Dolor fraterno

En Chiclayo, más que jugarse el primer capítulo de la final por obtener el título nacional de este año, se miden las historias de dos equipos que en algún momento sufrieron el luto por la tragedia que les significó perder una parte de si mismos. Para Alianza Lima, esta fecha le resulta más que especial ya que fue hace 24 años que vio como sus 'Potrillos' partian de La Victoria a la gloria. Para Juan Aurich, esta segunda oportunidad de alcanzar su primera estrella permite rememorar todo lo que han afrontado en el paso de sus 89 años de existencia, tiempo en el que también se vieron envueltos en el desastre al perder a su plantel en 1953.
Emparentados por el destino
Sobre el accidente del Fokker en 1987 no hay mucho más por contar, ya que la cercanía del tiempo permitió conocer la mayor parte de los detalles sobre lo que sucedió, por más que algunos de ellos demoraran en ver la luz. De lo que le ocurrió al 'Ciclón del Norte', en cambio, es muy poco lo que se sabe para el común de los lectores dada la escasa información en los medios actuales, pero cuyo testimonio se mantiene vivo gracias a las publicaciones de entonces y algunas recopilaciones posteriores, las mismas que muestran lo terrible que fue el choque del bus en el que se trasladaba la delegación a Chiclayo tras impactar con un autovagón en el llamado 'Cruce de la Muerte'. La fatalidad impidió saber qué tanto hubieran hecho esos planteles dentro de procesos que, de una u otra manera, parecían encaminados a escribir nuevos capítulos de grandeza para sus equipos. A ello, surge una pregunta: ¿cuánto influyó en Alianza y Aurich estas desgracias?
Para el equipo blanquiazul, ese infortunio marcó un antes y un después en su vida como institución ya que, más allá de la pérdida humana que representó, expuso el significado de lo que era ser un 'íntimo'. Desde entonces, a los 'Potrillos' se les recuerda de la misma manera que a los ídolos de antaño como Alejandro Villanueva o Cornelio Heredia por citar un par, lo que sirvió para que las nuevas generaciones de hinchas aliancistas tuvieran un ejemplo en el cual reflejar su pasión, renovando la identidad de su equipo. En lo futbolístico, el perder a ese grupo de jugadores hizo que Alianza viera reducidas sus pretensiones de alcanzar títulos en los siguientes años, los mismos en los que un sinfín de refuerzos vistieron su camiseta sin lograr tapar el hueco que dejaron los caídos en Ventanilla y que más bien crearon forados en la economía de un club que cayó en crisis poco después. Solo con el tiempo y el surgir de nuevos valores fue que en Alianza superaron por completo ese penoso suceso, el mismo que se pudo dar por cerrado cuando ese nuevo grupo alcanzó el título de 1997.
En el equipo chiclayano, el incidente del 5 de julio de 1953, cuando sus jugadores regresaban a la capital lambayecana tras vencer en un amistoso al Sport Rambler en Trujillo, trajo como consecuencia el perder a buena parte del plantel que ese año se había armado expresamente para retomar el protagonismo en su zona, el mismo que en su momento le valió ganarse el sobrenombre que hasta ahora ostenta: el del 'Ciclón del Norte'. Si bien por entonces su participación oficial se circunscribía a la Liga de Chiclayo, la fama ganada en su zona le permitía medirse ante rivales más fuertes cuando llegaba la oportunidad de afrontar amistosos, lo que significaba ganar un roce que no todos los equipos lograban. Si ese accidente frenó el crecimiento del Aurich o no es algo que cae en la especulación, pero lo que si es seguro es que acrecentó el sentimiento de pertenencia entre sus seguidores, el mismo que se expresa cuando sale a relucir el regionalismo propio de cada departamento. Además, el nombre del equipo se hizo conocido a nivel nacional tras lo ocurrido, lo que en cierto modo facilitó que una década después, ya recuperados de ese episodio, hicieran su primera aparición en la Copa Perú luego de ser invitados al torneo en 1967, el mismo que conllevó a su participación en el Campeonato Nacional ese mismo año.
Pasado el tiempo, con las heridas cicatrizadas pero con el dolor en el recuerdo, ambos equipos demuestran hoy que de toda caida es posible levantarse, por más fuerte que esta sea. Y sin importar que camino tome el título al final, tanto Alianza como Aurich dan el ejemplo de que esos duros momentos también tienen, quierase o no, su lado bueno: el de generar la unión en torno a un hecho en común.
Composición fotográfica: Roberto Gando / DeChalaca.com
Fotos: Diario El Comercio, Libro 'De todos los tiempos, más de cien años de deporte lambayecano'
