La hora del té
Inglaterra le indica al fútbol mundial que el reloj marca las cinco: puso a sus cuatro representantes en Champions League en los cuartos de final.
Fotos: inter.it, dailymail.co.uk
Tan bizantinas como apasionantes son las discusiones
de café o cervezas acerca de cuál es el mejor fútbol del mundo. Que en épocas
de globalización, ya no es lo mismo que preguntarse cuál es la mejor liga del
mundo.
La segunda pregunta aparenta tener una solución fácil, sobre todo luego de este martes: la Premier. Cuatro de los ocho cuartofinalistas de la Champions proceden de su tabla de posiciones. Un hito jamás alcanzado en la historia de la competición, que en nueve oportunidades había visto que llegaran, como máximo, tres representantes de un mismo país.
Por si fuera poco, los protagonistas son variopintos. Está el Manchester United con su traza de aplanadora y Cristiano Ronaldo, Tévez y Rooney para entremezclar estilos distintos de fantasía vertical de cara al arco rival. Figura el Chelsea de Avram Grant, este equipo que parece nunca haber superado el shock post-Mourinho y, pese a ello, fue el octavofinalista que resolvió su llave de modo más holgado. También el Arsenal, pléyade de obreros por la que a comienzos de temporada nadie apostaba -sin Henry ya no se puede jugar Winning con ellos, decían muchos- y que en San Siro ante el Milan dio una clase magistral al planeta entero de cómo se debe jugar de visita. Y por último, este Liverpool que, sin estrellas o -como ahora- con ellas mantiene una estela inmutable: la estirpe de cuadro copero, un guapo entre los guapos, para parafrasear el himno de un club local.
¿Momento exultante para el fútbol inglés? El país de
los inventores del fútbol. El país que carga en la mochila con un único título
mundial logrado en 1966, según la leyenda urbana mundialmente difundida, por
obra y gracia de varias decisiones arbitrales cuestionables. Con una selección
que no alcanza las semifinales de la
Copa del Mundo desde 1990. Y es que, como evaluó esta página
a inicios de año, la relación entre selección y liga dista de tender a la
igualdad, sobre todo cuando los astros del estrellato doméstico no visten el
uniforme del seleccionado correspondiente. Piénsese en el Calcio de los
ochenta, con Van Basten, Gullit y compañía en el Milan, y en los 24 años que a
Italia le tomó volver a alzarse como la mejor selección del planeta. Para ni
siquiera mencionar a esa Liga que asistió al despegue de Ronaldo en el
Barcelona a mediados de los noventa y luego a los pletóricos galáticos de
Florentino Pérez en el Madrid, sin que la Furia española alcanzara algún espacio
digno en los mundiales.
Como fuere, queda claro que, hoy por hoy, el fútbol toma té a las cinco. Lo demás, que se resuelva cada cuatro años -aunque a los ingleses nunca les baste-.
