Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comEl estadio Universitario de Monterrey tuvo un marco de final de Copa Libertadores para un partido que fue uno más. En el campo estaban Viudez, Sánchez, Mora, Gignac y Sobis, entre otros. Pero estuvo ausente la dinámica que le corresponde a un duelo de esta instancia.

¿Aún tiene sentido partir una final en dos? Cada minuto de los noventa vividos en el Estadio Universitario de Monterrey es un argumento contundente para discutir esta regla. Tigres y River, enfrentados por tercera ocasión en la Libertadores, se calcularon de inicio a fin. Solo se presentaron porque la final estaba programada; lo determinante está en Buenos Aires para dos equipos que pueden desenvolverse tan bien de local como de visita, pero que este miércoles 29 ofrecieron una demostración paupérrima. Limitaron sus opciones a lo individual y abandonaron sus dos armas más importantes.

Viudo de fútbol

Tabaré Viudez es un espontáneo productivo. Por naturaleza vive para crear caos en el rival y ejecutar desde el desorden de los suyos. En la rígida propuesta de River en Monterrey, sin embargo, Mora y Vangioni no constituyeron el soporte adecuado para que el volante uruguayo resuelva su inspiración en jugadas de gol. Tan importante y determinante fue el uruguayo para el fútbol ofensivo de River que su ausencia en el segundo tiempo inclinó el juego a favor de Tigres. Si bien el control de los primeros 45’, lo ejerció River desde ser un colectivo corto y ordenado para posicionarse entre líneas, el peso estuvo en los pies y la presencia de Viudez.

Ni un millón de amigos

Antes de armar sociedades, Tigres apostó por el juego individual (Foto: AFP)

Entre los traslados cortos y pases con sentido de Guido Pizarro en salida y los piques largos de Egidio Arévalo Ríos a las espaldas de los medios de River vivió el brasileño Rafael Sobis durante 45’. Sin una construcción que lo pusiera con la mira frontal al arco de Marcelo Barovero, y sin socios que lo buscaran y acompañaran, pues Damián Álvarez y Lucas Damm se preocuparon en ganar duelos individuales más que en crear superioridad colectiva. Solo con Gignac entre los centrales, el brasileño batalló ante un equipo que buscó transiciones rápidas con un equipo largo, ante uno, River Plate, al que le bastó ser corto y presionar alto con criterio. En ese escenario, Sobis regaló detalles para el resto, pero recibió muy pocos.

Mejores aires

La final en el Antonio Vespucio Liberti 'Monumental' de Buenos Aires aún guarda esperanza de un mejor juego. La emoción se da por descontada. Es la final “de verdad”. En esos 90’ se decide al campeón; no hay más partidos extras, ni goles de visita que calcular. Querrá aparecer el River controlador desde la posesión, que impone su localía desde el juego, pero al frente está un equipo de mayor talla en ataque. Lo poco que tuvo Tigres en Monterrey fue gracias a detalles de Sobis, Damm, Álvarez, Arévalo Ríos y Gignac. En River, por el contrario, lo individual queda muy relegado si no emerge el colectivo en ideas conjugadas; por ello, por ejemplo, se dio el flojo partido de Mora y Sánchez, y el rescate de Barovero y Kranevitter, que pueden destacar con puntualidad. Son fuerzas parejas y potentes que, por ende, pueden encontrar desequilibrio en los detalles.

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Foto: AFP


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