Con sufrimiento, como lo ha hecho a lo largo del Mundial, Argentina aseguró su acceso a cuartos: venció 1-0 a una impetuosa Suiza con un agónico tanto de Ángel Di María en el segundo suplementario. El gol, eso sí, no habría llegado si no fuera por una genialidad de Lionel Messi.

 

Se ha dicho mucho a lo largo de estas semanas en torno a la selección argentina. Que este tiene que ser el Mundial de Messi. Que su defensa es un flan. Que no da la talla para suponer su presencia más allá de cuartos de final. Las jodas para con Marco Rojo. La impaciencia para con Ángel di Maria. De todo. Y hoy está albiceleste, en cierto modo, hizo relucir a más no poder todas las citas expuestas. Aunque en una versión mejorada. Es claro: nadie puede negar la enorme ascendencia que exhibió esta tarde la 'Pulga' en el Arena Corinthians y que el 'Fideo' fue resistido a más no poder porque estuvo impreciso en el arranque. Así como también quedó en la retina que la injerencia de ambos en el grupo resulta trascendental en la cancha y que, sin ellos, posiblemente el equipo de Sabella debería estar empacando sus cosas para el viaje de retorno. En resumidas cuentas, todo eso es lo que define el presente actual de Argentina: no gusta ni convence, pero puede liquidar con una sola creación de sus mejores intérpretes. Y esto es lo que tuvo que padecer en esta oportunidad la ordenada oncena de Ottmar Hitzfeld.

Más allá de su escasa capacidad de convencimiento, ¿esta Argentina realmente jugó mal ante Suiza? ¿O no será más bien que el seleccionado helvético sacó a relucir su más preciada casta defensiva para reducirle los espacios y arruinarle cualquier plan en función de ataque? Esta última premisa es la que se ajusta más a la realidad. La albiceleste saltó a la cancha con un 4-3-2-1 que, a los pocos minutos, tuvo que trastocarse para encontrarle vuelta al partido y buscar que se aflojen las líneas defensivas de los europeos. Por eso es que Sabella ordenó que se pase al 4-2-1-3, con Messi detrás del tridente ofensivo, que estuvo compuesto por Di María, Higuaín y Lavezzi. Esto, por cierto, tampoco insinuó alguna posibilidad de darle un giro radical al partido.
Ni Gonzalo Higuaín ni Ezequiel Garay pueden llegar antes al balón que Johannes Djourou, uno de los baluartes en la tenaz defensa de Suiza (Foto: Reuters)
Y si Argentina, a lo largo del primer tiempo, aparentó no artícular bien en el terreno de juego, fue porque Suiza supo hacer su partido. En ese sentido, su 4-2-3-1 fue prácticamente intachable, con una primera línea sólida que era comandada con creces por el portero Diego Benaglio (uno de los más destacados en Sao Paulo) y dos perros de presa que, además, tienen fútbol: Valon Behrami y Gökhan Inler. Entre ambos se encargaron de hacer el recorrido para fortalecer a la línea defensiva y también para alimentar a su hombre más desequilibrante y que hizo pasar apuros a Sergio Romero y compañía: Xherdan Shaqiri.

Sin embargo, el atacante del Bayern tuvo un bajón en el segundo tiempo y, con él, su selección, de manera sistemática, y al no tener la capacidad de retención del esférico, empezó a ceder espacios y entregarle el partido a una Argentina que jugaba contra el reloj y la desesperación, que tuvo la necesidad de incluir en el partido a Rodrigo Palacio y que generó sus mejores ocasiones de cara al arco suizo en los pies de Marcos Rojo, quien probablemente hizo su mejor partido en lo que va del Mundial (una amarilla lo privará del partido de cuartos), aunque fue sustituido por una lesión que fue sinónimo del desgaste que hizo en los 105 minutos que estuvo en el terreno de juego.
Solo hasta el final pudo Argentina superar a Diego Benaglio, que por más que se estiró no llegó a evitar el gol de Ángel di María (Foto: AFP)
Argentina se las arregló para volverse más sólido y generar vértigo en la complementaria, pero eso no le bastó. Y en el suplementario la historia empezó a asemejarse más al primer tiempo y, desde luego, la tanda de penales era la resolución más práctica para un trámite que cada vez parecía más encajonado. Pero tuvo que aparecer la magia para, como casi siempre suele ocurrir en los equipos grandes, resolver partidos y tumbarse cualquier tipo de adversidad. Y los iluminados fueron el mesías y su principal discípulo, o mejor dicho Messi y Di María: la 'Pulga' hizo el quiebre del partido con una sensacional jugada y tan solo tuvo que servírsela al 'Angelito' para hacer inútil la estirada del rendidor Benaglio.

Como en todos sus partidos del Mundial, Argentina volvió a sentir la presión por ganar, no mostró el rostro que todos quisieran verle (porque se lo impidieron) y lo resolvió con angustia, tanto como el tramo final de una historia que pudo gozar de un desenlace distinto si es que ese tiro al palo de Blerim Dzemaili tenía una mejor dirección. Argentina está en cuartos y el reto que se le viene es poderosamente mayor ante una Bélgica que quiere hacer historia. Y allí sí no le bastará con la inspiración individual de Messi y Di María, sus ángeles en el Arena Corinthians.

Fotos: Reuters, AFP

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