Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comPor primera vez en la década, el campeón de la Champions League de Oceanía no fue un cuadro neozelandés. El modesto Hienghène Sport de Nueva Caledonia alzó el título continental... justo cuando la FIFA desactivó el Mundial de Clubes.

Alfredo Rebaza | @alfredo15rebaza
Redactor

La torre Eiffel, el Palacio de Versalles y el Arco del Triunfo son algunos de los monumentales distintivos de Francia ante los ojos del mundo. Sin embargo, además de ser la quinta economía más fuerte del mundo, el país que vio nacer a Juana de Arco y Napoleón Bonaparte no solo conquistó el planeta al consagrarse en Rusia 2018 de la mano del nuevo conquistador Kylian Mbappé. No: los franceses tienen ojos y territorios en cada continente y océanos existentes.

A estas tierras aún bajo tutela, los otora colonizadores prefieren llamarlas jurisdicciones o, en todo caso, archipiélagos. En la subregión oceánica de Melanesia, aparecen tradicionales y turísticos destinos como Indonesia y Fiyi o Islas Salomón. Geográficamente, en la parte inferior, casi en la puerta de salida, se encuentra Nueva Caledonia, archipiélago francés que, futbolísticamente, conquistó Oceanía en 2019. Y es que si su padre político conquistó todo el globo, esta vez su equipo más representativo no quiso desentonar y reclamó un continente.

Con 278,500 habitantes, el archipiélago que habla francés y canaco cuenta con la Superliga de Nueva Caledonia de fútbol, torneo amateur fundado en 1933 y que en su última edición tuvo doce participantes. El campeón clasifica de manera inmediata a la OFC Champions League, mientras que el colero desciende a la Segunda División. El equipo que más veces se consagró es el AS Magenta, con 10 copas en su vitrina.

La hazaña

Auckland City fue el más ganador de la Champions de la OFC. (Foto: OFC) 

El meollo llega a continuación. Por segunda vez en las dieciocho ediciones de la hoy renombrada como OFC Champions League, este 2019 se rompió con la hegemonía australiano-neozelandesa por la que los equipos de los dos países más fuertes del continente se paseaban con los equipos de las demás islas. La única excepción hasta ahora la había encarnado el recordado Hekari United de Papúa Nueva Guinea, que en 2010 llegó a jugar el Mundial de Clubes, en el cual fue rápidamente eliminado por el Al-Wahda emiratí.

Así, este 2019 por vez primera el monarca oceánico salió del remoto archipiélago de Nueva Caledonia. Lo curioso es que el dominio fue total: los dos representantes del país en el torneo, el diez veces campeón local AS Magenta   y el Hienghène Sport -con solo un título local en su haber- disputaron la final después de deshacerse de los más connotados neozelandeses Auckland City y Team Wellington. Pero si ya las semifinales habían desafiado la teoría, en la final se cayeron las estanterías.

El histórico encuentro se jugó en el estadio Numa-Daly Magenta, con capacidad para 16 mil espectadores y utilizado, entre muchos equipos, por el finalista Magenta. Y es que si el hecho que Hienghène Sport disputara la final por primera vez en su historia ya era espectacular, el gol consagratorio fue de antología. Antoine Roine recogió el balón desde su campo a los 66’ y desde allí disparó al arco, inflando las redes del coloso neocaledonio e insertando a su equipo en la selecta historia del fútbol oceánico. El marcador culminó 0-1. 

El detalle que faltaba

El recuerdo de Cruz Azul eliminado en el Mundial de Clubes a manos del Auckland City. (Foto: AFP) 

Como campeón de la OFC, Hienghène Sport habría tenido derecho a representar al continente oceánico en el Mundial de Clubes. Sin embargo, para mala suerte del querubín que venció innumerables obstáculo para vivir este utópico sueño, la FIFA decidió cancelar el campeonato a partir de este año para llevar a cabo una versión mejorada aún en 2021, que se jugará con 24 participantes y cada cuatro años. Sin dudas, digno de un meme de bad luck.

Igual, es indudable el crecimiento futbolístico, quizá incipiente pero sí progresivo, de estas islas y archipiélagos dentro de Oceanía. Lo que hace unos años era un campeonato lleno de cenicientas -dentro del ya ralo nivel de una confederación que no tiene cupos directos a los Mundiales y, por tanto, cuenta con limitadas chances de roce para evolucionar- empieza a asistir a paridades.

Como se recuerda, en la Copa de Naciones 2012 Tahití se consagró campeón luego de vencer, precisamente, a Nueva Caledonia, y por eso acabó jugando la Copa Confederaciones en 2014; ambos relegaron a Nueva Zelanda. Este última se cobró revancha en 2016, aunque  Nueva Caledonia volvió a aparecer en el podio. Por ahora, seguir ganando lo que se pueda y jugar lo que el resto del planeta fútbol les permita a estas naciones en aprendizaje es el único camino de crecimiento.

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com


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