Argentina - Irán: Chispa en la oscuridad
Con lentes oscuros y un brazo alrededor de su hija, el hombre en la tribuna observaba el partido probablemente sintiendo la misma frustración que todos los argentinos al ver como su equipo era incapaz de superar a un rival humilde como lo era Irán. Debajo de los lentes, los ojos del hombre seguían al ‘10’ albiceleste que caminaba sobre el campo de juego. Como los suyos, los de todo el planeta estaban posados sobre Lionel Messi, pero quizá él sentía un poco de más empatía hacia la frustración de la figura del equipo de Alejandro Sabella. El hombre entendía que a veces el segundo partido es más difícil que el primero y ya en su debut Argentina había dejado dudas. En su camino a la gloria en México 1986, el señor de gafas negras había sudado muchísimo en el segundo encuentro ante Italia. Cierto, era un rival mayor, pero el que solía llevar la ‘10’ tuvo que frotar la lámpara para arrancarle un empate a la azzurri así como lo hizo su llamado sucesor para romper el empate ante Irán. Pero el hombre ya se había ido del estadio, quizá harto de la inoperancia de su país o buscando huir de los cientos que se acercarían a él luego del pitazo final.
Argentina se ha clasificado a octavos de final tras dos fechas, pero en el país gaucho no muchos encuentran razones para celebrar. A Irán le bastó agrupar gente en el último cuarto de la cancha, escalonar la defensa por las bandas para cerrarle todas las ideas al cuadro de Alejandro Sabella. Fernando Gago prometía el pase limpio a Messi en la mediacancha, pero Lío cada vez se tenía que acercar más a recibir la pelota. Arriba, se encontraba tapado y sin socios. El partido de Sergio Agüero y Gonzalo Higuaín rozó lo horroroso: mal en el control, imprecisos para asociarse e incapaces de algún desborde individual. Ángel di María intentaba limpiar el juego, pero las opciones eran pocas. Se intentaba mostrar Pablo Zabaleta y Marco Rojo y se encontraban bloqueados. Argentina era un nudo.
Carlos Queiroz entendió muy bien que si bloqueaba las salidas por fuera de Zabaleta y Rojo más el peligro que podían causar Agüero e Higuaín cuando cayeran a bandas, podía quedarse tranquilo. Mehrdad Pooladi y Pejman Montazeri tenían al frente a Ehsan Haji Safi y Masoud Shojaei como muro de contención ante cualquier avance argentino. Las bandas no eran opción para los albicelestes que intentaron centralizar el juego, pero se encontraron con Andranik Teymourian en modo guerrero despejando y chocando ante cada avance de los de Sabella. A su lado, Javad Nekouman también realizaba labores de overol aunque intentaba siempre limpiar la salida iraní. Sacrificado lo de Ahskan Dejagah y lo de Reza Ghoochannehjad que primero pelearon y luego encontraron los espacios en el fondo argentino para hacer figura a Sergio Romero. Con más puntería o mejor suerte, los iranís tendrían uno o tres puntos más.
El partido lo resolvió una genialidad del jugador que menos había brillado en el encuentro. Messi se cansó de esperar diagonales de sus compañeros, movimientos que le abrieran espacio o hasta algún reclamo por su parsimonia al caminar. Agarró el balón cuando sya se jugaban los descuentos y encaró en diagonal como le gusta para poner el balón inalcanzable para el buen Alireza Haghighi. Le alcanzó hoy a Argentina esa chispa para quedarse con la victoria y llegar a la siguiente fase. ¿Será suficiente ante rivales de más peso? Difícil que solo baste eso, pero también es cierto que mejores equipos le darán más espacios, cosa que Argentina no ha tenido. El Mundial recién comienza, hay tiempo para corregir. El camino a la consagración es largo. Y parece que se va prendiendo la llama con chispazos.
Foto: AFP
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