Protesta bien sentada

En enero de 1979, la selección Sub-20 de Perú había disputado el Sudamericano de la categoría en Montevideo. Los resultados fueron los que se acostumbran: con dos goleadas en contra (4-0 contra Argentina, 3-0 contra Uruguay) y apenas un triunfo en la última jornada (2-0 contra Ecuador) -cuando ya nada había por jugar- Perú quedó rápidamente eliminado. Parecía que nada anormal había ocurrido, pero no fue así.
Al poco tiempo, se denunció que tres jugadores peruanos habían participado del Sudamericano con partidas de nacimiento falsas, para que pudieran cumplir el requisito de la edad (ser menores de veinte años) y participar del certamen: ellos fueron Eduardo Malásquez, Adhemir Arroé y Esteban Falla. El escándalo involucró a algunos dirigentes de la Federación, pero, sobre todo, al comando técnico, encabezado por José Chiarella Espíritu. Aunque con el tiempo la denuncia cayó en saco roto y se perdió en el tiempo, con los acusados libres de culpa, hubo un hecho que difícilmente se olvide: a comienzos de mayo, los tres jóvenes futbolistas fueron detenidos por la policía durante unos días. Y fue entonces que sus compañeros decidieron respaldarlos; lo hicieron de una manera más que curiosa.
Sentados en círculos
No hubo necesidad de huelga, de negociaciones ni de dimes y diretes. La primera protesta se llevó a cabo el sábado 5 de mayo; por la sexta fecha del Descentralizado, en el Lolo Fernández, Deportivo Municipal recibía a Alianza Lima. Hacia los 30 minutos, los íntimos ganaban 0-2 con goles de Freddy Ravello y William Huapaya; tras un despeje a lateral, los veintidós futbolistas se fueron aglomerando en el círculo central, con la venia del árbitro Julio Arévalo. Entraron también los suplentes y, junto a sus compañeros, tomaron asiento sobre el césped. Así permanecieron por dos minutos completos, ante la sorpresa de los aficionados. Tras ese lapso, el juego se reanudó como si nada, pero los jugadores habían dejado su protesta, como se dijo, “bien sentada”.
Al día siguiente, el domingo 6, en el estadio Julio Lores Colán, Universitario visitaba a Unión Huaral. El gesto se repitió; en este caso, fue apenas al reinicio del segundo tiempo. Pedrito Ruiz sacó desde mitad de cancha y lanzó el balón hacia un rival, Germán Leguía, quien la despejó fuerte al lateral. Nuevamente, todos sentados, aunque esta vez solo por un minuto; los hinchas huaralinos, ya enterados de lo ocurrido en la víspera en el Lolo, procedieron con aplausos.
Lo mismo ocurrió en los otros partidos, con excepción del Cristal-La Palma, que había sido suspendido por una gira que los rimenses emprendieron por Asia. El gesto se replicó en Chiclayo (Aurich-Junín), Puno (Ugarte-Torino), Tacna (Bolognesi-CNI) y Arequipa (Melgar-León). Y también en el estadio Nacional, donde se jugaba el ‘clásico porteño’ entre Sport Boys y Atlético Chalaco; en este partido, sin embargo, la protesta alcanzó consecuencias más que bizarras.
Huelga de árbitro
A diferencia de los otros encuentros, Boys y Chalaco acordaron realizar la protesta al inicio. Los capitanes, el rosado Eusebio Salazar y el listado Jesús Neyra, se acercaron al árbitro César Pagano a explicarle la situación. Comenzó el encuentro y la misma escena: Manuel Mellán mandó un puntazo al lateral, los futbolistas se sentaron y pasó un minuto. Pero luego pasaron dos, y luego tres. El árbitro se acercó a los capitanes y estos no le devolvieron la mirada. Fue entonces que Pagano realizó su propia protesta: llamó a sus jueces de línea y les ordenó que lo acompañaran. Se retiraron del campo. El árbitro no volvió, los jugadores culminaron su protesta y nadie entendió nada.
Los dirigentes de ambos equipos fueron al camarín e intentaron disuadir a Pagano. Fue inútil. Lo inesperado ocurrió diez minutos después: una nueva terna de árbitros salió al campo de juego, encabezada por un juez bastante joven, de rostro desconocido y sin un solo partido profesional a las espaldas. Ese árbitro era, nada más y nada menos, Alberto Tejada Noriega.
El encuentro se reanudó con el lateral pendiente, pero Tejada contabilizó todo el tiempo transcurrido como tiempo de juego efectivo. Así, la primera mitad acabó después de 33 minutos de disputa. La gente empezó a sospechar: ¿el partido sería válido?
Arrancó el segundo tiempo y llegó el único gol del partido: un cabezazo de Atilio Escate puso el 1-0 para Boys. Cuando todo parecía normalizarse, ocurrió otra anormalidad: sobre los 36’ del complemento, Tejada decidió finalizar el partido. Sucedió lo que se presumía: Chalaco reclamó la derrota, afirmando que Tejada no era un árbitro de Primera División, como lo exigían las Bases, y que el encuentro había sido concluido irregularmente. La ADFP dictaminó, entonces, que el partido tendría que repetirse: así pasó el 6 de junio, un mes después, con otro árbitro y otro resultado: 1-1.
Eran otros tiempos, en que las crisis se resolvían de forma más amena.
Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.com
Recortes: revista Ovación

Pero "bizarro" (pueden revisar cualquier diccionario de español) significa valiente, arrojado, etc.
Saludos.
Pero si la gente lo emplea asà y el uso continúa extendiéndose, por mucho que la Academia lo censure puede llegar un momento en que sea general y se vea obligada a aceptarlo. Porque,a fin de cuentas, evolucionar y cambiar es lo propio de las lenguas.
Adhemir Arroé: Golazo, doble sombrero jugando por Municipal frente a Boys en 1979.
Esteban Falla: Campeón 1986 con San AgustÃn.