Como diría el Puma...
La Champions es la Champions. Si el Mundial es aquel súper tono fastuoso al que uno recuerda con especial placer haber ido por los siguientes cuatro años, la Champions son -a este lado del charco- esos almuerzos especiales de mitad de semana en buenos restaurantes. Los gustitos que uno se da, y que más que comentarse demasiado, a diferencia de la resaca post juerga del Mundial, esencialmente se disfrutan.
¿Por qué emociona de esa forma la Champions? Porque entre todos los atributos de primer nivel futbolístico, desarrolla uno pasional y sencillo: construye, con simpleza, héroes. Siempre hay protagonistas con nombre y apellido, identificables y sobre todo queribles. Y esa es la principal herramienta que permite atraer interés al fútbol. Gerrard dándole al Liverpool un triunfo en el último minuto en su regreso al torneo tras cinco años es, sin duda, el ejemplo típico de cómo la Champions siempre se las ingenia para construir libretos de fábula en la vida real.
Pero esos son solo algunos casos: hay varios desperdigados por todo el desarrollo del juego. En los partidos más llamativos -por los goles- de la jornada, puede encontrarse un héroe joven: el Brahimi que le hace creer con un hat trick de estreno a un Porto que, como hace diez años, todo es posible. O también héroes añejos: porque la Roma goleó y alcanzó una marca histórica, pero los elogios se van todos hacia Totti, il vero Il Capitano que metió doble asistencia.
Miremos más allá y en los partidos caletas habrá héroes nada anónimos y muy emocionantes, con sendos regresos triunfales. Como el de Nani anotando un gol con el Sporting después de ocho años y sugiriendo que estuvo más tiempo del debido lejos de casa; como Mitroglou regresando, tras el dislate del Fulham, a romperla y celebrar con su Olympiacos para bajarse al subcampeón vigente. Habrá otros héroes omnipresentes, como Huntelaar, un goleador de aquellos, de los de raza orejona, para cortarle la racha al Chelsea de 'Mou'; y otros héroes que se crean, como Boateng, ícono de la globalización en la Alemania campeona del mundo, con su primer gol en la competición para salvar la papeleta para el campeón Bayern. O Tévez y Balotelli confirmando que las camisetas que ahora tienen les sientan bien o mejor, y que Europa aún tiene demasiado por esperar de ellos.
Los mencionados no son simples autores de goles, como en cualquier partido de fútbol. Son protagonistas de momentos especiales, diferentes, mágicos: son la gente que hace querer el fútbol. Y que para el verdadero conocedor de Champions no pasan desapercibidos en medio de la oleada mediática en torno del Barcelona y el Madrid, que más allá de los aparatos montados para Messi y Cristiano Ronaldo -o James- también esconden sus héroes de momento en partidos como estos, como Piqué ratificando que él siempre está -hasta para hacer un gol que parece insignificante y acaba siendo valioso- o Nacho, en su primera aparición, forzando un autogol.
Por todo eso, la Champions es la Champions, como diría ese gran filósofo de nuestra contemporaneidad futbolística llamado José Luis Carranza. Y -acaso felizmente- sin el "pe" del final.
Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Fotos: AFP