Sanciones morales
La jornada arrancó con una estupidez y se cerró con otra. El viernes se abrió con el innecesario codazo de ‘Chiquito’ Flores a Calheira, en el área y con el balón ya atenazado por el arquero. El domingo se cerró con el ‘chetumare’ que, chasqueando dientes y sonriendo, le espetó su colombroño, ‘Kukín’, al linesman Ítalo Castillo. Sin embargo, como sánguche de la estupidez, el sábado en Chiclayo Roberto Silva dejó a la San Martín con un hombre menos por un absurdo manazo contra Juan Carlos La Rosa.
La sanción mediática, no obstante, quedó circunscrita a los Flores, atizada en ‘Chiquito’ por una patada que destrozó la puerta del camarín del estadio Monumental. Las críticas a Silva, en cambio, silbaron bajito.
Primer apunte: las tres expulsiones fueron igual de tontas. Segundo apunte: si se analizara qué equipo perdió más con la respectiva expulsión de su jugador, el delantero, que jugaba además su primer partido en la temporada, saldría peor parado. Total Chalaco ya solo esperaba el silbatazo de Manuel Garay para irse derrotado de Ate. El famélico Áncash, pese a que apenas perdía 1-0 en Trujillo, ya ni asomaba por el arco de Joel Pinto al momento en que ‘Kukín’ derramó lisura. San Martín, en cambio, tenía 15 minutos para jugarse al empate en Chiclayo y perdió al único ‘nueve-nueve’ que le quedaba en la cancha.
Es cierto que el prontuario extrafutbolístico de los Flores empuja emocionalmente a la diatriba, sobre todo por la indignación que siempre suscita el talento desperdiciado. Silva, en imagen, resulta su antípoda: un futbolista con menos talento que los antes citados, pero con preparación, estudios y declaraciones directas, desprovisto de escándalos y amanecidas en su currículo.
He ahí que se suscita la distorsión. Porque siendo la de Silva la más perjudicial de las tres expulsiones, quedó solapada por las lecciones morales que la prensa deportiva le endilgó a ‘Chiquito’ y a ‘Kukín’, dos futbolistas que, por edad, ya no están para la reeducación. Son, penosamente, dos causas perdidas: víctimas de la pobreza, marginación y maltrato que rodea al entorno futbolístico desde los primeros años, en el epílogo de su carrera seguirán rogando por nuevas oportunidades y pidiendo perdón por los errores del pasado, sin poder explicar (ni explicarse a sí mismos) cuáles fueron.
Por eso, ¿la crítica no debería ir por el lado contrario? Silva, un jugador que, hasta donde se sabe, proviene de un entorno social menos conflictivo, ¿no debió tener un segundo más de reflexión antes de lanzar un manotazo tan tonto? Como diría Martín Luther King, “nada en el mundo es más peligroso que la ignorancia sincera y la estupidez concienzuda”.
Imágenes: CMD

Menos mal ahora no está para contagiar con su entusiasmo al plantel, al menos en la lista de la copa.