En 1919, Uruguay forzó a Brasil a disputar un partido de desempate para definir el título del Sudamericano disputado en Río de Janeiro. Fue tras igualar 2-2 en un cotejo cuyo score se abrió con un tanto de un extraordinario futbolista de los albores de la celeste: el moreno Isabelino Gradín.
Auspicio Hyosung Perú

 

RÍO DE JANEIRO, BRASIL, 26 DE MAYO DE 1919. Último partido del III Sudamericano, en teoría, aunque la ubicación de brasileños y uruguayos en la tabla de posiciones (4 puntos cada uno, merced a sendos pares de victorias) deja abierta una posibilidad: que un empate fuerce un duelo extra entre ambos para definir al campeón. El estadio del barrio Das Laranjeiras, otra vez, está atiborrado con 23 mil espectadores que han generado un tráfico inusitado para las calles de Rio en las horas previas y ahora espectan desde el saque un choque de poderes parejos en el que está prohibido ahorrarse recursos, y en el que ambos equipos comienzan a forzar ocasiones en los pies de sus mejores cartas: Arthur Friedenreich, por el lado brasileño, e Isabelino Gradín, por el uruguayo. Primero el charrúa y luego el local inquietan los arcos de Marcos Carneiro y Cayetano Saporiti, respectivamente.

A los 13 minutos, tanta intensidad se ve reflejada en el marcador. Gradín recibe el balón en campo brasileño y, con decisión y hecho una tromba, se lanza hacia el arco del 'Scratch' a toda velocidad. El moreno no corre: casi vuela, y cuando llega al área y tiene a Marcos a muy corta distancia, dispara de manera violenta y rasa. El golero se arrastra para llegar, pero solo logra rasguñar el gramado. El balón está dentro y Uruguay, Uruguay nomás gana 0-1.
Escena del partido en el que Brasil y Uruguay quedaron empatados durante el Sudamericano de 1919 (Foto: A Noite)
Muy rápidamente, Héctor Scarone pondría el segundo para los charrúas, pero luego Neco, con un doblete, lograría la igualada para forzar el duelo extra, que ganó Brasil con un célebre gol de Friedenreich en tiempo adicional del suplementario. Pero esa magnífica historia del primer título del 'Scratch' no opaca lo que se volvería un sino en el tiempo: que Uruguay le complique las cosas a Brasil a domicilio. Y el encargado de empezar a escribir esa historia fue Gradín, cuyo juego era tan fantástico que de él, a su vez, escribió el poeta peruano Juan Parra del Riego -radicado en Montevideo- un famoso polirritmo dinámico que en su décima y última estrofa reza así:

Y es entonces cuando suena la tribuna como el mar:
todos grítanle: ¡Gradín!, ¡Gradín!, ¡Gradín!
Y en el ronco oleaje negro que se quiere desbordar,
saltan pechos, vuelan brazos y hasta el fin
todos se hacen los coheteros
de una salva luminosa de sombreros
que se van hasta la luna a gritarle allá: ¡Gradín!, ¡Gradín!, ¡Gradín!


Vaya si despertaba admiraciones el moreno, que no solo fue seleccionado uruguayo en fútbol (10 goles en 24 partidos con la celeste, entre 1915 y 1927): también fue internacional de su país y campeón sudamericano en 200 y 400 metros planos. Atleta completo de épocas de deporte puro y poesía a flor de piel.

Foto: A Noite


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