Cinco Esquinas: Verse con Paraguay

El que lo vio en el estadio: El fútbol es una fiesta
Fui testigo de la fiesta que se vivió en el Nacional. Sentado al lado de la torre Miguel Dasso en la tribuna norte pude apreciar muchas familias, adultos mayores, mujeres y niños con la sonrisa que les dibujaba el ver a Perú. Sufrí como todos en el primer tiempo con las ocasiones perdidas, pero para mi fortuna, los goles peruanos se marcaron en el segundo tiempo y pude verlos de frente. Es indescriptible la forma en que la gente celebró los tantos. Si bien los grité, también me di el tiempo para observar todo el estadio en el momento preciso que Paolo anotó. Saltos, brazos extendidos, abrazos. Son imágenes tan imborrables como la actuación de la bicolor. Y pensar que hace una semana ciertos personajes pidieron que no vuelva a haber fútbol. Cómo estarán celebrando ahora. (Carlos Panez)
El que lo vio con sus patas: Manojo de nervios
Para mí, ver el partido con mis patas debe ser una experiencia totalmente diferente que para muchas personas. Es difícil hacerle caso a la conversación que se arma por arriba del televisor cuando tu única atención se encuentra exactamente en ese cuadrado -o rectángulo- que te transmite las esperanzas de todo un país. Cierto, puedes participar de cierta conversación, pero lo que a mí me ayuda es ese desahogo conjunto que hay cuando puedes gritar con otras personas aquel segundo que se demoró Pizarro en definir ante Diego Barreto o el pie mal puesto de Guerrero cuando se encontraba sin arquero. Ese sentimiento de grupo llegó ayer a su punto más alto cuando el 'Krieger' pasó al meta guaraní y definió con frialdad. Los vasos de cerveza son la excusa perfecta para alargar esa alegría cuando el mismo jugador termina con calidad una jugada de Pizarro. (Juan Diego Gilardi)
El que lo vio en su casa: No todo es perfecto
“Ver el partido en casa no es la mejor manera de verlo” es una frase que podría sintetizar lo que estaría pensando el que lea el título. Pero no es el caso de quien escribe. La mejor manera es sin duda con tus compinches futboleros en el estadio, pero yo disfruto mucho viendo el fútbol en mi habitación sin más compañía que el televisor a todo volumen o el humo de los cigarros que prendo uno tras de otro. Me gusta poder ver el partido en solitario, principalmente, porque así evito los comentarios femeninos (discúlpenme las mujeres que leen esto, pero lo último que veo son las piernas de Vargas o los ojos de Pizarro y mucho menos voy a preguntar en qué consiste el off side) que pueden salir junto con las carnes recién cocidas en una parrillada o ignorantes de un fanático poco agudo en algún bar. Y así quise empezar a ver estas Eliminatorias, en mi cuarto, solo. Pero ocurrió que cuando llegué, la casa estaba vacía y empecé a tomar lonche; me quedé pegado a la tele del comedor y ya no me moví. Igual la locación era parecida a mi cuarto y no había problema… pero aquí aparece el “pero” que mata la alegría de mi noche blanquirroja. Llegaron mis padres y mi tía sexagenaria a ocupar las sillas que estaban (in)oportunamente vacías. Los “¡corre, corre!” le hicieron hicieron una insoportablemente perfecta comparsa a los “¡patea, patea!” a lo largo de los noventa, esos que no terminaron sin el pedido al cielo de mi madre en el que solicitaba el ingreso de Chiroque (ella se quedará en que no es justo que no juegue y poco le importa que para que él ingrese tenga que salir uno de los cuatro fantásticos). Al menos Perú ganó el partido que se esperaba que ganara y va con el ánimo al tope para el partido que se juega en horario de oficina. No será mi fecha doble favorita. (El Pelotero)
El que lo vio en familia: Inicio de una tradición
Normalmente soy de las personas que, cada que inicia un proceso eliminatorio, ve con cierto escepticismo lo que pueda hacer Perú. Aunque debo reconocer que, por la actuación de la blanquirroja en la Copa América, mi disposición y ánimo mejoraron. Por ello, esa noche, luego del trabajo había que apurar el paso para llegar a tiempo a casa. Menos mal, el tránsito en las calles -esta vez- estuvo a favor y permitió que llegara justo cuando el himno peruano se escuchaba fervoroso a través de la señal televisiva. Suelo mirar el fútbol solo, a veces con mi pequeño de cuatro años que aún entiende poco del tema. Pero para esta ocasión, hasta mi esposa estuvo haciendo zapping entre su serie policial y alguno de los canales que transmitió el partido. De modo que el interés era común: había que ver a Perú, y para ello hasta mi pequeña nena -de pocos días de nacida- estuvo frente a la TV. Como seguramente muchas familias a esa hora en todo el país, con un deseo unánime: empezar bien este largo camino hacia el Mundial 2014. A eso de los 15', cuando las revoluciones del juego crecían, sonó el timbre. Quién podía interrumpir, quién podía estar fuera de su casa a esa hora sin mirar el partido de Perú. Una visita familiar que, obviamente, venía a ver el encuentro de fútbol con nosotros. Todos juntos sufrimos cuando las más claras las fallaba Pizarro, alentamos cuando Guerrero empezaba a dar avisos de lo letal que terminaría siendo. Celebramos que Vargas sea un 'Tanque' difícil de frenar en cada embestida contra el rival. Y claro, como usted o su familia seguramente, gritamos los dos goles de Paolo que le dieron el triunfo a nuestra selección. Una vez que Pezzota pitó el final, y tras la felicidad que el resultado nos prodigaba, la mesura nuevamente me invadió. Pero -a mis 35 años- a diferencia de otros procesos eliminatorios que he vivido como aficionado, el que inició ayer pareciera destinado a otro desenlace, distinto al de las frustraciones a las que muchos de mi edad estamos acostumbrados a vivir con el equipo de todos. Seguramente, el tiempo dirá si lo de la noche de viernes en el Nacional fue el inicio de una historia feliz. Mientras tanto, qué bueno que el fútbol, y nuestra selección, sean también un motivo como para reunir a la familia, toda junta. (Iván Carpio)
El que lo vio de reojo: Doble examen
En plena semana de exámenes y trabajos parciales, tuve la “suerte” de que me tocara el parcial más complicado y que demandaba más tiempo para estudiar al día siguiente del estreno de la blanquirroja ante Paraguay. Si bien en un primer momento decidí abstenerme de ver el partido para hacer lo correcto y estudiar para mi parcial, los gritos de los vecinos y de mi padre en la sala, hicieron que no pudiera concentrarme. Tras varios minutos en una angustia continua al imaginarme cómo se estaría desarrollando el partido, inevitablemente fui presa del hinchaje, prendí el televisor de mi cuarto, puse mute y me adentré en un juego que continuó durante más de una hora: levantar la cabeza para mirar el televisor, y acto seguido, bajarla para seguir pegado a mi libro. (Alonso Cantuarias)
Composición Fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.com
Fotos: José Salcedo / DeChalaca.com

Ni bien llego el primero, le grite gol a ella, jajaja