El fútbol prestidigitado
La Champions League siempre ha sido fantástica por sus goles y jugadas. Pero lo que se ha visto este martes raya en la exageración y no necesariamente para el agrado. Puede que los lujos de Cristiano, las carreras de Rooney o Agüero, los arrebatos de Thiago Motta y hasta la regularidad, pareja y democrática del Bayern deslumbren y garanticen aplausos y ovaciones. Sin embargo, ese no es el punto.
Cuatro goleadas en ocho partidos inaugurales desnudan que las diferencias presupuestales, esas que han conducido a la mayoría de las ligas europeas a volverse escenarios predecibles en los que de antemano sabes quién va a ganar, han comenzado a tocar la puerta del nivel Champions. Máxime si de esas goleadas tres se conquistan, como si nada, de visita. Es cierto que el Galatasaray también tiene billetera ancha y compra casi lo que quiere; ¡pero la del Madrid es bastante más gorda! En términos de diferencias relativas, da lo mismo y se trasladan al campo. Y claro que no lo significan todo: los merengues pueden hacer un flojo primer tiempo y por eso no ganaban en Estambul hasta la individualidad de Isco, o así como el City se topó con el entusiasmo extremo de todo Plzen y sus cervezas hasta que Dzeko encontró el claro. Y luego los de Pellegrini aceitaron la máquina y ya está, te clavan tres. Porque las diferencias de peso son notorias e importantes.
¿Algo por corregir al respecto? Difícil. De hecho la Champions no se pervertirá porque las paridades presupuestales comenzarán a verse en la segunda fase -y seguramente desde algunos choques de la primera-, por lo cual seguirá siendo el torneo más competitivo del mundo -e impredecible luego de la Eliminatoria Sudamericana-. Pero hay que aceptar que, a consecuencia del efecto que hoy ejerce lo económico ya no solo sobre la dimensión organizativa del juego, sino directamente sobre lo que se ve en el campo, el consumidor del fútbol mundial se está acostumbrando a demandar más lujos y tacos que resultados, por algo muy simple: ya se sabe cómo van a quedar varios partidos. ¿Es esto peor o mejor que las profecías bilardianas del fútbol condenado al resultadismo post Italia 1990? Júzguelo usted mismo.
Foto: AFP