Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comMientras la batalla entre el PSG y el Barca, el entusiasmo del Ludogorets, el gol de Totti o los goles de Welbeck acaparaban el show en Europa, se produjo una fiesta poco difundida: el regreso del fútbol sueco a la Champions League tras 14 años.


La Champions ya no es hace rato de un solo canal. Tampoco de dos: cada uno se multiplica por tres y, con decodificador, acaban siendo seis los canales para hacer zapping. Y si encima hay un partido anticipado en Rusia, pues acabas teniendo siete opciones para elegir y seguir.

Pero siempre hay una excepción. El partido de los minnows, de los olvidados: de los futbolísticamente pobres. Ese del que solo puedes enterarte si eres un enfermo y googleas a buscar alguna señal remota en vivo. O si, más convencionalmente, sigues la transmisión por Twitter de DeChalaca. Ese fue, el último miércoles 1, el Malmö - Olympiacos. Uno que hace mucho no estaba contra otro que siempre está.

El regreso de un equipo sueco a la Champions produjo sentimientos curiosos en los espectadores (Foto: AFP)

El 2-0 del miércoles significó el retorno a Champions League, después de nada menos que 14 años, del fútbol sueco. Aquel que una vez, en casa propia, fue subcampeón mundial ante el Brasil de Pelé; aquel que en los tiempos más recientes equivale a memorias de los Brolin, los Andersson o los Mellberg; aquel que, en la actualidad cosmopolita, pasó de la fama temporal de Dahlin a ser sinónimo excluyente del nombre Zlatan o el apellido Ibrahimovic. Y que, con toda esa riqueza, y pese a ser uno de los cinco países con mejor nivel de igualdad de ingresos del mundo, lleva ya dos mundiales de ausencia y no intervenía en Champions League desde que el Helsingborgs quedó último en el grupo F de la edición 2000/01.

Y el regreso fue por todo lo alto. Con doblete de un hijo pródigo: Markus Rosenberg. Un delantero de esos que en los partidos de Winning de la década pasada podía asegurarte un cabezazo con cuadrado para luchar contra alguna defensa floja, y que de todas maneras conocías porque acompañaba a Pizarro en el Werder Bremen. Anotó en Champions tras seis ediciones de ausencia en el torneo, y lo hizo en el Mälmo que lo formó y lo hizo debutar en Primera, pero en el que nunca pudo ser protagonista: el Halmstads, el Ajax, el Bremen y el Racing de Santander lo vieron pasar por sus ataques, en rendimientos progresivamente decrecientes. Recaló el último semestre del año pasado en el West Bromwich Albion, en la Premier: jugó 4 partidos y por primera vez, pasó por un equipo sin anotar.

¿Mälmo está para seguir dando que hablar en la Champions? (Foto: AP)

Pero Rosenberg quería escribir otro cuento. Narra Héctor Salvador en Panenka que se fue de West Bromwich por mutuo acuerdo y donándole a entidades caritativas de la ciudad inglesa todos los muebles de su casa. Ahora está, más bien, en su casa, con 19 goles anotados en lo que va de 2014, y habiendo protagonizado los dos gritos más importantes del Mälmo en Europa desde que en 1979 esa camiseta celeste lograra el mayor hito del fútbol sueco a nivel de clubes: el subtítulo continental detrás del Nottingham Forest.

Así, por primera vez en muchas lunas, Mälmo ha saltado de los libros de estadísticas a significar algo más, para toda una generación de seguidores de la Europa futbolística, que solamente la ciudad que parió a Zlatan Ibrahimovic. Y el fútbol sueco, por eso, ha vibrado en medio de la indiferencia del otro lado del charco, ese que a la distancia admira su riqueza en todos los aspectos de la vida pero que se había acostumbrado más a extrañar, en los mundiales, a sus guapas aficionadas que a sus valiosos jugadores.

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Fotos: AFP, AP

 


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