Argentina volvió a superar los cuartos de final después de 24 años sin poder llegar más allá del quinto partido. Con un gol tempranero de Gonzalo Higuaín, los albicelestes supieron manejar el partido ante una Bélgica sin rebeldía. El 1-0 fue suficiente para romper la maldición.

 

24 años después los argentinos podrán dejar de pensar en Italia ’90. El Mundial más rácano y conservador de la historia tuvo como uno de sus principales protagonistas a la carismática Argentina de Carlos Bilardo. Con un equipo parchado y un Maradona que era más corazón que fútbol, los albicelestes se quedaron con la medalla de plata tras perder la final con Alemania a poco del final. Fue la última vez que fueron protagonistas. La salida de Diego de su selección y el desorden interno generaron que una barrera invisible se formara en los cuartos de final. No importaba el rival, el país sede, los jugadores o el técnico. Argentina luchaba una y otra vez, pero siempre quedaba de rodillas en esa instancia. Sin Maradona, no existía esa mística para superar es valla. Tenía que aparecer Lío.

Se menciona a Messi no porque haya hecho y deshecho en el ataque argentino ni por ser el artífice del gol de la clasificación. Lo del ‘10’ argentino pasa, sobre todo en este partido, por lo que genera su presencia en el campo. El simple hecho que pise la cancha genera la cautela suficiente en los rivales como para no presionar a la endeble zaga argentina y forzar los errores que pueden cometer. Bélgica, que había dejado una mejor imagen ante Estados Unidos en octavos, volvió a mostrarse como un equipo apático y sin ideas. Con mucha parsimonia, el equipo de Marc Wilmots fue incapaz de sacudirse de la desventaja y en ningún momento avasalló a los albicelestes como sí lo hizo en su anterior encuentro.
Marouane Fellaini fue uno de los más activos jugadores en el ataque de Bélgica, pero le faltó mejor compañia para intentar empatarle a Argentina (Foto: AFP)
Eden Hazard perdió relevancia en la banda izquierda debido a que Kevin de Bruyne no lo encontraba entre Pablo Zabaleta y Lucas Biglia. El joven volante del Wolfsburgo fue incapaz de conducir a su equipo mientras era vigilado por Javier Mascherano. El problema con el ‘7’ fue que no contó con el apoyo de Axel Witsel o Marouane Fellaini que rompían poco desde la primera línea del cuadro belga. A eso había que sumarle que la poca experiencia le jugó en contra a Divack Origi. Su frescura se convirtió en inocencia cuando se apostó entre Martín Demichelis y Ezequiel Garay. Con esas condiciones, no fue difícil para Argentina hacer poco gasto para controlar un partido en el que se vio en ventaja antes de los 10 minutos de juego.

Argentina está de nuevo en una semifinal y su actuación se puede ver como un vaso con agua hasta la mitad. En la zona medio llena está para destacar el regreso goleador de Gonzalo Higuaín y al circuito de juego. También habría que mencionar el buen partido de Biglia entre coberturas y salidas limpias y los detalles de Leo que demuestran que cuando decide, es el más peligroso de los 22 en el campo. La parte medio vacía tiene a la lesión de Ángel di María, acaso el jugador con la curva ascendente más importante en el equipo de Alejandro Sabella. Su salida desnudó la incosistencia albiceleste en ofensiva y las pocas variantes que puede tener más allá de apariciones individuales. El próximo miércoles, cuando vuelva a una semifinal, deberá apostarle todo a la parte llena. Sus vacíos pueden matarlo.

Foto: AFP

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