Vodka con jugo de naranja
Rusia le dictó una clase magistral a la favoritísima oncena de Van Basten. Con una inteligencia táctica digna de un entrenador de lujo como Guus Hiddink, los rusos jugaron, metieron, dominaron y celebraron, en uno de los mejores partidos en lo que va de la Euro. Un 3-1 que eliminó a Holanda y refleja la solidez del esquema defensivo y de la voluntad ofensiva del menos favorito.
¿Por qué el partido ante Rusia fue igualmente útil para Edwin van der Sar?
Fotos: EMPICS
Hoy, quien escribe perdió dinero. Alguien que comúnmente no interpone los caminos del dinero con los del azar, apostó por la lógica y el instinto futbolístico el día en que estos dos se fueron a dar un paseo lejos del St. Jakob Park de Basilea. El motivo: Rusia jugó fútbol total al mejor estilo de Rinus Michels. Mejor dicho, de Guus Hiddink.
Tan irónico como
sensato, el brillante estratega holandés le dio de su propio jugo a la ‘Oranje’
y se metió en semifinales. Vistió a Semak de De Jong, a Pavlyuchenko de Kuyt y
a Arshavin de Sneijder. En 120 minutos -que pudieron haber sido menos de no ser
por la relativa ingenuidad de los blancos en el área chica -el cuadro ruso
regaló entrega, garra y verticalidad hasta la última gota.
SE PUSO OSO
Holanda es fanática de los espacios, de los rincones en los que una escuadra rival le deja hacer trucos de magia para transformarlos en gol. Hoy Rusia compró todos esos espacios que oncenas anteriores le cedieron fácilmente a los de van Basten, y tan solo se los alquiló por momentos.
El control del medio sector y la solidez de la última línea fueron, a ultranza, las claves de un triunfo bien trabajado y -si cabe el término en el fútbol- merecido. La defensa naranja sufrió dolores de cabeza dignos de una resaca de vodka y pagó caro dejar tan buena impresión en sus primeros tres partidos.
El batacazo de Roman
Pavlyuchenko al mediar la segunda mitad despintaba la marea naranja del coloso
suizo, mientras la sorpresa dejaba de ser sorpresa. A punta de claro dominio,
Rusia sacó boleto de grande y parecía que todo acabaría ahí. Sin embargo, hay
quienes dicen que la historia es el decimotercer jugador de un equipo -después de
la hinchada- y Van Nistelrooy la mandó a guardar tras varios intentos, para regalar media hora más de uno de los mejores partidos del torneo.
DELICIAS EUROPEAS
Dos equipos entregados, profetas del jogo bonito en latitudes europeas, regalaron fútbol gourmet. Hiddink ha sabido crear la amalgama perfecta entre picardía holandesa y disciplina rusa para deleite del mundo entero. Si alguien dudaba de la trillada “mano del técnico”, hoy seguir negándola sería pura necedad. El sabio entrenador ha demostrado, por años, que todo lo que toca se vuelve oro.
Llegando a las
postrimerías del suplementario, el emisario mágico de Hiddink en el campo,
Andrei Arshavin, frotó la lámpara y puso, sobre sus trajinados hombros, a sus
diez compañeros. Dejó sembrado como tulipán a John Heitinga por la banda
izquierda y colocó un centro milimétrico sobre el desesperado van der Sar para
sellar un 2-1 que ya a nadie sorprendía. Unos minutos después, coronaba una de
las mejores actuaciones personales de la competencia con un tanto soberbio,
después de recordarle a van der Sar que los gigantes sufren por bajo. Hoy, un
gigante europeo sufrió por allí con el petiso artillero del Zenit de San
Petersburgo y los diez guerreros que lo acompañaron.
Tras el pitazo final, la imagen de un Van Basten desencajado, confundido, seguro que la realidad le estaba jugando una mala broma, terminó por cerrar una victoria épica. A unos metros, la banca rusa vivía un sueño, comandada por un timonel de lujo, que volvía a guardar en su bolsillo el libreto del fútbol de Holanda. El mismo libreto que les presentó a sus jugadores y estos entendieron a la perfección.
Leer más...
