de Diego Armando Maradona en la final que se resolvió de manera más polémica en 24 años. Desde Inglaterra 1966 nunca el ganador había dejado tanta duda por la forma como consiguió su victoria. A esa final de Italia 1990, Argentina había llegado rengueando, como el propio Diego con su tobillo hecho una pelota. Le ganaron a Brasil con la famosa agua con barbitúricos y superaron tanto a Yugoslavia como Italia en tanda de penales con un gigante Sergio Goycochea. Alemania, por su parte, llegaba a su tercera final consecutiva. Más allá de la semifinal ante Inglaterra, el camino de los germanos había sido sólido y tranquilo, como de costumbre.
Ellos fueron superiores, sí, pero lo nuestro fue muy digno. Muy digno. De arranque nomás, Buchwald me pegó un patadón, como para hacerme sentir lo que iba a ser el partido. Y el arbitro no lo cobró, como no cobró ningún foul a nuestro favor durante veinticinco minutos. Cuando terminó el primer tiempo, me acerqué al mexicano y le rogué: “Cobre algo, por favor”. Sí, cobró, lo echó al Negro Monzón después de un foul contra Jurgen Klinsmann. Y así se nos fue el partido, se nos fue: de los campeones del mundo, en la cancha quedé solo yo. Ya éramos retazos de lo que había sido un equipo.
Alemania en efecto fue superior y aunque en Argentina siempre quedará la sensación que el partido estaba digitado, lo cierto es que lo de Edgardo Codesal, árbitro de la final, no fue tan dramático hasta los minutos finales. Su estigma comenzó cuando encaró Lothar Matthaus. Del medio de la cancha, el alemán salió como un panzer y arrastró toda la atención. Atrás de la defensa argentina, picó Rudi Voeller y Matthaus le colocó un preciso pase filtrado. Roberto Sensini volteó, sintió el peligro y estiró la pierna para rechazar el balón. Cumplió su objetivo, pero en su movida también cayo Voller en el área. Penal. O así lo interpretó Codesal.
Ese señor Edgardo Codearl, arbitro mexicano, mandado vaya uno a saber por quién, creyó ver como Sensini volteaba a Voller pero jamás vio como Matthaus lo bajaba a Calderón, justo en la jugada anterior…
Los jugadores argentinos se le fueron encima a Codesal. Para ellos el cobro era inconcebible. Pero había poco que hacer. La ley ya estaba escrita. Se paró Andreas Brehme frente al balón y también frente a Sergio Goycochea. Justo ‘Goyco’, que se había ganado fama de atajador de penales en ese mismo Mundial. La situación estaba cargada de morbo. A Brehme, directo como los alemanes, poco le importó. Se paró con toda la tranquilidad del mundo y cruzó su remate, a la derecha de Goycochea, que lo adivinó. La historia sería feliz para los argentinos si es que el disparo no hubiera sido casi perfecto, esquinado, imposible para el atajador y suficiente para el tercer y último título de Alemania. El menos heroico, el más polémico.
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El otro minuto 85: el gol de Eusebio (Portugal) a Brasil en 1966
Foto: PA; Video: Youtube / Usuario: Chef0ulf
