Juega pues, hijito

A inicios de temporada, en Arequipa se presentó un ambiente de esperanza futbolística gracias a la decisión de la Segunda Profesional de extenderle una invitación a participar de ella al Sportivo Huracán. El ‘Globito’ que llevaba mucho tiempo tratando de lograr infructuosamente el ascenso desde la Copa Perú, vio esta alternativa como una excelente posibilidad, mucho menos desgastante, de alcanzar el tan esperado regreso a la Primera División. Una categoría a la que ciertamente le aportaría mucho una institución ordenada como es Huracán. Sin embargo, con el correr de las fechas, los resultados no anduvieron a la par de lo esperado y la atmósfera fue enrareciéndose más con la inclusión, entre los titulares habituales, de Brian Zamora, el hijo de Julio, el ‘Negro’, técnico del equipo. Brian es el principal generador de las pifias tribuneras, no solo por estar lejos del primer lugar, sino porque el “hijo” es uno de los que más bajas actuaciones sostiene.
Otro caso conocido es el que protagoniza Mifflin Bermúdez en los equipos que dirige. Al ex delantero se le ha hecho costumbre tener en sus planteles a su hijo Aldhair. Este año, él jugó con muy poco suceso en Sport Victoria, antes lo hizo en Alianza Universidad y más atrás en el tiempo, en ADT. Siempre con la polémica presente debido a sus performances poco convincentes. También el técnico de Real Garcilaso se anota en la lista de los técnicos con papitis. Fredy García tuvo en Coopsol a sus hijos José y Fredy, e incluso en su primera etapa en el equipo cusqueño mantuvo la costumbre. Tampoco tuvieron éxito estos chicos cuando les tocó jugar.
El nepotismo a la cancha
Claramente estos son los casos negativos en los que se observa el fracaso que resulta para un técnico incorporar a sus equipos a sus hijos. Hay otros sin embargo en los que se puede apreciar lo contrario, como sucede actualmente con Juan Carlos Bazalar en Pacífico, quien pone indefectiblemente como titular a su hijo Alonso, un inolvidable “Jotita” que no había tenido mayores oportunidades de mostrarse en Primera y que está respondiendo aceptablemente a la confianza que le depositó su padre. Si retrocedemos en el tiempo, Richard Páez tenía en Alianza Lima y en la selección venezolana a su vástago Ricardo David; este volante de creación, sin ser nada espectacular, era “cumplidorcito” y esquivaba la crítica ajustadamente.
Un caso aún más apretado era el de los Uribe: el ‘Diamante’ Julio César y su terquedad por llevar consigo a su hijo Julio Edson a los clubes que dirigía e incluso a la selección nacional. El DT que fue un excelentísimo jugador, veía en su hijo una réplica de sí mismo por lo cual más de uno y con justicia podía pensar que el admirado Julio César consumía algún tipo de alucinógeno. Julio Edson mejoró después, con el paso de los años, e incluso fue figura en el sorprendente Real Garcilaso del 2012, pero cuando lo dirigía su papá daba espacio para los reclamos.
¿Uno que no dejaba duda alguna que debía jugar en el equipo de su papá? Vámonos un poco más lejos y recordemos al italiano Paolo Maldini. El excelentísimo defensor iba a ser titular en la selección de su país o en cualquier equipo con o sin su padre Cesare como entrenador. En este caso no se requiere profundizar en la explicación ni mostrar mayores argumentos, ¿o sí?
¿Conviene o no?
A la luz de los ejemplos, queda claro que es mucho más difícil que sencillo encontrar casos exitosos de mancuernas formadas por un padre técnico y su hijo jugador en un equipo. El muy probable fracaso deportivo expone a los técnicos a ser cuestionados no solo por su capacidad si no por su ética profesional, una situación doblemente comprometedora. Por el lado del futbolista, se hace fácil de ganar un estigma de jugador “hijito de papá” que el hincha difícilmente olvida y que claramente perjudica se desarrollo deportivo. También en este caso se percude el rendimiento en la cancha y la imagen del profesional.
Es un riesgo muy alto el que se corren los que toman la decisión de jugar con sus familiares. Habría que invitarles a que reflexionen y piensan si realmente vale la pena asumirlo. La confianza debe ser muy alta y de hecho la tienen, de otro modo no formarían parte de estos equipos, pero antes de hacerlo deben ser conscientes que la subjetividad los debe hacer tender hacia el parcialismo. Mejor vayan a jugar con otros.
Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.com
Fotos: Roberto Castro / DeChalaca.com, diario La Voz de Arequipa, diario La Hora de Piura
