Foto: Pedro Monteverde / DeChalaca.comLa primera final única de la Libertadores podrá quedar escrita para la posteridad como una increíble. River le ganaba con tranquilidad a Flamengo; pero en solo 3', en la agonía misma, Gabriel Barbosa pegó dos veces para que Lima viera al 'Mengão' hacer abdicar a Gallardo y compañía con un 2-1 que le permite ser el mejor de América tras 38 años.

    Roberto Castro | @rcastrolizarbe
    Director General

La impronta y la impredictibilidad, valores universales del fútbol. Desde su creación formal en 1863 por los ingleses hasta el rincón más inhóspito de Kosovo, el país de más reciente afiliación a la FIFA, en todas partes el juego del hombre vale por lo que sucede en el campo más que por cualquier cosa que lo rodee. Son los jugadores y sus decisiones, súbitas y espontáneas en un planeta cada vez más amarrado a guiones prestidigitados, los que suscitan las emociones que este hermoso deporte desata en quienes lo viven con pasión.

Impronta de Teddy Sheringham un 26 de mayo de 1999 en el Camp Nou de Barcelona, cuando la hinchada del Manchester United lucía resignada a ver escapársele ese título que por tres décadas y algo más le era esquivo, para devolver a su colectivo a la vida. Minuto 91'+ y Oliver Kahn la busca al fondo.

Impronta de Gabriel Barbosa, alias Gabigol, para aprovechar una desinteligencia gruesa del famoso River Plate, campeonísimo de América con gallarda alcurnia y altivez en una década en la que dominó el continente después de haber vuelto del infierno. Toque sutil, festejo moderado hacia una esquina y vaya que sí, resurrección total de la mitad roja y negra del Monumental de Ate, al este de Lima, después de haberse resignado ya a que ese título esquivo por tres décadas y algo más tampoco llegaría. Minuto 89' y Franco Armani la busca al fondo.

Barbosa y los brazos en alto en señal de esperanza: a los 89', su gol resucitó a Flamengo y todo el sector Sur del Monumental. (Foto: Pedro Monteverde / DeChalaca.com) 

Impredictibilidad. De Ole Gunnar Solskjaer en ese cabezazo estupendo, cual ráfaga de luz, cual guadaña de asesino con cara de bebé. De Gabigol en el remate virulento, a boca de jarro y esquinado: otro estilo de asesinato del hombre de la cabellera encendida, como criminal que no quiere pasar inadvertido por lo que acaba de hacer. En Barcelona fue a los 93'+; en Lima, a los 92'+. Dicen que en cuestión de un par de minutos se escriben los guiones más perfectos y esta no es una sincronía de aquellas, sino una fruto del azar. De la impredictibilidad.

Lo ganaba River porque habia sabido pegar temprano. Eso sí por guion: porque así juega hace mucho el equipo de Gallardo y lo hace bastante bien. Automatismos, relevos, Enzo Pérez: argumentos de cabal jerarquía para sacar adelante ocasiones como la presente. Gol de manual el de Rafael Santos Borré, apenas al segundo desborde millonario decidido sobre el campo de Flamengo. La presión sobre los laterales, deuda rubronegra a lo largo de toda esta Libertadores, fue casi un tatequieto a Rafinha y Filipe Luis para recordarles que esto es Sudamérica y no Europa.

La última es una metáfora feliz para todo lo que ocurra en el campo. Fuera de él, habría que decir como digresión que Sudamérica puede y debe en muchos aspectos ser como Europa. Lima no es Barcelona, pero en el ánimo de organizar en dos semanas una final histórica, quedó escrito de modo sublime que la Ciudad de los Reyes, allí a la vera de donde los antiguos Incas supieron poner el pie para dejar testimonio de su existencia en la zona arqueológica de Puruchuco, la Copa Libertadores de América no tiene por qué temer compararse con cualquier evento del fútbol mundial.

Enzo Pérez al salto con Everton Ribeiro, en uno de los tantos duelos aéreos de la tarde. (Foto: Pedro Monteverde / DeChalaca.com) 

Y de regreso al césped del Monumental, estaba una línea en el medio bien tendida por los de la Banda que impedía el tránsito correcto entre primera y segunda líneas de los dirigidos por Jorge Jesús. El circuito entre Everton Ribeiro y de De Arrascaeta era limitado; Willian Arão y Gerson o solo quitaban balón o a lo sumo chocaban por aire; y Bruno Henrique solo chocaba, porque en el partido se contaron al menos hasta cuatro peligrosos manos a mano que en realidad fueron cabeza a cabeza. Porque esto es la Libertadores.

En todo el primer tiempo, por eso, Flamengo insinuó poco. Y Gabigol anduvo opaco, desabastecido. Querría un guion simpáticamente prescrito decir que el ingreso de Diego fue el hilo de la madeja que hizo desandar el tejido de mejor fútbol, en defensa del talento y la inspiración. Pero sería faltar a la verdad. Flamengo llegó a partir de los 70' solo porque era natural que River replegara líneas y cuidara la ventaja. Por tanto, no fue un cambio determinante, y mucho menos el de Vitinho, que ya parecía un recurso desesperado.

Sí terminó siendo decisivo, en cambio, lo que ocurrió en el banco contrario. Gallardo llamó desde finales del primer tiempo a Lucas Pratto para que hiciera una calistenia diferenciada del resto. El 'Oso' entró a falta de 15' para renovar el ataque; pero acabó distorsionando, y para mal, su defensa. Un balón perdido por uno de los héroes de Madrid explicó el inicio de esta historia y el toquecito suave de Gabigol que desató todo lo que aquí se ha escrito.

Thuler no jugó esta vez, pero nadie puede quitarle el derecho de robarse el festejo en el travesaño del Monumental al mejor estilo de Oscar Ibáñez. (Foto: Pedro Monteverde / DeChalaca.com)

Pero las culpas no existen en estas circunstancias. Y no porque se trate de un equipo que ya lo ganó todo, porque un grande como River siempre quiere ganar algo nuevo. Sino porque, Pablo Bengoechea dixit, esto es fútbol. Es impronta e impredictibilidad. Es una masa inmensa, enorme de 25 mil almas de rubro y de negro pasando los controles fronterizos por Iñapari, surcando la Interoceánica y llegando a orillas del Rímac para decir déjame que te cuente limeño, déjame que te diga la gloria que el tiempo que evoca la memoria de treintaiocho años sin que el equipo con más hinchas de Sudamérica fuera el mejor del continente.

Porque si Zico y compañía quedaron en la historia un 23 de noviembre de 1981, algún guion de los prestidigitados tenía que escribir que Lima, un nuevo 23 de noviembre pero de 2019, debía ver a Flamengo campeón en la primera final única de la historia de la Copa Libertadores.

Los Goles

Fotos: Pedro Monteverde / DeChalaca.com


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La ficha del Flamengo 2 - River 1

 

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