Atlético de Madrid - Leicester: Subsidio cruzado
Roberto Castro | @rcastrolizarbe Director General |
No había otro partido que esperar que el que se produjo, pero las acciones de los primeros 5 minutos en el Vicente Calderón hicieron suponer, por ese breve lapso, que la historia podría ser un tanto distinta. A los 2', James Vardy, ese chico loco de Sheffield que se mudó 70 millas al sur para enamorar a Inglaterra desde Leicester y su hazaña, estuvo muy cerca de seguir cosechando palmas cuando disparó cruzado y la pelota pasó haciéndole un guiño al arco de Jan Oblak. Y 3 minutos luego Koke, con un remate fortísimo desde unos 35 metros, reventó el palo derecho de Kasper Schmeichel.
La promesa de partidazo se quedó en eso. Lo que vino después pasó a ser, exactamente, lo esperable. Dos rivales calculadores, observadores el uno del otro, poco atrevidos y no por esto poco agresivos. Fue un mano a mano intenso pero poco atractivo a la vista. Acaso más parecido a una pelea de esgrima que a una de boxeo.
Lo ganó el Atlético no solo porque tuvo el envión de ser local y fue eficiente en su control del resultado. Lo consiguió, sobre todo, porque capitalizó el único yerro del juez Jonas Eriksson cuando ni este ni su asistente Mathias Klasenius, así como millones de telespectadores en el mundo, no advirtieron que la falta de Danny Simpson a Antoine Griezmann había sido fuera del área casi por medio metro. Con el hombro es relativamente fácil sacarse de encima al menudo ariete; pero nada es más difícil que tenerlo al frente de cara al gol. El francesito de los goles fantasmales canjeó la cortesía por gol y encumbró la llave a un destino incierto.
Ocurre así porque después, lo del Leicester pasó por sostener el trámite. Para eso fue clave el rol Danny Drinkwater, convertido en del centro del campo; el eje por el que se cortaba el juego colchonero y también la aduana por la que discurrían las opciones de los zorros. El volante fue, sin embargo, un poco de más a menos, aun cuando no haya decepcionado tanto como Riyad Mahrez, de noche opaca. Al frente, Diego Simeone colocó a Yannick Ferreira Carrasco y Saúl Ñíguez en franca intención de hacer diagonales, pero se toparon ambos con una zaga central bien parada, con Robert Huth y Yohan Benalouane siempre prestos a una respuesta oportuna.
Hasta la hora de juego, el Leicester buscó equilibrar el trámite sobre la base de ímpetu y con algo de atolondramiento, reflejado en Vardy y sus destellos solitarios de cara al arco de Oblak. Pero luego el equipo de Craig Shakespeare cedió el control y permitió que el 'Atleti', ya con el argentino Ángel Correa en el campo, tuviera más la pelota y tratara de llegar al arco de Schmeichel. Pero se quedó en eso, porque salvo las descolgadas de Juanfran, como esa que solo el oportuno botín de Benalouane impidió se convirtiera en una asistencia perfecta para una nueva aparición fantasmal de Griezmann, lo del los colchoneros fue de muy poco tiro directo al gol.
Bajo las condiciones descritas, del partido de vuelta tampoco puede esperarse demasiado más que un nuevo tête-a-tête apretujado. Aunque posiblemente, eso sí, la tensión sea mucho mayor y el partido gane en emotividad por eso. Por ahora, la comodidad fue mutua: la del Atlético porque se sabe ducho en estas instancias y tiene el objetivo clarísimo -sobre todo mientras más avanza en paralelo el Real Madrid-, y la del Leicester porque ante Sevilla le funcionó esto de irse un gol abajo a esa casita que sabe hacer respetar. Seis días pasarán para despejar dudas.
El Gol
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— Aldo Ramírez Tello (@ramireztello) 12 de abril de 2017
Fotos: AFP
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