Chalacas de Vista: Irreverencia al servicio de Alianza
Una opinión desde Venezuela acerca del reto de Richard Páez al frente del cuadro blanquiazul.
Fotos: forest.ula.ve, laprensa.com.bo, DeChalaca.com
Cuando Richard Páez asumió las riendas de la selección de Venezuela en 2001, pocos creyeron que en sus maletas había cosas tan buenas como reivindicaciones para los jugadores y un boom publicitario que, acompañado por una buena dosis de victorias inéditas, degeneró en una explosión de afecto entre propios y extraños a la disciplina.
El estratega, que nació en Mérida, una ciudad ubicada a 552 kilómetros de Caracas, le había dado una especie de despertar al fútbol de clubes cuando en 1999 guió al equipo de su ciudad natal -Estudiantes de Mérida- hasta cuartos de final de la Copa Libertadores de América. Aunque en términos de pergaminos, Páez apenas cuenta entre sus logros con el título del Apertura de 1999 (fue subcampeón al perder la final ese año frente a ItalChacao), al ex estratega de la 'Vinotinto' se lo recuerda por ser el guía de una generación de jugadores que le enseñó al país que en el fútbol también se podía ganar. Y que instauró, además, con impensadas conquistas, la idea que Venezuela también puede jugar un Mundial.
LAS APTITUDES DEL DOCTOR
Páez puso al servicio del deporte una plataforma psicológica en la que los términos “irreverencia”, “actitud” y “ganar”, se llevaron muchas horas de teoría y de asimilación. La preparación física también se llevó con seriedad, ayudada en buena medida por el crecimiento de dicho aspecto en clubes como Maracaibo, Caracas y Táchira, que nutrieron las convocatorias de Páez.
De la mano de este técnico, Venezuela jugó las dos mejores Eliminatorias Sudamericanas de su historia. Camino a Corea-Japón 2002 logró la mayor cantidad de puntos en su tránsito por la competencia (16), con inéditas victorias sobre Uruguay, Chile (como visitante), Paraguay y Perú.
Cuando arrancó la disputa de la Eliminatoria a Alemania 2006, un Mundial parecía posible. Los éxitos recientes provocaron un éxodo jamás visto de futbolistas venezolanos a ligas extranjeras y el país casi tuvo aroma de fiesta cuando la 'Vinotinto' de Páez, alimentada por un sistema de juego en el que destacaban tres mediocampistas ofensivos zurdos (Juan Arango, Ricardo Páez y Gabriel Urdaneta), conquistó Barranquilla y hasta Montevideo.
Lamentablemente, la era de Páez comenzó a diluirse al insistir en jugadores que no vivían su mejor momento en sus respectivos clubes, especialmente con los llamados y alineaciones de su hijo Ricardo David Páez, con la excusa de que se trataba de futbolistas que “habían dado resultados”. Con todo y eso, la 'Vinotinto' no fue última por primera vez en su historia, al cerrar como octava, con 18 unidades.
Bajo su mando, además, Venezuela pasó por primera vez la primera fase de la Copa América y todo parecía enderezarse cuando arrancó el camino a Sudáfrica con una victoria en Quito. Los tragos amargos ante Argentina y Colombia parecían que iban a culminar con el partido ante Bolivia, pero el público de San Cristóbal explotó y le reclamó una y otra vez la presencia de su hijo en cancha. Al final, la 'Vinotinto' se impuso por 5-3, pero el estratega perdió los estribos y respondió a los insultos de la grada de la misma manera y se marchó de la selección sin mayor explicación.
Como jugador, derrochó talento. En los '70 fue el traspaso más caro del balompié nacional, cuando Táchira pagó a Estudiantes por su pase 250 mil bolívares (unos 60 mil dólares). Llevó con responsabilidad la camiseta de la selección nacional cada vez que sus estudios de medicina se lo permitieron.
En Alianza Lima pondrá a prueba todo lo aprendido no solo en Venezuela, sino en sus insistentes peregrinaciones por Colombia, Argentina, España e Italia en pro de más conocimiento. Seguramente confía en la paciencia de los limeños; ojalá los limeños se la tengan.
* Kelvy Pirela es periodista del diario El Mundo de Caracas
