La paciencia y la sapiencia

Todo el país está feliz; me niego a pensar, incluso, que los detractores de este proceso no lo estén. El partido de este viernes 22 contra Chile estuvo muy lejos de ser el mejor partido de Perú en la Era Markarián, pero sí fue el triunfo más emotivo de todo el proceso.
Las voces más sensatas exigen, con razón, la mayor mesura. Nosotros también la exigimos en octubre, tras la dolorosísima derrota en Asunción. Concluimos, aquella vez, que la bipolaridad de los hinchas, la prensa, los personajes y el entorno que rodea a la selección es proporcional a la gitanería del equipo (en este proceso y en casi toda la historia).
En octubre, tras perder contra Paraguay, escribí un editorial del cual quisiera rescatar una frase, pues corre el riesgo de (y no debería de) perder vigencia en este momento de alegría: “Clasificar a 2014 no era al comienzo ni es hoy una expectativa natural, porque tenemos rivales superiores a nosotros. Clasificar siempre fue lo ilógico, lo extraordinario, algo a lo que solo se puede aspirar con inteligencia y esfuerzo (que ayer contra Paraguay faltaron) y un poco de suerte (que tampoco nos ha favorecido)”.
El partido contra Chile resultó -creo- la materialización de esta cita: fuimos inferiores al rival durante el mayor trámite del partido, pero con mucho sacrificio y la indispensable pizca de fortuna, salimos adelante y ganamos.
Pretender que Perú tiene la obligación de ir al mundial es recaer en la desatinada frase de ‘Chemo’ Del Solar (“La mejor generación de los últimos 50 años”). Hemos crecido respecto a los últimos diez años, pero no somos superiores a Uruguay, Chile y Venezuela, nuestros rivales directos de esta hora. Sin embargo, reconociendo esa inferioridad y siendo inteligentes, podemos sacar provecho al hecho de que estos rivales directos (sobre todo Uruguay y Chile) han caído en un pozo de traspiés del cual no logran zafar. Así ocurrió, por ejemplo, en el proceso a Francia 98, donde Perú pudo manejar sus carencias y peleó la clasificación hasta el último instante.
Ser inteligentes implica, en consecuencia, jugar también con las repudiadas matemáticas; repudiadas, sobre todo, por quienes las asocian con procesos en los cuales solo podíamos aferrarnos a ellas. Debemos entender que, nos guste o no, la Eliminatoria es cuestión de números. Y los números permiten replantear objetivos y escenarios: de pronto, uno se da cuenta que no necesitará llegar a las 25 unidades que estaban inicialmente presupuestadas; que, incluso, 20 podrían alcanzar para llegar a Brasil, porque quienes terminen en cuarto y quinto puesto (es casi seguro) conseguirán una puntuación baja en comparación a procesos anteriores. Ser matemáticos y fríos, en estas circunstancias, nos convendría más que el apasionamiento y los dramas. Una simple prueba: si este martes (que Perú descansa) hay empate en Santiago y si Venezuela no consigue derrotar a Colombia, quedaremos a tres puntos de la clasificación directa al mundial (cuarto puesto), con un partido menos que nuestros tres rivales.
¿Qué tiene en favor esta selección? Que ha podido sacar resultados aún en contextos muy adversos. No solo por la insólita cadena de lesiones, sino también en el desarrollo de partidos como este último contra Chile y aquel de agosto contra Venezuela, ambos de primeros tiempos fantasmales. Incluso, en derrotas como los 4-2 sufridos en Santiago y Montevideo, se pelearon encuentros que parecían condenados al papelón. Tal vez la actuación más desconcertante, la peor mancha de todo esta Eliminatoria, sea la derrota en Paraguay; ojalá que hayamos pasado la hoja de aquel sinsabor y que, al menos en actitud, este equipo no vuelva a defraudarnos.
Pero, ocurra esto último o no, en DeChalaca.com insistimos que el proceso debe proseguir. Tenemos, desde luego, que pelear la clasificación hasta el último, de forma inteligente. Pero si, por desgracia, quedamos prematuramente fuera, no tiremos al tacho los partidos que falten; respaldemos al DT y aprovechemos esos encuentros con proyección a un futuro que se vislumbra promisorio. No solo por la generación Sub-20 del último Sudamericano que tendrá que despegar; también por los (aunque lentos y forzados desde afuera) cambios positivos que está experimentando el fútbol peruano, en el reordenamiento de los clubes tradicionales del país y de sus sistemas de ascenso.
Los que hemos sido optimistas podríamos decir “Lo dijimos: seguimos con vida” luego de esta victoria, pero sería tan desubicado como el “Lo dijimos: estamos muertos” que los Vende Hígado vociferaron tras la caída en Asunción. Tomemos un respiro y miremos, con responsabilidad, las siguientes finales que se nos vienen: Ecuador en Lima y Colombia en Barranquilla. Que junio nos sea propicio; no perdamos la fe, pero tampoco pequemos de ingenuos. Seamos inteligentes, seámoslo siempre.
Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.com
Fotos: Aldo Ramírez / DeChalaca.com, EFE, Photosport
