Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.comHoy, 25 de mayo, se cumplen quince años desde que Alianza dio el primer paso para quebrar su terrible racha de 18 temporadas sin títulos: fue en Arequipa, cuando se consagró campeón del Apertura 1997.

 

El sábado 17 de mayo de 1997, por la penúltima fecha del Apertura, Alianza había conseguido un difícil triunfo por 3-1 sobre Torino en Matute; en el vestuario íntimo, sin embargo, las caras de los jugadores no desbordaban felicidad. La voz de Jorge Luis Pinto resumía el itinerario de la siguiente semana y acentuaba la palabra “sacrificio”: el domingo 18, todo el plantel de Alianza enrumbó a Arequipa para aclimatarse a la altura en una concentración estricta, que duró toda la semana.

 

 

Jorge Luis Pinto dirige una práctica de Alianza en el estadio Monumental de Arequipa. Atrás, se observa a Carlos Basombrío en lo que fue la semana de aclimatación íntima (Recorte: revista Once)La razón era simple: si Alianza le ganaba a Melgar, ganaría también el título del Apertura, la clasificación a la Libertadores y el pase directo a la final por el campeonato nacional, que le era esquivo desde hacía dieciocho años. La misión era difícil: los blanquiazules no ganaban en la Ciudad Blanca desde 1992 y sus recientes aventuras por Arequipa habían coincidido con inesperados tropezones cuando todo parecía marchar a la perfección, como en la traumática segunda rueda del ‘93. Cristal (en Puno contra Cienciano) y Universitario (en Piura contra Alianza Atlético) aguardaban que el ‘Dominó’ les hiciera el milagro.

La llegada de Pinto al club contrastó con la endeble disciplina de su antecesor, el brasileño Gilberto Alves ‘Gil’, y generó no pocos conflictos. A la ardua pretemporada en Arequipa y las sorpresivas visitas nocturnas que el colombiano realizaba a las casas de sus pupilos (para verificar que no salieran de farra), se sumaron conflictos alrededor del plantel. Antes del inicio del torneo, prescindió de un referente como César Cueto de su comando técnico, pues, por motivos religiosos, el ‘Poeta’ no trabajaba los sábados. También dejó de lado a Mario ‘Kanko’ Rodríguez: el volante renunció porque el técnico no lo tomaba en cuenta. Sentó a Waldir Sáenz cada vez que este cometió algún exceso extradeportivo, aún cuando el goleador se encontrara en una gran racha. Pero su rivalidad más recordada fue con Juan Jayo Legario, quien renunció a la capitanía, la cual quedó en brazo de uno de los llamados ‘incondicionales’ de Pinto: Paulo ‘El Churre’ Hinostroza. Los resultados, al principio, no acompañaron su proceso: a la temprana eliminación de la Libertadores, se sumaron dos desastrosos empates 0-0 contra Alcides Vigo y Unión Minas en Matute, que rezagaron a los íntimos en la tabla. Hacia fines de abril, parecía que Alianza había resignado, una vez más, el título del Apertura 1997.

Waldir Sáenz define ante la presencia de Pedro Requena, quien nada pudo hacer por evitar el primer gol de Alianza (Recorte: revista Once)Pero en las últimas fechas, llegó una remontada espectacular, que se inició solo tres días después del empate con Minas (tras el cual, cuenta la leyenda, Pinto lloró en el vestuario). Que se inició, realmente, en el segundo tiempo de un partido que perdía 2-4 contra Cristal y que convirtió en un histórico 5-4 a su favor, con el gol cien de la carrera de Waldir y con tanto agónico del brasileño Marcelo Bujica. El resto es historia más o menos conocida: Cristal, concentrado en la Libertadores, no ganó sus encuentros pendientes y Alianza aprovechó, con dos triunfos seguidos, para pasarlo en la tabla. Así llegó el 25 de mayo, cuando tuvo que jugarse la vida en Arequipa y esta vez no falló.

El festejo íntimo en la Ciudad Blanca fue enorme al conseguir un título que costó mucho sacrificio y años de espera (Recorte: revista Once)Waldir Sáenz tuvo una de sus tantas tardes de gloria a nivel doméstico. A los once minutos, consiguió la rápida ventaja: robó un balón en mitad de campo, avanzó unos metros y, antes de entrar al área, enfiló un zurdazo que se metió por el palo derecho de Carlos Silvestri. Los íntimos manejaron el partido: a los 19’ del complemento, merced a un blooper de Silvestri, lo liquidaron: el arquero rechazó mal un balón y este llegó directamente a los pies de Sáenz, quien con un remate bajo puso el 0-2 que no se movió. Al final, los abrazos se multiplicaron en la UNSA, pero la prudencia evitó dar la vuelta olímpica; los jugadores ya se convencían de sus capacidades y del trabajo de Pinto. Esa tarde, no hubo rostros desencajados en el camarín; hubo rostros de alegría. Alianza, así, empezó a conjurar la peor de sus maldiciones.

Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.com
Recortes: revista Once

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