Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.comA 25 años de la vuelta olímpica del Cristal 1994, el equipo más brillante del mejor ciclo de la historia cervecera.

    Roberto Castro | @rcastrolizarbe
    Director General

La escena generalmente evocada es una sola: diecisiete toques la componen y un grito en el arco Sur del Nacional, con Héctor Martín Yupanqui rendido en el suelo. Es la mejor memoria colectiva del brillante Sporting Cristal de 1994, el equipazo que tocó la barrera de los 100 puntos en una temporada y ganó todo lo que tuvo por delante.

Pero para quien escribe hay dos imágenes icónicas de esa campaña en la retina. El video no las ha rescatado pero están allí, vívidas como señales de perfección. La primera se produjo poco más de un mes luego, el 21 de agosto. En el Nacional, en el arranque de la segunda rueda, Cristal aplastaba 5-0 a FBC Melgar sin atenuante alguno, casi por defecto. A los 87 minutos, con el vale ya consumado en el arco rojinegro y sin mucho más que descubrir en el partido, un balón le quedó largo a Pedro Sanjinez en posición de salida por el carril derecho dominó. A unos diez metros de distancia, Julinho, el malabarista del balón de esa máquina invencible, corrió a toda velocidad hacia el balón, en un derroche de esfuerzos digno de una final con el marcador en contra. 'Diente de Leche' -apodo de la época-, cuyo rol no era marcar a los demás, se barrió con todo y llegó al esférico; lo recogió y siguió jugando.

Sucede que ese Cristal siempre quería ganar, pero también jugar. Lo ratificó en otra escena imborrable un mes después, el 18 de agosto. Cristal volvió a ganar 5-0 en el Nacional, frente a Carlos A. Mannucci. El vale se cerró a 10' del final, en una jugada que lamentablemente no está completa en YouTube pero significó 2 minutos y 21 segundos de posesión de balón continuada sin que el rival tuviera capacidad de tocar el balón. No fue una acción tan vistosa como la de los diecisiete toques -hubo más de una conducción prolongada de balón en el ínterin-, pero sí un símbolo de la capacidad absolutista de un equipo todopoderoso. ¿Y quién puso el botín para el toque final? Pues el '10' que anotaba poco o nunca: Álex Magallanes, quien se fue a celebrar con la tribuna con la emoción propia de aquel a quien convertir goles le cuesta mucho.

Cristal contra Melgar en una jornada aplastante del Descentralizado 1994, el día que Julinho se barrió sobre la hora sin necesidad pero por pundonor. (Foto: revista Estadio) 

Es curioso que ese equipo que rozó la perfección haya, en estricto, tenido algunos defectos teóricamente palpables. No solo contaba con un '10' poco afín al gol; también tenía una defensa poco brillante. El hondureño Juan Ramón Castro era un líbero cumplidor y ordenado, pero no un mariscal de fondo. Los stoppers eran dos hombres identificados con la camiseta, pero poco glamorosos y más de corte tradicional: Orlando Prado y el finado Manuel Earl. Era un trío que cualquiera diría resultaba endeble para el alto estándar de competencia, y pese a eso se las ingenió para encajar solo 25 goles en 38 partidos. Sí, detrás estaba Julio César Balerio y delante del terceto, Pedro Garay; pero ningún 3-5-2 se sostiene sin defensa eficaz.

Era ese equipo de 1994, además, uno sin un plantel demasiado amplio, algo que suele ser pecado mortal para el Descentralizado. Los recambios -en la última temporada en que se jugó con dos sustituciones por partido- eran casi fijos: Germán Pinillos por alguno de los tres volantes según se necesitara o marcar o soltar juego, y Julio Rivera por alguno de los delanteros o los carrileros para oxigenar el ataque o la banda. Aun con receta predefinida, lo único predecible de ese equipo de Juan Carlos Oblitas para los rivales era que en algún momento iba a avasallarlos.

Lo curioso es que en las temporadas posteriores, Cristal se empeñó en corregir esas carencias y de hecho logró ser campeón consecutivamente, pero no hizo tanta diferencia respecto del resto como en 1994. Llegaron zagueros de alto nivel como José Soto o Marcelo Asteggiano, y la banca se enriqueció incluso cuando la principal carta goleadora del equipo, Flavio Maestri, partió al fútbol español. Quizá el proceso evolutivo de esa máquina cervecera condujo al brillo internacional en la Libertadores de 1997, pero localmente no hubo propuesta tan brillante como la que ofreció en el inicio de la aventura del tricampeonato.

Otro baile cervecero de 1994, frente a Mannucci, el cual fuera rubricado por un gol de Magallanes. (Foto: revista Estadio) 

Y eso, justamente, es lo que a cualquier amante del Descentralizado lo invita a ponerse de pie y aplaudir el aniversario vigesimoquinto de una campaña brillante. Balerio; Prado, Castro y Earl; Soto, Garay y Solano; Palacios y Magallanes; Julinho y Maestri. Oncena para la historia. Si Universitario tuvo su invicto insuperable de 1974 y Alianza Lima aquella elegantísima mejor volante del mundo de 1998, Cristal tuvo la fuerza vencedora maravillosa de 1994, esa visión amplia del 'Ciego' Oblitas que convirtió un proyecto en una realidad de ensueño.

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Qué Nivel: Cristal 1994, máquina con tiempo

Composición fotográfica: Aldo Ramírez / DeChalaca.com


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