Gianluigi Buffón y Leicester City fueron los protagonistas excluyentes de un martes hecho para resistentes. Uno desde la grandeza y el otro desde la ilusión, sostuvieron sendos triunfos por la mínima diferencia que escriben capítulos diferentes en trayectorias disísmiles pero igualmente bañados de heroísmo.
    Roberto Castro | @rcastrolizarbe
    Director General

¿A qué más puede aspirar este tipo? La imagen de Gianluigi Buffón abrazado, felicitado y casi cargado en andas al final del partido sobre el césped del Gerland no permite plantearse otra pregunta. Un hombre de cuarenta años que lo ganó casi todo menos, claro, una Champions League. Y entonces uno entiende. Y entonces uno también se emociona como niño, como el chiquito que estiró una banderola con el ruego "Buffon tua maglia per favore". No una camiseta de un jugador de campo, la que todos quieren tener, la bianconera; sino la del arquero, la del genio que le sacó a Fekir a mano cambiada un gol hecho y luego un penal esquinado a Lacazette.

La ambición, así la llaman. Consiste en siempre querer más y, sobre todo, jamás conformarse. Como le ocurre también al Leicester City, campeón vigente del torneo más competitivo del mundo -la Premier League- y que bien podría asumir que suficiente historia ha hecho ya de la mano de Claudio Ranieri. Pero no: quiere más, y por eso se erige de momento como el único equipo que ha ganado tres de tres partidos disputados en Champions League. Dejando del lado el garbo habitual que la teoría exige a un club inglés que recibe en casa a otro danés por una competición europea: siendo consciente de sus limitaciones, calculando tiempos y aprovechando al tope el estiletazo de Mahrez, con zurdazo corto, para sacar los tres puntos. Valiéndose luego de otro danés, el heredero de la dinastía Schmeichel, para tapiar el arco ante sus compatriotas del Copenhague y salvar a lo equipo chico un 1-0 necesario y suficiente para mirar a todos desde arriba, como el auténtico King Power.

Historias paralelas que demuestran que en el fútbol hay distintas maneras de querer lo mismo: de construir el triunfo a partir de la modestia. Buffon es el líder excluyente pero sencillo: el empleado modelo del servicio público, de la entrega por los demás. El que puede limpiar trastadas de sus compañeros, como la de Bonucci cometiéndole un absurdo penal de rugby a Diakhaby o Lemina ganándose la roja en el momento cuando arreciaba el Lyon; o insuflar la confianza suficiente como para que Cuadrado, sin ángulo, pueda disparar convencido de que la pelota va a entrar. 'Gigi' es ese arquero que combina la personalidad del mejor Benji Price con la espectacularidad de Richard Textex. Es el capo no canonnieri, sino de los tres palos.

Buffon fue el héroe de la jornada ante Lyon. (Foto: AFP)

El de Raineri, en cambio, es un equipo modesto no por vocación, sino por definición. Si el de Buffon es el relato griego -o romano- decorado de mitología, el de The Foxes es el cuento infantil con final feliz que quiere prolongar y prolongar páginas antes de decir colorín colorado. Que no tiene los rivales más exigentes todavía, que su estilo no es el más prolijo; pamplinas y a quién le importa si con 9 puntos tienes la clasificación en el bolsillo. Porque aunque localmente se le diga que volvió a su realidad, en Europa, allí donde esta década a los clubes ingleses mucho les ha costado ser protagonistas -y en Champions solo lograron un título con un equipo con DT interino, cuando el Chelsea de Di Matteo-, es el minnow el que está dando la hora. Porque el primer paso para ser gigante es querer serlo, y sino que lo diga el ya inmenso Buffon o lo contesten a coro en Leicester.

Orejona a la Música

POCO MÁS QUE GRITOS. La presencia del Legia Varsovia en el Santiago Bernabéu causó fufulla mediática no solo por la habitual parafernalia que acompaña al Real Madrid, sino por la cuestionable filiación política de los hinchas más radicales del club polaco. Sin embargo, sobre el campo nada se condijo con opciones de asustar al gigante merengue: apenas un torpe penal cometido por Danilo puso, en algún momento, a la visita un gol abajo vía el disparo bien capitalizado por el serbio Radovic luego de los dos tantos locales iniciales. Pero luego, la cantera madridista se echó a cobrar sus frutos: Asensio, Lucas Vázquez y Morata sellaron un 5-1 claro y contundente.

MUCHO MÁS QUE GRITOS. El Madrid iguala en la punta de su grupo (F) al Borussia Dortmund, que sacó un gran resultado en su visita a Lisboa. Aubameyang y Weigl, este último con buen remate de media distancia, sacaron importante ventaja en el primer tiempo para los de Thomas Tuchel, que en el complemento resistieron el descuento de Bruno César para llevarse un 1-2 del Alvalade. Por el fútbol portugués, en contrapartida, sacó cara el equipo que logró el otro 1-2 visitante de la jornada: el Porto, que con sumo esfuerzo volteó el partido que perdía en Brujas -tanto inicial de Vessel tras una sucesión de rebotes- gracias a un golazo de proporciones del mexicano Layún y un penal en la agonía bien capitalizado por André Silva. El equipo del dragón igualó así al Copenhague con 4 puntos en el segundo lugar del Grupo G, aunque ambos miran de muy lejos las 9 unidades perfectas del Leicester.

Samir Nasri anotó el gol de la victoria en Zagreb. (Foto: AFP)

SE ZAMPA. El Sevilla volvió a ganar: un 0-1 con lo justo al magullado Dinamo Zagreb -que acusó poquísimo público en sus tribunas para estándares de Champions- vía un gol sin querer queriendo de Nasri. El equipo de Jorge Sampaoli comparte así la punta con la Juventus en el Grupo H, otro que tiene dos dominadores claros. De esto se diferencia solo un grupo: el E, en el que la jornada repartió empates para el Tottenham en su visita al Leverkusen (un 0-0 con un tiempo para cada uno) y para el Mónaco con lo justo en su expedición a Moscú, donde un zurdazo agónico de Bernardo Silva le permitió rescatar un 1-1 que lo encarama en la cima de las posiciones. 

Foto: AFP
Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com


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