Estados Unidos - Alemania: Componenda por el buen juego
En Recife todo parecía tan arreglado que la cruel lluvia que ha azotado esta ciudad durante las 14 horas precedentes al instante en que comienzan a escribirse estas líneas duplicó, con el pitazo inicial del uzbeko Ravshan Irmatov, el nivel de su precipitación. El aguacero que cayó sobre el Arena Pernambuco fue, pues, tan intenso como el esfuerzo desplegado por los 27 hombres que acabaron estando en el campo bajo la dirección de dos perfectos conocidos: Joachim Löw y Jürgen Klinsmann, que aplicaron propuestas similares pero con un común denominador, que pasaba por volcarse con todo el frenesí posible hacia el arco contrario para ganar el partido.
Fue en ese esfuerzo, extremo quizá, porque todo el mundo tuviera claro que el partido no era arreglado y tampoco quería serlo, que alemanes y estadounidenses terminaron casi neutralizándose por completo. Como dos hechiceros que se ponen frente a frente y se lanzan conjuros que forman un campo magnético entre sí, Low y Klinsmann lograron que cuando los suyos poseyeran la pelota ella siempre estuviera en campo contrario, cerca del tercer cuarto de cancha, pero sin conseguir tocar el área. Por eso, en todo el primer tiempo, la única situación de real peligro de gol fue un disparo de Graham Zusi, cruzado, que se perdió cerca del vértice superior izquierdo de Neuer. Y por eso, a pesar de lo último, el cotejo era vistoso.
Para el complemento, Alemania modificó ligeramente su 4-1-2-3 de rotación de falso '9' -entre Özil, Müller y Podolski- por un sistema en el que el punta definido era Klose, a quien todos los ojos del mundo buscaban en procura de su decimosexto gol en mundiales. En esa obsesión por buscar al 'Bomber', Alemania consiguió en el arranque del segundo tiempo lo que no se había podido en todo el primero: meter la pelota a una de las áreas. Y apenas pudo pisar la raya, Müller, que anda infalible y como queriendo decir que no se preocupen tanto del actual récord que él tiene suficientes mundiales por delante para instaurar uno nuevo y mucho mayor, la mandó a guardar con clase y pegada de auténtica calidad, como manda el libro de texto para un remate de empeine.
Después de eso, el partido no decayó: siguió jugándose al ritmo de la lluvia, que queriendo sugerir que de su lado sí existía un pacto, frenó exactamente en el descanso y se reanudó en el arranque del segundo tiempo. Lo buscó Estados Unidos con Bradley, que era el arquetipo desde el anclaje del 4-1-4-1 propuesto por 'Klinsi'; lo buscó con Jones, que se multiplicó todo lo que pudo por derecha; y lo buscó con Bedoya, que entró bien por izquierda y hasta tuvo una muy clara, a poco del final, en un vertiginoso contragolpe que no fue gol porque Lahm, eternamente Lahm, estuvo a tiempo para barrerse y bloquear su disparo. Oportuno, como siempre que el capitán alemán es convocado a una jugada decisiva.
Así, el "We believe that we will win" que bajó desde el inicio del partido de las tribunas del Arena Pernambuco, allí donde los hinchas estaodunidenses fueron mayoría, se transformó en resignado pero mucho más sonoro "U-S-A" cuando los minutos finales indicaron que Portugal le ganaba a Ghana y estos dos se quedaban afuera para permitir que los de las barras y las estrellas, contra lo que mandaba la tradición secuencial de que clasificaban a octavos en un mundial y al siguiente no, esta vez sí podían decir presentes en la segunda fase de modo consecutivo respecto de 2010. Y confirmar con su ovación cerrada, mientras la lluvia dejaba de caer, nuevamente como si hubiera estado pactado, justo después del pitazo final en Recife, que el único acuerdo en este partido había sido en nombre del buen fútbol.
Fotos: EFE
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