Foto: RPP

 
Hasta su cese el último jueves 19, Julio César Uribe llevaba 132 días al mando del combinado nacional. Pero ese limitado tiempo -y más allá del populismo detrás de una decisión que poco o nada resuelve los problemas del fútbol peruano- no impidió al Diamante demostrar algo concreto: si fue una equivocación nombrarlo en el 2000, esta vez el error resultó más grueso.

 

 

 

Han pasado casi 19 semanas desde el 8 de marzo. Ese día, un rimbombante Juvenal Silva anunciaba que el nuevo seleccionador peruano sería Julio Cesar Uribe. Escuchar la noticia hacía imposible evitar el recuerdo de la anterior campaña del ídolo de Sporting Cristal al mando de la selección. Ya fuera por la aceptable campaña peruana realizada en Colombia 2001 (lo bueno), sus extravagantes convocatorias (lo malo) o el llamado de su hijo a la selección (lo feo).

En estos cuatro meses y medio, Uribe dirigió siete veces a la blanquirroja con un saldo de dos partidos ganados, uno empatado y cuatro perdidos, lo que le reportó un 33.33% de efectividad. Pero fuera de los números, en este proceso el Diamante cometió muchos errores que -a la larga- serían los que determinarían su despido.

El primero, y quizá el más grave, ocurriría durante los días 23 y 24 de marzo. Perú jugó un amistoso contra Japón que acabaría 2-0 a favor de los nipones, un resultado esperado debido a la extraña convocatoria realizada por Uribe -en los entrenamientos llegó a participar Tenchy Ugaz-. Al día siguiente, en los periódicos, la derrota no fue tomada con mucha importancia y no hubo ninguna crítica exagerada. El verdadero pandemonioocurriría tras la llegada a Lima: casi una semana después en la televisión aparecerían imágenes y testimonios que informaban de salidas nocturnas del plantel peruano antes y después del encuentro con los japoneses. Uribe al principio negaría todo pero después, al verse atrapado por lo aplastante de la información que lo delataba, acabaría cediendo poco a poco. Finalmente, esta novela tendría fin el día 13 de abril cuando el técnico de la selección -presionado por la Comisión- ofrecía disculpas públicas por el comportamiento en tierras asiáticas.

Luego vendrían los partidos contra Ecuador, 2-1 y 0-2, en los cuales no se podía definir el futuro peruano debido a los diversos cambios realizados en los dos partidos y la falta de algunos titulares.

 

 


 

Los dos cabezazos de Pizarro salvaron a Perú de una desastrosa eliminación en primera ronda (Foto: copaamerica.com / AFP)

 

 

A la Copa América Uribe llegaba muy cuestionado, tanto por la prensa como por los hinchas. Días antes del debut se inició un debate sobre si el 3-5-2 (o, a la postre, 5-3-2) planteado por el Diamante era el mejor sistema para esta selección. Pero el 26 de junio, Perú tendría el estreno soñado ganándole por 3- 0 a Uruguay y jugando de una manera impensada hasta por los propios peruanos. Tras esto, Uribe dio rienda suelta a su ego y ello ocasionó que comenzara a tomar decisiones perjudiciales para el equipo. Contra Venezuela, Pedro García volvía a ocupar el puesto de titular en detrimento de Juan Carlos Mariño, quien había tenido un gran desempeño ante Uruguay; pero a los 15 minutos el jugador del Deportivo San Martín era mandado a las duchas gracias a un codazo aplicado a un venezolano. Perú terminaría perdiendo ese partido por 2-0.

 

El segundo error más grande de su corta travesía en la selección vendría con el partido ante Bolivia. El Diamante dejaba en la banca a Acasiete -el mejor defensa hasta el momento- y a Bazalar -el mejor medio campista hasta ese partido- y proponía un 4-4-2 muy ofensivo con Édgar Villamarín y Paolo de La Haza ocupando los lugares de Santi y Juanca respectivamente. Esto produjo que Bolivia tuviera el control de la pelota y las acciones durante todo el partido pero esta vez la suerte estuvo del lado peruano y Claudio Pizarro, en dos ocasiones, sellaría el empate con el que Perú se clasificaba a cuartos de final.

 

Ya contra Argentina, tras un aceptable primer tiempo todo el equipo se vino abajo y la participación en la Copa América acabo con un 4-0 en contra. A la llegada a Lima no faltaron los hinchas en el aeropuerto que pedían la cabeza del entrenador. El populista Juvenal Silva los escuchó y tras muchos días de consultar con la Comisión le entregó al pueblo lo que pedía. Sólo entonces salieron a luz otros errores que el Diamante cometió en tierras venezolanas, tales como preferencias con jugadores y permisos excesivos. Surge una pregunta natural: si Uribe no hubiera sido destituido, ¿se habría conocido algo de ello? Con todos los defectos aquí descritos, el técnico no deja de ser sino un chivo expiatorio de culpas que seguirán presentes indistintamente de quién ocupe el banco que hoy ha dejado vacante.

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