Ilustración: Lenin Auris / DeChalaca.com 

El estrellato en el fútbol difícilmente se alcanza luego de los 30. Pero cuando la calidad acompaña al don de mando innato, al caudillaje que se expresa tanto en el campo de juego como en el discurso, la madurez es plena para alcanzar la condición de ídolo global. Megan Anna Rapinoe (Redding, Estados Unidos, 5 de julio de 1985) es el caso de éxito que lo confirma.

Sucede que ella es crack hace mucho. Ya en 2011 su pase filtrado a Abby Wambach permitió que Estados Unidos, en la agonía del suplementario, forzara los penales para ganarle a Brasil y llegar a semifinales del Mundial. Cuatro años después, en Canadá, volvió a ser fundamental en rol de organizadora y asistidora para el título logrado por la selección de las barras y las estrellas. Pero este 2019, la gran estrella fue ella: seis goles y tres asistencias encaminaron al cuadro norteamericano a un bicampeonato incuestionable, decorado por su festejo clásico de directora de orquesta, porque ese acaba siendo su rol con 34 años cumplidos.

La cabellera morada y el activismo en redes y espacios públicos acaban siendo, en su caso, solo un complemento o acaso el envase de lo que auténticamente encarga 'Pinoe': a la gran crack de dimensiones globales que el fútbol femenino necesitaba para masificarse. Porque no será el primer ni último ídolo futbolístico con personalidad y discurso controversiales, y porque en esa línea, la de la defensa de sus ideales, entiende ella su papel en el juego más hermoso del mundo. Y es que si 2019 fue el año de la gran explosión del fútbol femenino en un Mundial de Francia que quedará en la historia, tendrá que ver con su férrea personalidad, capaz de plantársele al propio Donald Trump y abrir siempre los brazos en señal de convicción y triunfo.

Ilustración: Lenin Auris / DeChalaca.com


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