Bosnia rescató sus primeros y únicos tres puntos en la historia de los mundiales al ganarle 3-1 a un Irán que le dijo adiós a la posibilidad histórica de clasificar a octavos de final.

 

Mucho cambió en las selecciones que llegaron al grupo F con luces de hacer un buen y mal papel -Bosnia e Irán, respectivamente- al cerrarse se grupo. Los bosnios llegaron con un plantel interesante, un DT histórico en su país y con una clasificación en la espalda que respaldaba en números lo que debía consumar en Brasil. Ganó 8 de sus 10 partidos y empató uno más. Repartió 30 goles entre sus rivales y apenas recibió 6. De la mano de jugadores como Dzeko, Pjanic y Lulic, por nombrar a algunos, Bosnia era el candidato a ser el segundo clasificado de su grupo a octavos de final.

Irán llegó como la típica cenicienta. Poco se esperaba de un equipo casi desconocido en un grupo con una bestia como Argentina, un plantel con amplias individualidades como Bosnia y la siempre conocida -y hasta temida- Nigeria. Dejó qué pensar después del empate contra los africanos, en un partido que repartió críticas para un equipo desganado y sin ambición, y elogios para un equipo ordenado que daba vistos de poder salirse del libreto. Más fue, luego, contra Argentina, equipo que le arrebató el empate sobre el final gracias a la aparición de Messi pero que sufrió en al menos tres llegadas de gol del equipo que nadie creía vivo.
Irán tuvo sus mejores opciones con Reza Ghoochannejhad, que pese a lograr un gol no evitó fallar otra ocasión frente a Asmir Begović (Foto: EFE)
Irán cerraba su grupo con la posibilidad de clasificar ante Bosnia, ya perdido en este Mundial pero con la necesidad de salvar el honor en su primera participación en la Copa del Mundo. Pero no nos dejaron fiesta. No hubo fútbol entretenido, vistoso, con claridad, con sorpresas, con todo aquello que debía dejarnos un partido que se prestaba para escribir una historia inusitada: la clasificación de Irán a octavos de final y la despedida con 0 puntos del único equipo debutante de esta edición. Bosnia fue una constante de desentendimiento futbolístico. Desde que arrancó el partido con Argentina hasta que terminó con Irán, no hubo vista del equipo que medio que se paseó en su clasificación. El engranaje nunca fue pulido. Las sociedades nunca se armaron y las individualidades tampoco saltaron al rescate.

Lo más cercano que tuvo el equipo de Susic a un despliegue colectivo llegó con el gol de Pjanic y se esfumó apenas la pelota volvió a partir de la media cancha. Dzeko anduvo perdido, ofuscado como a veces se le conoce en el Manchester City. Irán, ese equipo corajudo que se atrevió a hacerle el pare a Argentina y que terminó perdiendo por el peso de la camiseta y el valor de un jugador de once, no se creyó capaz de escribir el capítulo más importante de su historia futbolística. Se paró en la cancha como si no hubiera nada en juego y esperó a los últimos 10’ para reaccionar. Puso el 1-2 y se mandó por la gloria con ojos ilusionados. Ilusión perdida menos de un minuto después por culpa de un lateral que se volvió delantero por concesiones de la defensa. Ni para eso estuvo. El partido acabó hace un rato pero en la memoria no quedan postales que resaltar.
Bosnia cumplió su último objetivo, el de conseguir un triunfo en su despedida ante Irán luego que Edin Džeko abrió el marcador (Foto: EFE)
Bosnia repitió el plato que se comió en su primer partido internacional, allá por 1993. Debutó contra Irán y le ganó por el mismo marcador. Pasaron 21 años para que el fútbol de esta región llegara a las más altas instancias futbolísticas y, si bien se va cargando una mala imagen de su fugaz paso por Brasil, pudo cerrar un partido poco vistoso que, al menos, no lo dejó colero en su grupo. Partido que no deja mucho –por no decir nada- para el recuerdo. Tan solo la anécdota de un resultado repetido y la vaga imagen del equipo que pudo ser y no fue y el equipo que no debía ser y casi fue.

Fotos: EFE

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