Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comLa eliminación del Manchester City en cuartos de final de la Champions abrió el debate alrededor de la figura del entrenador que alguna vez hizo historia con el Barcelona y su poco éxito internacional en los últimos años.

    Eduardo Tirado | @EduardoTL
    Redactor

Es el octavo año consecutivo sin que Josep Guardiola pueda acariciar el trofeo de la Champions y, por ende, todas las críticas han sido disparadas en su contra. Más aún, obviamente, en esta última semana que cayó por eliminación directa al empatar en el global 4-4 con el Tottenham y no poder siquiera llegar a semifinales. Con una trayectoria como la suya, la de un técnico que lo ganó todo con el Barcelona y enamoró a más de uno con su juego, esto podría ser catalogado por algunos como un enorme “fracaso”. Claro está, habría que indagar sobre las verdaderas razones por las cuales sucedió esto nuevamente, en lugar de comenzar a criticar a rajatabla y sin conocimiento de los factores.

Por un lado, uno de ellos puede ser el fantasma que significa el Barcelona para Pep. Seguramente, un sentimiento agridulce le genera el recordar sus tiempos como entrenador en el cuadro catalán. Lo dulce, claro, por todo lo que ganó con el club blaugrana. Mientras, sobre lo agrio, habría que considerar que, desde que fue promovido como técnico principal aquel 8 de mayo de 2008, el éxito lo rodeó rápidamente y de una manera feroz, lo que significó dejar una huella irrepetible, acaso, ya que mayormente se le exige que vuelva a conseguir o superar las hazañas que antes realizó. Cómo no iba a ser de otra manera si apenas estaba en sus pininos y ya había conseguido el “triplete” en su primera temporada, aumentando el reto al “sextete” el año que le siguió. Ganó, con Lionel Messi y compañía, dos Copas de Europa y fue parte de la época más triunfadora del cuadro catalán, practicando un fútbol de ensueño y estirando una insalvable diferencia con sus rivales, los cuales quedaban lejos de dar batalla siquiera. Así, muchos piensan que Guardiola llegó a su techo muy temprano y, posterior a su etapa en el fútbol español, se le dificulta consagrarse ya nuevamente, pues toda comparación toma como punto de partida aquella etapa de su carrera y cualquier logro “inferior” es tomado como un paso en falso más.

Por otro lado, se entienden las críticas dirigidas hacia su persona cuando se habla de proyectos que no prosperaron demasiado, a pesar de la inversión hecha, en sus días al frente del Bayern Munich y, ahora, el Manchester City. En ambos, los dirigentes complacieron todos sus pedidos y se gastó la suma de poco más de 800 millones de euros para satisfacer sus necesidades y darle las herramientas necesarias para que, no nos vamos a dejar mentir, logre campeonar en la Champions con sendos clubes millonarios y poderosos. En su paso por el club alemán, fueron alrededor de 200 millones de euros los que se invirtieron y que terminaron sin rendir fruto aparente, mientras que en su actual paso por el fútbol inglés los cityzens han gastado ya unos 600 millones de euros para tratar de armar un plantel de ensueño, que pueda llevarlos a ser parte de la élite mundial. No obstante, los resultados no acompañaron, a pesar de que, incluso, se hizo un esfuerzo con los ingleses de gastar cantidades millonarias para fortalecer la zona defensiva, donde más sufría. Llegaron, entonces, jugadores como John Stones, Aymeric Laporte, Benjamin Mendy, entre otros, los cuales eran “caprichos personales” del entrenador, pero ni aún así ello le alcanzó. En este sentido, el gasto “en vano”, sobre todo por la monstruosa cifra que está detrás, refuerza la sensación de que no conseguir nada con planteles tan bien armados no significa nada más que un fracaso, pero ello podría ser solo una perspectiva simplista de la situación que apunte a señalar un culpable directo ante el no cumplimiento del objetivo soñado.

¿Qué sucederá con Guardiola y el Manchester City? (Foto: AFP) 

Muchos se preguntan, entonces, si es que acaso la filosofía de Guardiola ha caducado para lo que se ve en el fútbol de ahora. Es una interrogante natural y que parece responderse por sí misma, al ver que el técnico no se ha reinventado mucho que digamos desde aquella época dorada con el Barcelona. El preferir la posesión y el ataque, antes que un fútbol más sólido atrás que poderoso adelante, ha sido siempre parte de su forma de dirigir; y sus estrategias han sido objeto también de múltiples estudios y sobrevivido todo tipo de lecturas y análisis. Por qué no pensar, entonces, que desde hace algunos años ya sus planteamientos perdieron el factor sorpresa y que se manejan ya diferentes formas de anularlo. Claro, basta ver como Mauricio Pochettino le dio una lección de contundencia en el partido de vuelta por Champions para caer en la cuenta de que, por más que reforzara el sector defensivo con los apellidos más caros del mercado, eso simplemente no basta: hay que tener más. Bien se dijo últimamente al respecto: “Pep ha podido comprar a los jugadores que ha querido, pero nunca a un equipo”. Es decir, por más individualidades que pudiera conseguir, no necesariamente tendrá las condiciones para formar el grupo “perfecto”, tal como quizás si lo tuvo cuando dirigió en el Barcelona. Todo eso le pasa factura.

Otra pregunta válida al respecto es cómo un equipo que marcha tercero en su liga doméstica y sobre el cual lleva una diferencia de 16 puntos pudo vencerlo en octavos de una manera tan ajustada, pero justa. Es más, es muy probable que pueda salir campeón de la Premier esta temporada y sumar ocho ligas ganadas en diez años como entrenador, un palmarés nada despreciable. Sin embargo, queda totalmente expuesto cuando se encuentra en situaciones como las de estos cuartos de final, donde un equipo con bajas importantes, como la de Harry Kane, y con un presupuesto mucho más humilde, logra eliminarlo. Un cuadro al que, en teoría, es superior en todo sentido y hasta ejerce su supremacía legítimamente en el mismo torneo local. La respuesta, pues, es volver a aquello de que la defensa nunca ha sido el punto fuerte de los equipos guardiolistas, y ello lo pagó caro ante un equipo como los Spurs, que supo liquidar cuando pudo. La fragilidad defensiva maquillada por la posesión puede hacer que recibas gran cantidad de goles, lo que no resulta significativo a final de cuentas si es que anotas más que el rival y terminas quedándote con la victoria. Para algunos, esto puede ser muy vistoso o llamativo y, en sumatoria de puntos, ser suficiente para consagrarse campeón. No obstante, lo cierto es que en encuentros de ida y vuelta como las fases finales de la Champions, donde los goles de visita hacen una gran diferencia, recibirlos en cantidad puede terminar pasándote la factura y siendo determinante, tal como se vio en el 4-3 en casa del City.

Saldrá Guardiola a decir que él no llegó a Manchester a levantar la Champions y otras cosas más, pero lo cierto es que la polémica seguirá entorno a un personaje al que muchos siempre le colocan las más altas expectativas y otros están esperando cualquier tropiezo para cuestionar sus estilos y modismos. Más allá de los resultados, que en este deporte son lo que termina valiendo, las formas de Pep parecen haberse quedado estancadas en el pasado y, así como ahora, se seguirán tejiendo teorías y escribiendo al respecto para tratar de explicar lo que para algunos significa el final de una era o de una forma de jugar fútbol, y para otros la evolución natural que va dejando en el pasado, cual añoranza sin regreso, aquello que alguna vez brilló y que ahora ya no le toca hacerlo más.

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com
Foto: AFP


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