Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comCon Messi en la tribuna, otros protagonismos individuales como los de Griezmann o Icardi monopolizan la atención Champions, pero al Barcelona le resuelven los problemas futbolistas de a pie como Arthur o Malcom.

    Roberto Castro | @rcastrolizarbe
    Director General

¿La era de la dualidad ha llegado a su fin? Mientras Barcelona y Juventus no se crucen en el futuro mediato, estamos a salvo del fútbol estilo Supercampeones, dicen algunos. Pero lo cierto es que las circunstancias han complotado para que esta primera fase de Champions League sea mucho más interesante, por lo pareja, que las predecibles etapas iniciales de las últimas ediciones del certamen.

Sí: esta Champions de Cristiano Ronaldo en proceso de adaptación a la 'Vecchia Signora' y Lionel Messi lesionado es más de hombres que de nombres. Que tiene estos últimos, sin duda; pero que ve a equipos también imponer su casta, recuperar viejas tradiciones como en el caso del Estrella Roja y su triunfazo sobre el Liverpool, también. Hay mayor variedad y en eso radica el gusto.

Sin embargo, no se trata de que el modelo de protagonismos excluyentes haya perdido vigencia. La historia del fútbol está compuesta de ellos, acaso no en el grado absolutista de Messi y Cristiano pero sí con pesos determinantes. Los hay en todas las posiciones: por eso Gianluigi Buffon, por ejemplo, puede seguir siendo el número uno a dos meses de cumplir 41 años de edad, como lo ratificó con sus tres excelsas atajadas en la visita del PSG al San Paolo.

Antoine Griezmann celebra su tanto ante el Dortmund. (Foto: AFP) 

En la Liga se quedó Antoine Griezmann, quien no es él solo todo el Atlético, pero sí es la indiscutida pieza más importante del equipo. Contra el Dortmund había una revancha pendiente con la viga y el colchón en el ojo después del 4-0 a orillas del Ruhr, por lo que el 'Principito' tenía que afinar cuerdas. En el gol de Saúl Ñíguez, sin necesidad de tocar balón, es el actor más importante de la jugada: arrastra toda la marca y en un solo quiebre hacia atrás deja comprando pan a los cuatro defensores rivales. Y luego, en el segundo tanto, ofrece una lección de cómo soportar a un zaguero rival 12 centímetros más alto (Manuel Akanji mide 1.87) y, sobre su misma marca, definir a la carrera. Un portento.

Tanto o más determinante para su oncena es Mauro Icardi. Esto se sabe hace rato en el Giusseppe Meazza y por eso él, solo él y nada más que él podía empatar un partido tan cuesta arriba como el que había determinado el Barcelona en su visita. Por eso Lautaro Martínez entró con la única misión de desbordar para encontrar a su compatriota: porque había que tirársela a él porque es el que sabe, como en el recreo. ¿Quién dudaba de que Maurito la mandaba adentro en el momento en que ensayó esa media vuelta con la que acabó fusilando a Marc-André ter Stegen?

Lo curioso es que a un martes de tanta individualidad, que encima tuvo como ícono máximo de ella justamente a Icardi, el Barcelona, habitual testigo de gestas personales, ofreció respuestas de a pie por lo sencillas. Porque la pieza clave en la visita a Milán no fue Luis Suárez, aun cuando su inspiración haya estado a punto de regalar un gol para la apoteosis con un sombrero que iba a ser de monumento sobre Samir Handanovič en el primer tiempo. Nada de eso.

Las mismas cualidades que demostró en Gremio, las plasmó en el Barcelona. Ante Inter, Arthur fue pieza clave. (Foto: AFP) 

Los importantes en cancha interista fueron los obreros. Arthur, en primerísima línea. El exvolante del Gremio no es Iniesta ni tampoco Xavi; simplemente es él y su traslado, su buen manejo de pelota; sus dones obreriles que complementan un magnífico manejo de tiempos. Es Arthur y no necesita a Arturo (Vidal) al costado porque puede ocuparse solo de cargar con un peso que antes le quedaba muy encomendado a Ivan Rakitić. Es un tipo que en silencio y con brillo propio, se está metiendo a la constelación de estrellas.

Arthur pudo llegar al Inter antes de hacerlo al Barcelona, pero no sucedió así. Como tampoco pasó que Malcom, esa incorporación de última hora de la pretemporada blaugrana proveniente del Bordeaux, convirtiera sus tuits con citas de salmos para reflejar su estado de ánimo en el banco en marchas apuradas a préstamo en procura de continuidad. El brasileño esperó la oportunidad, pisó la cancha unos minutos, se acomodó, combinó y culminó: quedará escrito que él, un trabajador más del que es més que un club, metió a este a octavos de final. Porque así es el fútbol: no está hecho para que siempre ganen los mismos, o al menos con los mismos.

Fotos: AFP


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