Alemania - Portugal: Das schöne spiel
Müller es el apellido alemán que evoca al panzer, al torpedero, al goleador, al allí-en-el-área-de-9. O hasta hoy, al menos lo era.
Alemania logró en Salvador, esta cidade do gol en la que DeChalaca ha tenido el privilegio de asistir a dos partidos memorables en cuatro días, una de las goleadas más brillantes de su historia mundialista. Y jugando, contra los cánones de su historia, sin un referente de área, sin un '9' piloto de ataque, sino con uno falso que es más verdadero qu cualquiera. Porque si bien Özil ocupó esa posición, es tanta la vocación ofensiva de Thomas Müller que, siendo en principio extremo, acabó metido debajo del arco portugués para empujarla adentro tres veces.
Fue la jornada perfecta que consagra a quien, sin la promoción de Cristiano Ronaldo, su rival de hoy, es ya un protagonista mayúsculo de las Copas del Mundo. En 2010 fue el Mejor Jugador Joven de la competición y ahora, en lo que va jugado del torneo, es el mejor jugador, como que se llevó un 20 redondo y más que merecido en las calificaciones de DeChalaca. Juega, define y hace jugar: las triangulaciones que no les salieron a otros equipos fueron las de Özil, Müller y Götze, este último también en muy alto nivel y preciso para forzar, punzando hacia los costados, la desesperación constante en la defensa portuguesa.
Pero sería mezquino hablar de Müller solamente sin mencionar al repetitivo factor desequilibrante de esta Copa del Mundo 2014: la primera línea de volante. Allí Alemania, como la gran mayoría de equipos hasta ahora ganadores en el actual Mundial, edificó su triunfo. Khedira, en sensacional nivel y muy recuperado de su lesión -los jugadores que saben cuidarse recobran nivel rápido-, fue un arquetipo del triunfo con un ida y vuelta soberbio. Kroos, con maña y pases en profundidad, es quizá hoy uno de los futbolistas que mejor transición de defensa a ataque hace en el planeta. Y Lahm, reconvertido a '6' como Matthaus en algún tiempo, es el alma sobre el que Alemania soporta su renovada idea de jugar bien.
Portugal, en cambio, flaqueó justamente en primera línea y lo pagó caro. Miguel Veloso, que debía ser el que soportara principalmente la labor de atraque, se desdobló tanto que descuidó con recurrencia su posición. Joao Moutinho, el llamado a conducir y generar más ideas, se perdió en un marasmo de pases errados. Y Raúl Meireles... ¿Jugó Meireles? Alguien, con crueldad, refirió que sí participó en un gol: el tercero de Alemania, al que dio facilidades.
Por lo demás, todo le salió mal al equipo de Paulo Bento, tanto en la teoría como también en la práctica. Pepe expulsado en una de sus consabidos arrebatos de malcriadez, que la Copa del Mundo bien hace en no tolerar desde el saque. Nani con los botines cruzados, al punto de chocarse con sus propios compañeros, como en una con Coentrao. El propio Coentrao lesionado y dando paso a Andre Almeida, que a su vez dio paso libre a Götze, Boateng o cuanto alemán se tiró por derecha. El otro Almeida, Hugo, lesionado temprano y dando paso a Éder, que no asustó en lo absoluto y ni siquiera supo fingir un penal. Y Cristiano... tirando mal un tiro libre, bien otro y refundido en la mediocridad de la presentación de un equipo que, una vez más, decepcionó en un debut mundialista.
Así, el jogo feíto de Portugal se topó con el das schöne spiel alemán, que lo arrolló una, dos, tres y hasta cuatro veces. Y sin querer queriendo, se mofó tanto que sus jugadores ni siquiera celebraron casi sus cuatro tor, sofocados por el calor intenso de Salvador, ese que más bien pareció apagar por completo las ideas de su madre patria.
Fotos: AFP
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